Juan Marcos
Colmenares*, 29/11/2015
Es muy
cierto el refrán que dice “es mejor caer en gracia que ser gracioso”, porque en
Venezuela no es necesario tener grandes virtudes, conocimientos o estudios para
alcanzar éxito y reconocimiento, sino todo lo contrario. En nuestra historia,
de antes y de ahora, tenemos muchos y variados ejemplos.
Telmo Romero
fue un excéntrico personaje de la Venezuela del siglo XIX. Nació por el año
1846, unos dicen que en San Antonio del Táchira (Venezuela) y otros que en El
Rosario de Cúcuta (Colombia), pero no existe certeza de su lugar de nacimiento.
Negociante de ganado, jinete, coleador, charlatán y aficionado a las hierbas y
los menjurjes, pasó un tiempo en la Guajira aprendiendo los secretos de los
brujos indígenas. Aunque apenas sabía leer y escribir publicó su libro “El Bien
General”; suerte de recetario, fórmulas e indicaciones para tratamientos de
enfermedades y dolencias de todo tipo: Desde la epilepsia, sífilis, asma,
reumatismo, hidropesía, afecciones del hígado, tumores y hernias; hasta el
cáncer, cuyo tratamiento era un brebaje de sancocho de zamuro. El libro también
hacía referencia a afecciones de los animales, por eso fue considerado
igualmente como un compendio de veterinaria.
Estando de
paso por Caracas, Telmo Romero es recomendado a doña Jacinta Parejo de Crespo,
esposa del presidente Joaquín Crespo, cuyo menor hijo padecía de un mal que
varios médicos de la capital no habían podido curar. Es llevado a Miraflores,
donde comienza un tratamiento secreto mezclando hierbas y conjuros, y en
cuestión de días logra la recuperación del enfermito. Satisfecha doña Jacinta, se
gana el afecto del Presidente que al verlo le recuerda a su padre Leandro
Crespo, también curandero, quien sanaba con tacamajaca. (De allí el
venezolanismo “la tacamajaca de Ño Leandro”).
Agradecido
el general Crespo lo nombra “Médico Oficial de la Presidencia de la República”
y ordena publicar por la Imprenta Nacional varias ediciones del libro “El Bien General, colección de secretos
indígenas y otros que por medio de la práctica han sido descubiertos”.
Después lo autoriza a abrir la “Botica Indiana”, un expendio de medicinas en el
centro de Caracas. Luego lo nombra director del Hospital Lazareto de Caracas,
director del Asilo de Enajenados Mentales de Los Teques y administrador de
otras casas de salud, donde realizó curaciones y experimentos que aumentaron su
fama. Un día llegó a la universidad el rumor de que el “taita” Crespo lo
nombraría Rector de la Universidad Central y que en Consejo de Ministros nadie
se atrevió a oponerse. Los estudiantes protestaron por tal barbarismo,
marcharon hacia la “Botica Indiana”, le cayeron a pedradas y quemaron los
libros en una hoguera al pie de la estatua del Dr. José María Vargas.
Telmo
Romero, sin tener la más mínima preparación académica, ni educación, ni
cultura, llegó a las más altas esferas políticas, obtuvo los más altos
reconocimientos, era llamado “doctor”, escribió un reconocido libro y casi fue
rector de la Universidad Central de Venezuela.
Lo anterior
parece una historia ya superada. Pero por desgracia, la actualidad tiene
similitud con el pasado. El “taita” Chávez un militar autoritario, despótico,
santero y babalao; que reformó la Constitución a su gusto y manejó el país como
una pulpería; llevó a ocupar altos cargos públicos a una persona sin ninguna educación,
capacidad o preparación académica. Lo hizo diputado del Congreso Nacional,
diputado de la Asamblea Nacional, Presidente de la Asamblea Nacional, Ministro
de Relaciones Exteriores, Vicepresidente y actualmente es Presidente; sin por
lo menos haber comprobado que es venezolano por nacimiento, como lo exige la
norma constitucional.
Este nefasto
régimen nos ha degradado y retrocedido al siglo XIX; a tiempos de cucuteños, curanderos,
hechiceros y yerbateros.
*Abogado
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