Eduardo Matute A. 02 de abril de 2022
La
Compañía de Jesús –la congregación católica masculina con más integrantes–, se
encuentra celebrando el Ignatius 500, los 500 años de la conversión de San
Ignacio de Loyola, luego de resultar herido en la batalla de la defensa de
Pamplona, contra el ejército francés. Para los jesuitas es la conversión que
permitió luego de 11 años de reflexiones, errores y aciertos lograr la fundación
de la Orden. Una larga convalecencia para el cuido y curación de sus heridas de
guerra, le permitió las lecturas con las cuales inició su conversión.
En ese marco de celebración, conviene resaltar los aportes de los padres jesuitas en la construcción y expansión del cooperativismo venezolano, cuya contribución es clave para entender sus orígenes y crecimiento.
Desde
el principio de la democracia, a partir de finales de los años 50, del siglo
pasado, estuvo muy en boga la vía cooperativa como una respuesta eficaz a la
mejora de calidad de la población de la periferia de las grandes ciudades y de
las pequeñas ciudades en su conjunto. En Venezuela, el Estado, a través de los
ministerios del Trabajo y de Agricultura y Cría dedicaron esfuerzos en la
constitución de cooperativas.
La
Iglesia católica venezolana, animó a dos recién ordenados sacerdotes a estudiar
más a fondo el tema, los padres José Elías Thielen –diocesano– y José
Luis Echeverría -jesuita-. Coincidieron ambos, en participar en los
estudios que sobre cooperativas se impartían en la Universidad San
Francisco Javier de Antigonish, en Nueva Escocia, Canadá. Esta universidad,
regentada por la Compañía de Jesús, insistía en esos estudios la importancia de
un proceso educativo dirigido a personas adultas, como estructura para el
desarrollo de cooperativas, basado en la experiencia adelantada por el
sacerdote Jesuita Michael Coady en esa provincia canadiense, en la primera
parte del siglo XX. Esta estrategia fue la base de la casi totalidad de las
cooperativas creadas en Venezuela, durante el siglo XX.
En
tanto, J.E. Thielen, desarrollaba sus esfuerzos individualmente, el padre
Echeverría, lo realiza en conjunto con su congregación. Desde 1964 hasta 1973,
dirige el Centro Gumilla de Barquisimeto, entidad jesuita destinada a la
promoción, creación, acompañamiento y formación de cooperativas. Tal vez, la
mejor descripción del alcance de su trabajo, la expresó el Padre Peter Hans
Kolvenbach en ese momento, Superior General de la Compañía de Jesús en la carta
que le dirigió, en el año 1999:
“…Quizás
la clave del éxito en su trabajo estuvo en haber sabido crear un método
práctico y sencillo para la educación de adultos. No fundaba una cooperativa
sin un curso previo de cooperativismo donde se aprendieran no sólo las técnicas
sino el espíritu comunitario que daba una dimensión nueva y plenamente
cristiana a los trabajaos y sacrificios que vendrían después.
Para
esto Usted utilizaba rotafolios, diapositivas, películas, a fin de transmitir
las ideas y valores a una población mayoritariamente analfabeta. Los directivos
más capacitados tenían que hacer un curso de contabilidad, para que fuera el
pueblo mismo el que llevara sus cuentas.
Esto
suponía de su parte un seguimiento permanente en todo este proceso de educación
de adultos, hasta conseguir socios y directivos responsables que fueran capaces
de seguir ellos mismos con espíritu de servicio. ‘Trabajar para desaparecer’
era su consigna en todo este proceso de formación.’ (…) ‘Las organizaciones
populares de Venezuela tienen una gran deuda con Usted, por su trabajo que la
Compañía admira y aprecia como algo muy nuestro, muy jesuítico, acorde con lo
que nos han pedido las últimas Congregaciones Generales”.
Acompañando
al Padre Echeverría, estuvo desde el comienzo del Centro Gumilla, Alberto
Dorremochea, conocido por todos, con el Padre Dorre. Un buen resumen del
extraordinario trabajo de Dorremochea, lo podemos encontrar en el libro Aportes
y desafíos del compromiso social de la iglesia en la Venezuela de hoy,
publicado por la UCAB, en el año 2005:
«Durante
todos estos años (se refiere la publicación al lapso 1966 – 2000, nr) ha
fundado o ha participado en la fundación de más de 100 cooperativas en
diferentes regiones o ciudades del país. En Caracas, intervino en la creación
de la Central de Cooperativas del Distrito federal y el estado Miranda
(Cecodifemi).
De
igual manera, su acción cooperativista ha tenido repercusión nacional al crear
la primera Cooperativa Funeraria del país y el posterior nacimiento del
Nacional (a través) de la Central de Cooperativas de Venezuela. Es el artífice
en la formación de centrales cooperativas regionales como la de Lara, Sucre,
Portuguesa, Barinas y otros estados. Asimismo, entre 1971 y 1974, fundó y
dirigió el Centro nacional de Educación Cooperativa (Ceneco)”…”Hablar del
nacimiento de Coopalar, es hablar de Alberto Dorremochea».
En
tiempos posteriores, se incorpora al Centro Gumilla, el padre Alberto
Micheo, cuyo trabajo fundamental, se desarrolló en el proceso de
estimulación y acompañamiento del desarrollo de la Cooperativa de Caficultores
de Lara (Coopalar) y en la sistematización del trabajo del Centro Gumilla en el
sector cooperativo.
Su
libro Venezuela Cooperativista, es un notable ejemplo de esa
sistematización. Al decir de Nelson Freites «Sus esfuerzos por conocer,
comprender y valorar los usos, costumbres y afanes de los campesinos de esas
zonas altas (las zonas cafetaleras de Lara y Portuguesa nr), por interpretar
sus aspiraciones, frustraciones y comportamientos, han quedado plasmados en
valiosos artículos en la Revista SIC, en folletos del Centro
Gumilla y en el imprescindible libro acerca de las realidades de la vida
campesina El Gallo Enano. Sobre todo, esos conocimientos se
expresaron en sus múltiples aportes a la constitución y desarrollo de
organizaciones campesinas de pequeños caficultores, en cuyos procesos volcó
toda la comprensión que iba alcanzando del mundo campesino de esas zonas,
acerca de cómo germina y se concreta la acción colectiva y cooperativa de los
campesinos. Por eso se puede afirmar que una de las expresiones de su fe y
compromiso cristiano se encuentra en su devocionario esfuerzo por comprender la
´mentalidad´ del campesinado larense, con el cual convivió por más de dos
décadas».
Otros
jesuitas por destacar en este reconocimiento por su labor con el mundo
cooperativo venezolano, aunque en menor tiempo que los ya presentados, son
Gerardo Monreal, José Antonio Ciriza, el actual Superior General de la
Compañía, Arturo Sosa, y en una actividad local en el estado Sucre, José Juan
Peñalba.
Eduardo
Matute A.
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