Por Belkis
Quintero, AASC, 12/11/2014
Queremos
compartir esta experiencia que vivimos el pasado fin de semana en un viaje al Alto
Apure; podría decir que fue realmente una odisea.
No podemos
tapar el sol con un dedo, hay que ser realista y vivir en la verdad. No debemos
callar, hay que denunciar la problemática que se está viviendo en Guasdualito,
Elorza y Mantecal, respecto a la venta de la gasolina. Lo padecimos en carne
propia.
La parroquia
Nuestra Señora del Carmen de Guasdualito nos invitó a dirigir una convivencia
vocacional. Muy contentas y emocionadas aceptamos ir a ese rincón de nuestro
país a encontrarnos con jóvenes, muchahas y muchachos, para orar, platicar y
reflexionar sobre la vocación humano- cristiana y la vida religiosa y
sacerdotal.
El
viaje San Fernando-Guasdualito.
Entrada a Elorza |
El viernes, a
la cinco de la mañana, partimos de San
Fernando rumbo a Guasdualito. Salimos con la camioneta full de gasolina. La primera parada para echar gasolina fue en Elorza, ahí no había combustible. La gente
muy amable nos informó que la gandola llegaba
al lugar cada dos días. Pues nada, seguimos nuestro camino a Guasdualito con la
esperanza de que allá si nos iban a tanquear.
Al llegar a
Guasdualito nos llevamos una gran sorpresa al ver una tremenda cola de carros
para comprar gasolina. Nos quedamos con la boca abierta. Más aún, cuando vimos
rodeada la estación de gasolina por efectivos militares, supuestamente para
controlar el contrabando,
pero en realidad, durante nuestra estadía nos enteramos que es la guerrilla la
que controla todo, sobre todo al pueblo, son los grupos irregulares los que
imponen su ley.
Impresionadas
por la cola, las hermanas, nos acercamos al Teniente de guardia para ponerle al
tanto de que no teníamos gasolina y que veníamos de San Fernando. El teniente,
con rostro de resignación, nos dijo: “lo siento, hermanas, no puedo hacer nada
por ustedes porque aquí solamente pueden comprar gasolina los que tienen chip”.
Y nos aconsejó que fuéramos a la estación de gasolina Caucagüita
que
atiende a los carros que no tienen chip.
Salimos de
Guasdualito rumbo a Caucagüita porque necesitábamos llenar el tanque y tener
la camioneta lista para nuestro regreso, una vez concluyera la actividad
programada en la iglesia. Corrimos al lugar indicado por el oficial, todas
emocionadas, pero lamentablemente tampoco nos vendieron la gasolina.
Entonces,
llamamos al párroco por teléfono y lo pusimos al tanto de lo que nos sucedía.
El párroco envió a un seminarista a socorrernos y nos tocó esperar dos horas el
auxilio. Aprovechamos esta larga espera para almorzar. Finalmente, con un poco
de gasolina, emprendimos el camino de retorno a Guasdualito y llegamos por fin
a la parroquia donde nos estaban esperando. Que paciencia, pero a la vez, que
indignación.
En
Guasdualito.
Llegamos a
descansar un rato porque ya habíamos almorzado. Después de un gran descanso,
los anfitriones, nos llevaron a dar un paseo por el pueblo. Guasdualito es un
pueblo bonito y grande, aparentemente muy tranquilo y mejor organizado que San
Fernando. Pero, como dice el refrán, no todo lo que brilla es oro, las
apariencias engañan, todo marcha muy bien, supuestamente, entre comillas, pero
la realidad es otra. Como dije antes, no debemos tapar el sol con un dedo, hay
que ser realista y no tener miedo. En Guasdualito hay mucho miedo, y muchas
dinámicas injustas por debajo de la aparente paz. Eso se siente, se huele, se
intuye en el ambiente.
Al día
siguiente, llegó el tiempo de la convivencia vocacional, fue una experiencia
satisfactoria y enriquecedora el ver tantos jóvenes reunidos con inquietudes,
sueños, ilusiones y sobre todo con mucha alegría. La convivencia terminó a las
doce del mediodía.
Nosotras las
hermanas y el chofer decidimos viajar el domingo, porque nuestros anfitriones
nos invitaron a visitar la ciudad
de Arauca (Colombia).
Estábamos muy alegres por la invitación, pero la alegría duró muy poco, por la
sencilla razón de que se nos presentó el problema de la gasolina. El padre
Claudio, párroco de Guasdualito, dejó de echar gasolina en su carro para que
pudiéramos llenar nuestro auto, pero solamente nos vendieron 40 litros. Así que
decidimos no ir al paseo para no gastar la gasolina, porque si la gastábamos no
podíamos regresar a San Fernando. Pues nada, nos quedamos como novia de pueblo,
vestida y alborotada.
Regreso
a San Fernando.
El domingo a
las seis de la mañana regresamos rumbo a San Fernando. En el fondo teníamos
miedo de volver a quedarnos varadas a mitad de camino. Solamente llevábamos
cuarenta litros de gasolina y el tanque de la camioneta es de ochenta litros.
Pero Dios nunca falta, realmente hay que confiar en la providencia de Dios,
confiar en la Misericordia de Dios.
Llegamos a
Elorza casi a las ocho de la mañana con la intención de desayunar y echar
gasolina. Los militares nos informaron que la gandola llegaba a las doce del
mediodía. Ya había cola a esa hora de la mañana. No nos pareció justo y nos
marchamos con la esperanza y confianza en Dios de que llegaríamos a Mantecal. No nos alcanzó la gasolina y nos
quedamos a diez kilómetros de Mantecal, frente a un quiosco de comida. Gracias
a Dios que un señor muy generoso nos regaló diez litros de gasolina para así poder
llegar a la bomba del pueblo. Llegamos a la estación de servicio y que
decepción, allá tampoco había gasolina. Verdaderamente esto es para sentarse a
llorar, que tristeza, que dolor y que indignación.
Gracias a Dios
que, nuestro chofer es una persona muy conversadora y agradable, y en una
conversa con un señor que estaba en la
bomba, aquel hombre se compadeció de nosotros, nos tranquilizó y prometió
ayudarnos, y así fue, se nos acabó de nuevo la gasolina a diez minutos del Samán y
él nos prestó un mecate y nos llevó arrastre hasta la bomba del Samán. Ahí si
había gasolina, y nos vendieron los ochenta litros de gasolina, como tiene que
ser. Nos entró un airecito, respiramos, suspiramos, porque ya podríamos llegar
sin problema a San Fernando.
Llegamos a San
Fernando casi a las dos de la tarde, cansadas y con hambre. Verdaderamente ese
fin de semana fue una odisea, pero también, lo confieso, fue un abrir los ojos ante
la realidad que viven nuestros hermanos en El Alto Apure, podría decir, que es otro mundo.
Confirmación
de la experiencia.
Finalizo
parafraseando un reportaje que salió hoy en el Diario Visión
Apureña, donde la dirigente político Maritza Velázquez cuestionó que aún
con la implementación de diversos planes en busca de disminuir las colas para
surtir de combustible en Guasdualito, la situación persiste y lejos de
subsanarse empeora.
Manifestó que
siguen siendo cotidianas las inmensas filas de camiones, carros particulares y
motocicletas, para poder movilizarse, perdiendo gran parte del día debido a que
permanecen horas en las colas. Enfatizó que
esta situación incide negativamente en la calidad de vida de la población alto
apureña. Señaló que
aún con el chip la situación no ha cambiado.
“Los
propietarios de vehículos pasan medio día, desde la madrugada, y algunas veces
no logran llegar y se acaba la gasolina por lo que pierde el tiempo”, todo esto
lo comenta Velázquez basada en testimonios de habitantes de esta región
fronteriza. Recientemente el cupo para adquirir combustible fue reducido. Los
conductores de vehículos particulares les disminuyeron el surtido de 42 a 32
litros diarios y la motocicletas de 8 a 6 litros por día.
El
descaro.
Mientras esto
pasa. Cuentan que la gasolina, en gandolas, sigue pasando a Colombia, y, el
pueblo de Guasdualito vive entre las colas, el miedo, la extorsión y el
silencio. Hay muchos militares, pero quien manda, al parecer, es la guerrilla.
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