Columna de Puño y Letra
No es producto de una invención ni de una torcida interpretación. Lo dijo claramente uno de los más conspicuos representantes del Partido Socialista Unido de Venezuela: los mejores gobernadores y alcaldes serán aquellos que destruyan, demuelan o, como prefiere Aristóbulo Istúriz, desbaraten las gobernaciones y alcaldías.
Es la confesión a viva voz de que el gobierno se propone un verdadero atentado contra la Constitución de 1999, cuyo articulado confiere a los estados y municipios una enorme importancia en el proceso de desarrollo nacional, regional y local, así como a los gobernadores, alcaldes, consejos legislativos regionales y concejos municipales un insustituible papel en la estructura de la institucionalidad democrática. Destruir al Poder Público Estadal y al Poder Público Municipal, conceptuados y desarrollados en los capítulos tercero y cuarto de la carta magna, equivale a un verdadero golpe de estado, semejante al decretado por Pedro Carmona Estanga en su brevísimo mandato el 12 de abril de 2002.
No por capricho, la historiadora Margarita López Maya dijo en mi programa “Una sola Venezuela”, por Noticias 24 Radio, que al pretender instaurar el llamado poder comunal a contracorriente de la Constitución, el presidente Hugo Chávez y su gobierno actúan de la misma forma en que lo hizo Adolfo Hitler en Alemania durante los años 30, en la llamada República de Weimar.
Si a cualquier antichavista, o simplemente a cualquier disidente, se le hubiese ocurrido decir que la oposición tiene el plan de demoler las gobernaciones y alcaldías, o “desbaratar” a la Presidencia de la República u otro poder del Estado, de inmediato le habría caído encima no sólo la maquinaria mediática pesuvista sino que a la vez estaría siendo perseguido por la Fiscal General de la República, los tribunales, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), la Guardia Nacional, la Policía Militar, el Ejército, la Aviación, la Marina, la Milicia Nacional Bolivariana, la Guardia de Honor Presidencial, el Frente Bolivariano de Liberación, el colectivo “La Piedrita” y hasta el G-2 cubano.
A la vez que una confesión, la declaración de Aristóbulo es una auténtica incitación a delinquir, a sabotear el Estado constitucional que mediante referéndum popular nos dimos los venezolanos en diciembre de 1999. Si eso lo dijo el más encumbrado afrodescendiente de la República cuando no era candidato a gobernador, es de suponer que ahora procurará ser el mejor exponente del proceso de destrucción del Poder Público Estadal. Ya lo imagino descendiendo en paracaídas sobre Anzoátegui, estado al que fue a dar por voluntad del soberano dedo presidencial, cargado de mandarrias y martillos y listo para la histórica batalla anticonstitucional. Lo mismo querrán hacer sus colegas chavistas en los demás estados. Pero toda esa cuadrilla de demoledores tendrá primero que edulcorar sus intenciones para poder conquistar el voto de los venezolanos.
Cualquiera sea su inclinación política, siempre será mejor un gobernador que venga a construir que uno que venga con la firme intención de destruir.
BREVES
- Obstinados los vecinos del Hospital Vargas, en San José, por los ruidos molestos. Uno de ellos me escribe para protestar el insoportable sonido que produce la “eterna remodelación” del centro de salud a causa de “taladros, sierras, martilleos, camiones de descarga, gritos de los obreros, de lunes a sábados durante casi todo el día”. Para remate, a ese “infierno” se suma la congestión vehicular “con conductores abusadores tocando corneta, con música a alto volumen y las sirenas de quienes estacionan dejando las alarmas activadas que suenan a cada rato”. Piden a las autoridades medidas para disminuir la contaminación sónica y ambiental.
- Fue presentado y bautizado el libro “La alegría triste de emigrar”, del colega Carlos Subero, relativo a los venezolanos que en los últimos veinte años se han ido a vivir a Estados Unidos y Canadá. Como prologuista, me correspondió hacer la presentación del libro y del buen periodista que es su autor. Mi hermano Ernesto, padrino como yo de esta aventura editorial de Subero, no pudo acompañarnos físicamente pero envió una emotiva nota que fue leída en el acto.
Publicado en la Edición Impresa del Diario 2001
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