San Josemaría 26 de febrero de 2022
@sJosemaria
Escribió
también el Apóstol que "no hay distinción de gentil y judío, de circunciso
y no circunciso, de bárbaro y escita, de esclavo y libre, sino que Cristo es
todo y está en todos". Estas palabras valen hoy como ayer: ante el Señor,
no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de estado... Cada uno de
nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios:
¡todos somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos! (Surco, 317)
Ante el hambre de paz, hemos de repetir con San Pablo: Cristo es nuestra paz, pax nostra. Los deseos de verdad deben recordarnos que Jesús es el camino, la verdad y la vida. A quienes aspiran a la unidad, hemos de colocarles frente a Cristo que ruega para que estemos consummati in unum, consumados en la unidad. El hambre de justicia debe conducirnos a la fuente originaria de la concordia entre los hombres: el ser y saberse hijos del Padre, hermanos.
Paz,
verdad, unidad, justicia. ¡Qué difícil parece a veces la tarea de superar las
barreras, que impiden la convivencia humana! Y, sin embargo, los cristianos
estamos llamados a realizar ese gran milagro de la fraternidad: conseguir, con
la gracia de Dios, que los hombres se traten cristianamente, llevando
los unos las cargas de los otros, viviendo el mandamiento del Amor, que es
vínculo de la perfección y resumen de la ley. (Es Cristo que pasa, 157)
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/todos-somos-hermanos/
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