Por Luis Pedro España
Así calificamos los niveles de
pobreza registrados por el país en este catastrófico 2015. La caída del ingreso
familiar ha sido la más grande desde que se llevan cifras de pobreza de
ingreso. Nunca antes, desde 1975 a la fecha, hemos registrado hasta 76% de
pobreza.
Una combinación de factores
nos ha traído hasta aquí. La mayoría completamente prevenibles, solo el
gobierno no parecía saber a qué se enfrentaba o, si lo sabía, lo ignoró. Como
siempre, como ahora, se hizo el loco por la necesidad de privilegiar sus
intereses políticos.
Pero esta vez de tanto ignorar
a la gente y de tanto confiar en sus recetas fallidas, la realidad le ha pasado
una factura gigantesca. Tiene en su haber la cifra más alta de pobreza de toda
nuestra historia y esa pesada realidad le va a costar una profunda derrota el
próximo 6 de diciembre. La crisis social que han provocado, por culpa de
insistir hasta el hastío en políticas económicas que no funcionan y de unas
acciones sociales que ya ni siquiera convoca a los adeptos, es la responsable
de los déficits sociales que hoy reflejan la encuesta de calidad de vida que
por segundo año consecutivo sigue mostrando el deslave del país.
Si bien la encuesta reporta
información sobre diversos ámbitos de la realidad social, hasta ahora se ha
dado a conocer lo relativo al indicador global de pobreza. Como se esperaba los
indicadores dan cuenta de un shock de ingresos negativo, de una caída del poder
de compra, el cual, junto a la extrema situación de desabastecimiento ha
lanzado a más de 2,8 millones de hogares a la pobreza.
Por tratarse de una crisis de
ingresos, por ahora podemos hablar de pobreza reciente. Bastaría una
reanimación del aparato productivo, bajo condiciones de cierto equilibrio y
recuperación de la confianza, para que estos escandalosos índices de pobreza se
reduzcan de manera importante. Pero para ello se necesita hacer tantos cambios
económicos y un giro tan radical en las políticas que, como tantas veces se ha
dicho, el gobierno tendría que volver a nacer.
Las rigideces de intereses,
las ataduras ideológicos y la evidente incapacidad que muestra el gobierno ha
hecho de la pobreza un problema político, casi inherente al sistema que trató
de imponerse. Es imposible salir de ella, hacerla retroceder o siquiera detener
su avance, sin que medie una cambio radical de políticas, que necesariamente
tendrá que pasar por un cambio de gobierno.
El chantaje electoral trata de
sembrar el miedo sobre la pérdida de beneficios. Prebendas y subsidios que no
serían del todo necesarios si los venezolanos vivieran de su trabajo o, mejor
aún, si el pueblo no estuviese condenado a los pocos bienes a los que tiene
acceso y que son la consecuencia de las políticas de controles y
antiproductivas.
Hasta 6 millones de
venezolanos dice adquirir algunos alimentos en la red de Mercal o por medio de
alguna de las modalidades de la Misión Alimentación. Esto, lejos de ser un
éxito, es la evidencia del fracaso productivo del país. Si no se adquieren los
alimentos subsidiados por medio de la renta petrolera que aún queda, el país
sencillamente no come. Bajo esa red de precario abastecimiento, solo se come
mal, se consume lo que se encuentra, se trata de solo llenar las ganas,
importando poco su valor nutricional, su calidad y mucho menos la variedad. Nos
han convertido en un país de carbohidratos y grasas.
La buena noticia es que por
ahora esa pobreza es reversible. Con relativa rapidez podríamos salir de ella,
pero para ello habrá que cambiar primero de gobierno. Oportunidad que luce, al
menos en su inicio, a la vuelta de la esquina.
26-11-15
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