Ismael Pérez Vigil 02 de abril de 2022
Al
evaluar la situación de la oposición democrática hemos hablado de una mesa con
tres patas; esos tres elementos serian, para decirlo en términos
convencionales: el líder, la organización y el programa con su discurso; pero,
¿Cuál es la “tabla” que sostienen esas tres patas? ¿Qué es lo que está en su
parte superior, cuál es la plataforma en la que debe “aterrizar” o descansar
todo? Sin duda es: la unidad. De eso volveremos a hablar hoy; y digo
volveremos, porque ya lo hemos hecho varias veces.
Depende de la vía…
La
importancia, o no, de la unidad de los factores políticos, dependerá de cuál
sea la vía que se elija para salir de este oprobioso régimen. Si la vía, según
algunos, es la insurreccional o la intervención de una fuerza de ocupación,
obviamente no tiene ninguna importancia la unidad de los factores políticos
internos, basta con la eficacia en la acción.
El
problema siempre será la transición; como evitar que quienes cometieron delitos
y además apoyaron al régimen depuesto logren imponerse nuevamente por la vía
del voto. Como ocurrió en Nicaragua con el sanguinario régimen de Daniel
Ortega.
Si la
vía es buscar una salida electoral, que es la que aliento, nuevamente tendrá
sentido e importancia la unidad, por lo menos al momento de un proceso
electoral; obviamente solo entre los que crean en esa vía, o los que no la
rechazan, pues no se va a lograr la unidad con los que plantean la abstención
porque no creen en procesos electorales o con los que creen que la vía es la
violencia insurreccional o una intervención externa.
Pero
la unidad no solo tiene sentido para confrontar electoralmente al régimen, la
tendrá sobre todo para sostener el apoyo interno e internacional, para mantener
después al probable endeble gobierno de transición que surja de ese proceso
electoral.
La
electoral está garantizada…
Para
lograr la unidad, en materia electoral, es necesario deponer egos personales y
ambiciones, que esto no es muy difícil de lograr; desde el punto de vista
electoral, ya hemos dicho (ver: El candidato y su elección,
12/02/2022, https://bit.ly/3HNRnlZ)
que la unidad siempre ha estado garantizada por la actividad política de los
partidos, expertos y especializados en alianzas electorales que es básicamente
la actividad política a la que se han reducido en los últimos años; y si ellos
no lo logran, de todas maneras el electorado lo hará, seleccionando una opción
que considere que tiene las mejores posibilidades de derrotar al régimen,
desechando las demás; así ha ocurrido en todas las elecciones presidenciales
efectuadas en el país desde 1998.
Mas
difícil es lograr la unidad en materia de objetivos y planes a más largo plazo,
que supone dejar de lado doctrinas, ideologías, principios programáticos, etc.
para los que aun los tienen y se miden por esos parámetros. En este caso
tenemos de inestimable valor el ejemplo del Pacto de Punto Fijo, firmado el 31
de octubre de 1958, a los pocos meses del derrocamiento de Pérez Jiménez, entre
Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y COPEI, encabezados por sus
lideres más representativos: Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael
Caldera; no fue un pacto electoral, sino político, que le dio sustento a la
naciente democracia a partir de 1958. Hoy tendríamos que ir más allá del Pacto
de Puto Fijo, eminentemente político, aunque con alcances muy superiores a lo
meramente partidista, para lograr uno que abarque también a muchos sectores
sociales y factores económicos.
Como
precondición…
Sin
embargo, algo que abona a favor de superar cualquier dificultad es que la
unidad, como concepto, como política, como objetivo, su búsqueda y su
concreción, en mi opinión ya no es tema de discusión, es una precondición
política. Quien lo olvide, pagará un alto precio, pues para los ciudadanos es
el objetivo al cual deben sacrificarse todos los intereses partidistas y
personales.
No
importa que los partidos políticos cada vez se les vea más ansiosos por
demostrar su presencia específica y su potencial propio, sus colores, sus
banderas, sus consignas, pues en la práctica −sobre todo en lo electoral− son
traspasados, rebasados e infiltrados por la multitud, dejando clara evidencia
que somos muchos más los que no pertenecemos a ninguna parcialidad.
Como
eje de estrategia…
Pero
además, la participación electoral no es el eje de la estrategia, es apenas un
medio, una forma de lucha −pues al tipo de régimen como el que nos mal gobierna
desde hace 23 años, hay que combatirlo en todos los terrenos−; pero el eje de
la estrategia es la unidad, que es la única estrategia de la oposición a la que
teme el régimen, porque siempre ha sido lo único que le ha infringido alguna
derrota; por eso la combate con todas las armas que puede desplegar, y en eso
la “guerra sucia” juega un papel importante, pues el régimen sabe que esa
estrategia es frágil en un mundo democrático y diverso, con tantas versiones y
fisuras.
Es una
verdadera tarea de filigrana armar una unidad opositora, incluso en lo
electoral, después que por años se ha predicado la existencia de fraudes,
trampas de todo tipo. Nadie niega la existencia de esas trampas y prácticas,
pero no son la causa fundamental de las derrotas, como si lo han sido las
políticas de abstención. La abstención, apatía o desánimo electoral, se basan
en que las actuales condiciones no garantizan una elección libre, justa,
imparcial, competitiva, como todos la deseamos… o como si alguna vez hubieran
existido plenamente esas condiciones; o como si durante la mayor parte de estos
largos 23 años, que hemos participado de diversas maneras en procesos
electorales, la mayor parte del tiempo no hubiera sido regidos por CNE nombrados
por el régimen.
Como
pacto político…
Además,
la unidad con meros propósitos electorales no ha sido, no es, suficiente para
derrotar a este oprobioso régimen y consolidar el regreso a la democracia;
tenemos que comenzar a plantearnos la unidad desde un punto de vista de mayor
eficacia política, con mayor alcance; una unidad que nos lleve a un “pacto
político” de mayor envergadura, para la reconstrucción de un país derruido.
Garantizada
como creo que está la unidad electoral, porque como he dicho siempre se logra,
nos quedan las otras áreas en donde lograr transformaciones importantes: en las
organizaciones políticas y la unidad de objetivos, estrategias y visión de
largo plazo, para transformar el país. Sobre todo, en la articulación de un
discurso, con una narrativa que mueva, que impulse, que convenza a las grandes
mayorías del país y saque de la apatía a millones de venezolanos que no ven
otra salida que la indiferencia frente a la política o huir del país.
El
camino largo de la unidad…
No hay
alternativa, hay que seguir el camino largo, el de reconstruir los partidos
políticos y las organizaciones de la sociedad civil; mejor dicho, iniciar ese
camino que no se ha emprendido con verdadero ímpetu y por lo tanto se hace cada
vez más largo. Ese, el de la reconstrucción de partidos y sociedad civil, es el
camino que siguieron en otras partes: Chile, sin ir muy lejos, España, después
de Franco, y un largo etcétera, en lo que todavía muchos están, como Ucrania,
Albania y algunos países exsoviéticos y exyugoeslavos.
¿Es la
vía electoral la que va a sacar a este régimen de oprobio del poder?
Posiblemente será una mezcla de cosas y presiones, pero lo electoral puede ser
la antesala o la coronación del proceso, para la que hay que prepararse y es la
única que nos permite, bajo las actuales condiciones políticas, hacer algo para
organizar a la gente, para recorrer el país, con una cierta −solo cierta−
seguridad. ¿Por qué despreciarla, por qué negarla? ¿Y para hacer, qué?
Ismael
Pérez Vigil
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