Por Julio Castillo Sagarzazu
Todos conocemos la
fábula que nos cuenta el favor que hace una ranita a un escorpión para pasar un
rio que para éste era infranqueable. Al llegar a la otra orilla el escorpión
clava el aguijón a su benefactora. Antes de morir envenenada, la rana le dice.
¿“Por qué me clavas tu ponzoña, acaso no te hice el favor de pasarte sobre mi
espalda para que travesaras el rio? “Disculpa, le respondió el bicho, es que
esta en mi naturaleza”.
La reciente
presentación del proyecto de Reforma a la Ley de Impuesto a las grandes
transacciones financieras, ha despertado del sueño a muchos que han apostado a
que los virajes del régimen significaban una apertura hacia una economía de
mercado. Los más cínicos, aquellos a quienes el tema de las libertades y de la
democracia les tiene sin cuidado, celebraban que nos encaminábamos hacia una
versión tropical del modelo chino.
Lo único cierto es que
el modelo económico de Maduro es el que está contenido en la eufemísticamente
llamada Ley Antibloqueo que puede resumirse así: “vamos a crear unas burbujas,
unas zonas económicas especiales; unos incentivos particulares, en resumen,
buenos negocios para algunos, pero eso sí, tienes que voltear para otro lado,
asistir a nuestras reuniones, aplaudir a Maduro cuando hable del progreso
económico. Te puedes portar mal con tus clientes, puedes poner un corralito
para esquilmar a tus depositantes, si vienes a nuestros saraos
comunicacionales, puedes estar seguro que nadir te hará daño. Puedes depredar
el ambiente, tener tu mina o construir lo que quieres, si lo haces con los
panas, no tendrás problemas
Maduro está consciente
que la libertad económica, se traduce en libertad personal para muchos y que un
crecimiento de la economía que no esté regimentado y controlado, puede dar alas
a mucha gente. Más libertad económica es también más libertad individual y por
consiguiente, más peligro para su ya deteriorada imagen.
El régimen ha tenido
que poner en una balanza continuar con las “aperturas” y con ello arriesgarse
con que aparezcan focos y burbujas no controladas de prosperidad o atajar la
amenaza. Está optando por lo último aunque eso signifique retroceder en algunos
avances que se habían traducido en mejoramiento para algunos sectores.
La situación en el país
ya estaba dando señales de desgaste. La falta de circulante estaba conspirando
contra la propia economía de bodegones y semidolarizada. En efecto, la no
incorporación al mercado de millones de venezolanos empleados públicos,
profesores y docentes y obreros de pequeñas y medianas explotaciones que son
los que se pueden permitir pagar bonos en dólares, ya se estaba haciendo sentir
en supermercados y en la demanda de bienes y servicios en general.
En una economía libre las medidas deberían haber ido en el sentido contrario al que está ocurriendo. Es decir, incentivar la inversión y la circulación de mercancías; surfear la virtual dolarización y seguir haciéndose de la vista gorda y dar los pasos institucionales para ofrecer seguridad jurídica y personal.
Sin embargo, ha pesado
más la naturaleza del escorpión, esa que resumía la declaración de Aristóbulo
Isturiz “si quitamos el control de cambios, nos tumban”
Esta realidad tiene su
correlativo en el terreno político. Los partidarios de una “normalización” con
el régimen deben verse en el espejo de la economía.
Los esfuerzos de las
fuerzas democráticas venezolanas no pueden estar centrados en una colaboración
como la de Pétain con Hitler, sino en una política que ponga como norte apuntar
a un proceso de acumulación de fuerzas para plantar cara en unas elecciones
libres, a un régimen que no sabe mucho de convivir, sino de exterminar.
Por supuesto (y esto lo
hemos señalado en muchas notas anteriores) esto no significa caer en la trampa
de la polarización y mucho menos la de correr detrás de fantasías
insurreccionales, para las que no hay ni condiciones y que son cada vez menos
aceptadas por la comunidad internacional.
Significa, como también
hemos dicho en ocasiones anteriores) darnos una agenda que contemple: a) poner
orden en las organizaciones políticas opositoras, reorganizarse después de un
debate crítico y profundo; b) Avanzar en una estrategia unitaria que contemple
dotarnos de una dirección política legitimada y c) Preparar el terreno para
enfrentar al régimen en unas elecciones libres, acordadas (con garantes) en un
proceso de negociación.
Mientras todo esto
ocurre y en paralelo, los liderazgos locales y nacionales de los partidos y la
sociedad civil, deberían salir al encuentro de los sectores sociales que día a
día protestan por sus derechos o que están esperando que alguien les acompañe
para hacerlo; organizar y federar esos liderazgo espontáneos y naturales y
centralizar la lucha en la recuperación de la democracia.
Dicho en otras
palabras, o mejor dicho, en las palabras del Gran Timonel: “Tenemos que
desechar las ilusiones y prepararnos para a la lucha”.
Julio Castillo
Sagarzazu es Maestro
09-02-22
https://talcualdigital.com/la-rana-el-escorpion-y-la-economia-nacional-por-julio-castillo-sagarzazu/
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