Opus Dei 16 de julio de 2022
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Comentario
del 16.º domingo del tiempo ordinario (Ciclo C). "Marta, Marta, tú te
preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es
necesaria". El servicio a los demás se alimenta de las enseñanzas de
Jesús, ¿acudimos a la Eucaristía y a la Palabra de Dios con hambre de aprender
a amar?
Evangelio
(Lc 10,38-42)
Cuando
iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le
recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada también a
los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta andaba afanada con
numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo:
—Señor,
¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile
entonces que me ayude.
Pero
el Señor le respondió:
—Marta,
Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es
necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.
Comentario
Cuenta
san Lucas que una mujer llamada Marta recibió a Jesús en su casa. “Lo acogió
como suele recibirse a los peregrinos —comenta san Agustín—. Aunque en
realidad, la sierva recibió a su Señor, la enferma a su Salvador, la criatura a
su Creador”[1].
Nos dice el relato que esta mujer tenía una hermana llamada María. Pero Marta
es nombrada en primer lugar, probablemente porque sería la dueña de la casa. En
cualquier caso, pronto Marta se verá sobrecargada e inquieta con la preparación
de todo lo que le parece necesario para servir a Jesús. Mientras tanto, María
disfruta de la conversación “no solo sentada cerca de Jesús —señala san Juan
Crisóstomo— sino junto a sus pies; para manifestar la presteza, la asiduidad,
el deseo de oírlo y el gran respeto que profesaba al Señor”[2]. Al final,
molesta por lo que considera una insolidaridad de su hermana y quizá cierta
indiferencia de Jesús, Marta increpa al Señor con toda confianza para que sea
Él quien pida a María que colabore. No sabemos si al final María e incluso el
propio Jesús se levantaron a ayudar. El evangelista recoge más bien una lección
fundamental del Maestro: “Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por
muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor
parte, que no le será arrebatada”.
A lo
largo de la historia de la Iglesia esta escena ha sido muy meditada e
interpretada por los Padres y los santos. Con frecuencia se ha visto a Marta
como símbolo de la acción y del trabajo en este mundo, así como a María un
símbolo de la contemplación y de lo que será la visión beatífica de Dios.
Entonces, “¿qué quiere decir Jesús? —se preguntaba el papa Francisco— ¿Cuál es
esa cosa sola que necesitamos? Ante todo es importante comprender que no se
trata de la contraposición entre dos actitudes: la escucha de la Palabra del
Señor, la contemplación, y el servicio concreto al prójimo. No son dos
actitudes contrapuestas, sino, al contrario, son dos aspectos, ambos esenciales
para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de separar, sino vivir
en profunda unidad y armonía. Pero entonces, ¿por qué Marta recibe la
reprensión, si bien hecha con dulzura? Porque consideró esencial solo lo que
estaba haciendo, es decir, estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas
que había que hacer. En un cristiano, las obras de servicio y de
caridad nunca están separadas de la fuente principal de cada acción nuestra: es
decir, la escucha de la Palabra del Señor, el estar —como María— a los pies de
Jesús, con la actitud del discípulo. Y por esto Marta es reprendida”[3].
Jesús
da a entender que la escucha atenta a sus pies hay que preferirla y anteponerla
para cumplir de verdad su mandamiento de amor. San Josemaría explicaba así esta
realidad: “María escogió la mejor parte, se lee en el Santo Evangelio.
–Allí está ella, bebiendo las palabras del Maestro. En aparente inactividad,
ora y ama. –Después, acompaña a Jesús en sus predicaciones por ciudades y
aldeas. Sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!”[4]. Por eso
Jesús afirma también que “la mejor parte” de María no le será
arrebatada, aludiendo al hecho de que la parte de Marta sí se puede perder.
Es decir, sin la contemplación, que da sentido y eficacia a la labor que se
hace por Dios, antes o después se terminaría también abandonando esta. San
Josemaría ataja este problema admirablemente cuando exhorta en otro lugar:
“Trabajemos, y trabajemos mucho y bien, sin olvidar que nuestra mejor arma es
la oración. Por eso, no me canso de repetir que hemos de ser almas
contemplativas en medio del mundo, que procuran convertir su trabajo en
oración”[5].
Porque cuando se cuida la oración, antes o después todo se convierte en lugar
de encuentro con Dios, de diálogo amoroso con Él.
[1] San
Agustín, Sermón 26.
[2] San
Juan Crisóstomo, Catena aurea, in loc.
[3] Papa
Francisco, Ángelus, 21-VII-2013.
[4] San
Josemaría, Camino, n. 89.
[5] San
Josemaría, Surco, n. 497.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-07-17/
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