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viernes, 26 de octubre de 2012

Jardín de infancia electoral


Paulina Gamus 21/10/2012

El martes 9 se produjo la rueda de prensa de Henrique Capriles, el héroe de los 6.500.000 votos obtenidos por la oposición. Fue una lección de entereza, decencia y liderazgo

¿Quién de aquellos que votaron por Henrique Capriles no lloró, pataleó, maldijo, se deprimió, tomó Lexotanil o ahogó sus penas en licor la noche del 7 de octubre? Al día siguiente, cuando sin tener muchas ganas de despertarme y con el corazón encogido decidí que echarse a morir no estaba en mis planes, recibí el primer mensaje en mi celular: “Cero propinas, en socialismo no se dan propinas”. Quise responderle a la persona que me le envió que esa era una reacción infantil, en realidad irracional, pero me contuve porque comprendí que era muy pronto para que los frustrados electores asimiláramos la derrota de manera sensata. Esa tarde me puse de acuerdo con otras deprimidas de mi familia para ir a tomarnos un café y luego al cine.

 En la pastelería de Los Palos Grandes donde nos reunimos, un señor de cierta edad, correctamente vestido con paltó y corbata, se paseaba como un poseído entre las mesas gritándoles a los mesoneros: “pídanle propinas a Jaua, que se las de Cilia Flores, pídanselas a Jorge Rodríguez”. Sentí pena ajena. Ese día comenzaron también a circular mensajes de personas que elogiaban la hazaña de Henrique Capriles y el trabajo de la Mesa de la Unidad Democrática sin faltar los que achacaban la pérdida al eterno fraude, pero había un cierto equilibrio entre unos y otros. Lo único curioso es que las mismas personas que enviaban correos con las alabanzas antes señaladas luego rebotaban el “Qué se jodan. Me resultó inevitable preguntarme cuál es la madurez política de quienes reenvían todo lo que reciben sin analizar su contenido, motivaciones y efectos.

 El martes 9 en horas de la noche se produjo la rueda de prensa de Henrique Capriles, el héroe de los 6.500.000 votos obtenidos por la oposición. Fue una lección de altura, entereza, decencia y liderazgo. Al fin teníamos un líder, ese por el que clamábamos hacia años, uno bien dispuesto a encabezar la decisión de medio país de no entregarse para que la bota de Chávez nos aplaste. Entonces llovieron los elogios, pero persistía el malestar por lo que dijeron los exit poll hasta las 3 o 4 de la tarde del domingo 7 y lo que dijeron las actas cuyos resultados fueron leídos por Tibisay Lucena esa noche. Y aunque Capriles se refirió al ventajismo y abusos cometidos por el gobierno, y los denunció de nuevo en su rueda de prensa como lo había hecho durante toda la campaña, comenzó a tomar cuerpo no solo el fantasma del fraude electrónico sino algo mucho más masoquista y destructivo: las culpas del candidato Capriles y de la MUD por no haber previsto la derrota o no haberla evitado.

 En esta última imputación se destacan algunos comunicadores sociales que han hecho de la crítica vitriólica a la dirigencia opositora, un deporte que practican con el mayor desparpajo y desvergüenza. Dicen hoy y se desdicen al día siguiente sin siquiera pestañear y eso desde hace trece años. Es algo que podríamos llamar caradurismo comunicacional. Uno que se fue escapado a Miami después de haber ocasionado una multa milmillardiana a Globovisión y que mantuvo una postura antiCapriles durante casi toda la campaña, declaró el domingo 7 de octubre a los medios de aquella ciudad, que Capriles había ganado por ocho millones de votos pero que estaba negociando con el CNE disminuir esa cantidad para no humillar al presidente. Al día siguiente publicó su acostumbrada columna en el periódico de su propiedad, hablando pestes de la MUD y del candidato por haberse dejado derrotar y sin escribir una letra de la patraña que difundió el día anterior.

 Otra que ha anunciado varias veces la inminente muerte de Chávez gracias a sus fuentes fidedignas y que solo cesó en sus sapos y culebras contra la dirigencia política opositora cuando apareció en escena Henrique Capriles, a quien aclamaba como vencedor, ahora culpa a la MUD de habernos engañado y de haber legitimado al CNE al callar sus trampas, tropelías y por supuesto el fraude electrónico. Y no podía faltar un columnista de los lunes en El Nacional, que es la reedición del aquel personaje de la Radio Rochela en sus mejores tiempos, llamado Telaraña, cuya especialidad era anunciar tragedias y desenlaces fatales de diversa índole.

 En esta fauna de carroñeros es imprescindible incluir a los analistas que vieron todo clarísimo después de conocer los resultados del 7 de octubre: la campaña fue floja, Capriles no supo llegarle a la gente, el mensaje carecía de atractivo, etcétera. Todo eso lo sabíamos quienes no somos niños y fuimos a votar con la esperanza de que ocurriera un milagro. Todas las encuestas serias nos decían que Chávez ganaba pero nos dedicamos a insultar y acusar de vendidos a sus voceros.

 Excluyo de la calificación de “serias” a Oscar Schemel de Hinterlances quien más allá de haber acertado, se dedicó a servirle de propagandista al gobierno como estrella rutilante de Venezolana de Televisión. Fuimos a una elección con grandes expectativas y perdimos, hay tres actitudes hacia las futuras elecciones de cualquier naturaleza: 1º Irse del país como aconseja el psiquiatra del PSUV Jorge Rodríguez, 2º No volver a votar y rendirse ante el chavismo avasallante y 3º Seguir en la pelea para ser parte de esa mitad del país que se niega a emigrar o a dejarse aplastar. Por lo que a mí respecta, renuevo mi gratitud a la Mesa de la Unidad Democrática por haber logrado la hazaña de unir a las distintas organizaciones políticas y demostrarnos que la política no la hacen ni energúmenos (as) ni faranduleros (as) ni sifrinos (as) inmaduros (as). Le reitero mi admiración y respaldo a Henrique Capriles Radonsky por su valor, su entrega y sus cualidades humanas excepcionales y declaro que votaré una y mil veces mientras viva, con este CNE y con el que sea. 

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