Escrito por DIEGO BAUTISTA URBANEJA el Oct 26th, 2012
Es esencial lograr una votación que imponga respeto y
reafirme la fuerza que logramos acumular
La acumulación de análisis que se han
producido sobre las causas de los resultados del 7-O permite tener una visión
completa de los factores que, de acuerdo a cierta manera de ver las cosas,
estuvieron en juego en la reelección de Hugo Chávez. Algunos ya son viejos
conocidos: ventajismo integral, conexión emocional de Chávez con parte de la
población, temor a perder los beneficios que da o promete el Gobierno,
presiones sobre empleados públicos y beneficiarios de programas sociales, uso
apresurado de los dineros públicos para cancelar pagos atrasados…
Los análisis de estos días han añadido
unos cuantos factores a la lista de sospechosos habituales, o los han observado
con más cuidadosa atención que la acostumbrada. Uno de ellos es la red de
comunicaciones que, en la forma por ejemplo de centenares de emisoras
populares, ha puesto en pie el Gobierno para difundir capilarmente su mensaje y
descalificar al de sus adversarios. Otro es la red organizativa que entreteje
partido, Gobierno y lo que se ha dado en llamar paraestado -misiones, consejos
comunales…- red que permite al Gobierno tener el registro de las personas que
hay que mantener contactadas, atendidas, supervisadas, en forma tan constante
como se pueda, incluso fuera de la coyuntura electoral. Un tercero es el
dominio de una mecánica electoral, que asegura el acarreo, en horas de la
tarde, de un significativo número de votantes rezagados, remolones, o que han
intentado hacerse los locos, de forma de llevarlos a votar, en condiciones
además que aseguran que votarán por el comandante.
Como lista, toda esa enumeración de
factores luce adecuada. Pero es cosa de agregarles un factor unificador. En
efecto, esos elementos cuentan con un cemento de base que los cohesiona y les
de un sentido uniforme, o sobre el cual se montan, para ejercer sus efectos de
atraer o atrapar a ciudadanos que quisieran escapar de esas redes. Me refiero a
la existencia de un núcleo importante de la población identificada
políticamente con Chávez, captada por un mensaje político que han adoptado
firmemente, socialmente concentrada en los sectores populares, y cuyas
motivaciones van más allá de cálculos materiales o de beneficios inmediatos,
aunque estos casi nunca faltan y son siempre bienvenidos para remachar esos
sentimientos de lealtad. Por cierto que, sobre todo al final de la campaña,
cuando tal vez sintió cerca el resuello de Capriles, Chávez apeló
dramáticamente a esos sentimientos y a sus reverberaciones, para sujetar bien a
su manada, e impedir que los que pudieran estar tentados a abandonarla lo
hicieran. Traigo a colación en tal sentido el comentado discurso de Chávez en
el que dijo que el asunto no era si había luz o no, sino que cosas de otro
nivel eran las que estaban en juego.
Con una armazón de ese tipo, y con las
maniobras que en todo momento permite, habremos de seguirnos enfrentando
quienes deseamos para el país un rumbo diferente al que le imprime el gobierno
de Chávez.
En cuanto a la oposición, también se
han acumulado análisis poselectorales. Muchos de ellos han estado muy dados a
hacer comparaciones poco conducentes, en especial con las elecciones del 2006.
Lo que se puede constatar con seguridad es que continúa la curva ascendente que
se viene recorriendo desde esa fecha y que esta ha resultado insuficiente cada
vez que está en juego la permanencia de Chávez en el poder.
Por ahora, de cara a las elecciones de
diciembre, no hay tiempo para detenerse a sacar las consecuencias de fondo de
este tipo de análisis. Por los momentos, y de aquí a dos meses, hay que
montarse en la ola de los resultados del 7-O, determinar y ubicar el
crecimiento obtenido, examinar de cerca cuáles oportunidades de triunfo ofrece,
que son bastantes, y trabajar con toda intensidad en explotarlas. Hacer todo
eso, apenas se lo permita a cada cual, la duración del -para hablar como los
psicólogos- duelo que la derrota de Capriles ha producido en muchos
venezolanos, los mismos de quienes dependen los triunfos que podamos lograr en
diciembre y el número de votos que hayamos de sacar. Al respecto y para
terminar, una sola cosa: no podemos darnos el lujo de salir mal en esas
elecciones. Es esencial lograr en esa fecha una votación popular que imponga
respeto, que reafirme la fuerza notable que hemos logrado acumular, que nos
proporcione gobernaciones que podemos obtener, y que nos prepare para los
futuros triunfos que el país necesita de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico