Por Andrés Cañizález
Venezuela parece atravesada
por preguntas cíclicas y problemas de fondo sobre los cuales la sociedad da
vueltas de forma intermitente. Uno de estos temas que aparece cíclicamente es
lo relacionado con la participación electoral, especialmente en momentos de
crisis. La pregunta ¿vale la pena votar en diciembre?, que tiene tanta
pertinencia en este 2015, era la misma pregunta con la que se abría la sección
de artículos en la revista SIC, en su edición de noviembre de 1988, en las
semanas previas a las elecciones presidenciales en las cuales triunfó Carlos
Andrés Pérez, para un conflictivo y truncado segundo período presidencial
(1989-1993).
En este artículo al que hemos
hecho referencia, de hace 27 años, el recientemente fallecido periodista
político Leopoldo Linares, una destacada pluma de El Nacional para
aquella época, escrudiñaba en las páginas de SIC el estado de ánimo
del venezolano, también agobiado por la crisis económica, y la conexión de este
ciudadano de a pie con el momento electoral. Este asunto cobra
meridiana actualidad en la Venezuela de 2015, cuando nuevamente el país está
próximo a unas cruciales elecciones parlamentarias en medio de una aguda
crisis. Ayer y hoy, por igual, muchos ven en las elecciones la posibilidad de
cambio en su vida, otros sencillamente se muestran escépticos de que con las
votaciones pueda mejorar su vida cotidiana.
Al enumerar los aspectos que
incidían negativamente en el clima electoral de entonces, Linares señalaba: “Se
destacan la corrupción y la deuda externa que acogotan al venezolano, así como
también los problemas sin solución en estos treinta años de democracia
representativa, como son el desempleo, la salud, los deficientes servicios
públicos y el aumento galopante del alto costo de la vida”. Aquello señalado
hace 27 años es también el clima que envuelve al país hoy y que incide en la
opinión pública nacional.
Seguimos con lo que indicaba
este artículo de SIC un mes antes de las elecciones de diciembre de
1998 y tres meses antes de los sucesos del caracazo de febrero de 1989: “El
cuadro de la situación venezolana es bastante preocupante. Quizás la realidad
no se aprecia en mayores proporciones porque, justamente, estamos inmersos en
una campaña electoral. Por ejemplo, los expertos y conocedores del quehacer
económico vaticinan que tanto el dólar como los precios se dispararán a partir
del 5 de diciembre (un día después de las elecciones). Esto, unido a la ya baja
calidad de vida que afecta al venezolano, seguramente llevará a las mayorías
nacionales a un verdadero estado de desesperación”.
Por aquella época desde el
gobierno se descalificaba advertencias de este tipo, que resultaron además muy
comunes en la revista SIC. La dinámica electoral, además, potenciaba un
gasto público ficticio en las postrimerías del gobierno de Jaime Lusinchi
(1984-89), que unido al discurso de Pérez que omitía por completo la necesidad
de ajuste y al contrario potenciaba la imagen de su primer gobierno, de la
“Gran Venezuela”, terminó generando expectativas de una bonanza económica que
no tenía cómo llevarse a cabo. Finalmente esta esperanza de cambio se rompió y
todo desembocó en hacer trizas la tradicional luna de miel con la que cuentan
los gobiernos después de unas elecciones.
Sin ser profeta del desastre,
Linares precisamente vislumbraba un escenario postelectoral plagado de
dificultades por la crisis económica. Crisis que en medio de la campaña
golpeaba ya a millones de venezolanos y los convertía en potenciales
abstencionistas. Por cierto, en ese mismo número de SIC, correspondiente a
noviembre de 1988, el entonces director de la revista, Arturo Sosa Abascal,
titulaba de esta forma un artículo: “No cambiemos votos por barajitas”, en el
cual sencillamente llamaba a votar conscientemente a los venezolanos y evitar
caer en las trampas del populismo. Un llamado que 27 años después sigue
teniendo plena vigencia en nuestro país.
27-11-15
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