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martes, 24 de noviembre de 2015

Poder y corrupción, @jesusalexis2020



Por Jesús Alexis González, 23/11/2015

La corrupción, que no es de nueva data pero  se agrava cuando se materializa una concentración de poder político y económico en el Estado, a diferencia de aquellos países con mayor libertad económica. Venezuela, ha soportado en los recientes 16 años (1999-2015) un Gobierno que acumuló poder (capacidad de influenciar con el fin de obtener lo que quiere) al tiempo de contar con recursos financieros jamás previstos, todo ello con posterioridad de su llegada a la “conducción” del país en 1998 (luego del golpe de estado del 04/02/1992) presentándose como la salvación de la democracia y enarbolando como su principal bandera electoral la denuncia permanente sobre corrupción (política, administrativa, personal, etc) con basamento en la publica relación que existía entre política y negocios individuales, en un periodo donde el país reflejaba una eficiente división de Poderes y se contaba con mucho menos Presupuesto Nacional; y sin embargo se investigaron y sancionaron gran cantidad de casos de esta índole (incluido el propio Presidente de la República).

Durante el “proceso revolucionario” con cuantiosos ingresos y una subordinación de los Poderes con respecto al Ejecutivo Nacional en un marco de desenvolvimiento político hiperpresidencialista de implícito autoritarismo, se procura mostrar mediáticamente una Venezuela proba donde el alto gobierno es integralmente honesto (¿?) según se desprende del ínfimo número de anormalidades  colocadas en la balanza de la justicia al no vislumbrarse delitos de corrupción (¡!) lo cual, con suprema ingenuidad y una reduccionista visión monocausal, sería equivalente a “reconocer” tanto que la calidad moral del alto gobierno resiste toda tentación (¡!), como que no existe una complicidad consciente para dejar hacer y dejar pasar anteponiendo el deseo de permanecer en el poder por encima de la ética y la moral, hasta convertir la honradez en un auto-sacrificio que no da frutos.

La relación entre poder y corrupción, es mucho más profunda de lo que usualmente se admite al tiempo de soslayar la causalidad que brinda darle mayor relevancia a la “posición” que se ocupa que a la “importancia” que se tiene como persona (educación, experiencia, profesionalismo, etc); es decir se niega permanentemente el conflicto que existe entre la “posición” y la “importancia” que en muchos casos conduce al nepotismo (otorgar cargos a familiares y amigos al margen de sus méritos) que propicia una generalización de la corrupción política (mal uso público del poder para conseguir una ventaja ilegitima), con especial énfasis en la manipulación electoral para falsificar la voluntad popular teniendo como premisa mantenerse en el poder “como sea”.

Especial atención merece la corrupción administrativa, que conceptualizamos como los delitos que se cometen en el ejercicio de un cargo público a la luz del mal uso de los ingresos públicos al ser ejecutados (gastados) en una permanente instrumentación de operaciones de “ingeniería política” sin ideas y sueños, y solo apuntaladas por la obsesión de mantenerse en el Gobierno; al extremo de violentar la división de Poderes incluido un cinismo parlamentario de mayoría oficialista supeditado en sus actuaciones al Ejecutivo (y al proceso), con la participación de organizaciones partidistas sin doctrina perfiladas más como agencias de empleo y de negocios e integradas por muchos “conversos socialistas” que ahora se presentan como defensores del “pueblo” renegando, cual modernos fariseos, sobre acciones depredadoras del patrimonio nacional por parte de “aliados al proceso” bajo un enfoque de revolución amnésica en evidente temor al poder fáctico (ejercido al margen de la formalidad imponiendo presión para influir políticamente), al igual que al miedo de perder sus bienes mal habidos. Obviamente, que esa improvisación en materia económica de los 3 últimos lustros (1999-2014) ausente de políticas públicas coherentes y enfocadas a cancelar nuestra “deuda histórica” tanto con Venezuela como con otros países haciendo uso de los ingresos petroleros (p.ej. Misiones y Petrocaribe), tenía que irreversiblemente traducirse en indeseables desequilibrios observables en 2015 a pesar de haberle ingresado al país un monto superior a un billón trescientos mil millones de US dólares (más de 900 trillones de bolívares), mayoritariamente despilfarrados hasta conformar una reprochable situación caracterizada por, entre otros aspectos,  que el 73% de los hogares y el 76% de los venezolanos se encuentran en Pobreza de Ingresos, el 49% de los hogares se ubican en la categoría de Pobreza Extrema; que entre octubre 2014 y octubre 2015 la inflación creció en un 185% y la proyección de cierre está por encima del 200%; que las reservas internacionales al 17/11/15 apenas alcanzaron los 14 mil 672 millones de US$ con una participación del 11,6% del efectivo, un 77% en barras de oro y un 5,4% en DEG (moneda oficial del FMI que puede ser canjeada por divisas: dólares, euro, libra, yen y próximamente en yuan);  y en síntesis un obvio desabastecimiento, escasez, colas y hambruna.

En lo que se refiere a la corrupción personal, entendida como la apropiación ilegal de recursos del Gobierno y de los ciudadanos usuarios con relevante falta de ética, nos limitaremos a citar dos afirmaciones: (A) La de J. Giordani (Contrapunto.com, 07/07/15) que acompañó a H. Chávez en 12 de 14 años de su mandato, quien ya en 2009 infería sobre la necesidad de combatir la corrupción ante el evidente crecimiento del patrimonio personal junto con su poder político por parte de la alta burocracia (y sus relacionados), donde “el nuevo rico tiene que ser ostentoso, porque si no, ¿Cómo lo reciben en el Country Club, en La Lagunita (…). El viejo rico, ese ya sabe vivir desde hace muchas generaciones. Pero el nuevo tiene que mostrárselo a los demás, por que si no, ¿quién se da cuenta”.(B) La de Enrique Aristeguieta Gramcko (La Razón, 22/11/15): “(…) ha surgido una nueva burguesía producto del saqueo (…) la cantidad de personas que están nadando en millones de dólares y que antes eran unos pelagatos. Simple: esto es un nido de ladrones”.


Economista Jesús Alexis González 

@jesusalexis2020

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