Monseñor Baltazar Porras fue
elevado a Cardenal el pasado 9 de octubre por el Papa Francisco, quien hizo el
anuncio durante el Ángelus celebrado ese día en la Plaza San Pedro, en Roma.
Su nuevo cargo implica mayor
responsabilidad dice Porras, quien asegura que el Santo Padre tiene una gran
preocupación por lo que ocurre en Venezuela.
-¿Monseñor o Cardenal?
- Ni uno ni otro, el nombre
de pila, del bautismo es el que me hace hijo de Dios y hermano de los demás.
-¿Qué significa
para un sacerdote de la Iglesia Católica que el Papa lo nombre Cardenal?
- Una responsabilidad mayor.
En una ocasión me dijo el Papa, tú y yo somos privilegiados porque ¿Tú habías
pensado en ser arzobispo o yo en Papa? ¿Verdad que no? Pues ser privilegiado no
da privilegios sino obligación de servir. No te olvides.
-¿Se siente usted como
un emisario de Su Santidad Francisco para ayudar a lograr la paz en Venezuela?
- El Papa tiene una gran
preocupación por Venezuela y lo ha expresado de muchas formas en estos años. El
ha confiado plenamente en el episcopado, en la Conferencia Episcopal, y es su
mensaje: trabajar por la paz y el entendimiento de todos los venezolanos.
-¿Qué es lo que más le
preocupa de Venezuela en estos tiempos?
- Que por la imposición de
una ideología sectaria, en lugar de avanzar estamos retrocediendo en todos los
órdenes. Principalmente en el orden moral, pues hay un quiebre en los valores
que construyen: la fraternidad, la solidaridad, el respetar la pluralidad como
una riqueza. De allí que este año de la misericordia es un llamado a todos los
venezolanos, a echarnos la patria al hombro como decía Bergoglio.
-En mayo de 1957 se
dio un episodio muy importante y a lo mejor ya olvidado por los venezolanos que
fue la Carta Pastoral de Monseñor Arias Blanco leída en todas las iglesias del
país, ¿Significó esa Pastoral un grito de libertad en esos momentos?
- Ciertamente que sí. Cuando
no se podía hablar, ni decir que formar sindicatos era un derecho, Arias
Blanco, con coraje y sentido profético, habló recogiendo el grito de libertad
de todos los venezolanos. Y eso ayudó a tomar conciencia de que la dictadura no
era el camino del encuentro de los venezolanos.
-¿Cuál debe ser el
papel de la Iglesia cuando en los países se presentan conflictos políticos?
¿Deben los curas opinar en política, no se arriesgan a que los gobernantes
digan que tienen al diablo metido bajo las sotanas?
- El papel fundamental de la
Iglesia, de la jerarquía (obispos y sacerdotes), de los bautizados, es hacer
presente el mandamiento del amor al prójimo como uno mismo. Esto se logra, con
creatividad, y no sin problemas, metiéndose en la compleja realidad de las
personas e instituciones. Señalar los valores trascendentes que no puede
olvidar o dejar de lado ningún político, es función primordial del creyente.
Toda intervención en la vida
cotidiana, en el acontecer social, tiene una dimensión política: es decir,
trasciende la intimidad o la privacidad. Eso resulta siempre incómodo para todo
el que tiene el poder, pues lo que busca es que se le bendiga y no que se le
critique. En la historia de Venezuela, desde sus inicios republicanos, ha sido
una constante. Recordemos que en 1830 todos los obispos fueron expulsados. Esto
se repitió con los Monagas, con Guzmán, con Gómez... pero es una realidad
también, que fieles al Concilio Vaticano II, la postura de la jerarquía sobre
la realidad venezolana ha querido ser una ayuda, no una imposición. Y de eso
sobran los testimonios. Y la manera más cómoda para quien manda es decir que el
demonio está metido debajo de la sotana.
-El domingo 30 de octubre se
sentó Chúo Torrealba con la representación del Vaticano y algunos personeros
del gobierno, en esa reunión sólo planteó el representante de la MUD las
condiciones para un futuro diálogo. ¿Cómo hacerle entender a parte de la
opinión pública que esas reuniones no son una traición a la oposición?
- El Papa Francisco contestó
a los periodistas acerca de Venezuela, cuando regresaba en estos días de Suecia
que, sin diálogo, sin búsqueda de entendimiento, no hay posibilidad de salida.
Uno se sienta, debe hacerlo, no con quiere sino con quien le toca. Lo agudo de
la crisis, la necesidad de respuestas inmediatas, es lo que lleva alguna parte
de la gente a pensar que se está claudicando y no es así.
-Si se establece una
agenda para iniciar un diálogo ¿Cuáles deberían ser los puntos de esa agenda?
- Lo primero, respetar la
institucionalidad. Esto está desdibujado en el país. No existe sino un único
poder que manda a los otros poderes y estos obedecen sumisamente. Resultado:
falta de equilibrio, se abre el camino del abuso, de la corrupción, y de
olvidar que la primera obligación de todo gobernante es servir a las
necesidades de la gente.
En segundo lugar, hay que
dar muestras claras de que se quiere dialogar. No puede ser que exista un doble
discurso: uno en la mesa, otro ante las cámaras. Sin gestos concretos que
admitan la gravedad de la situación y la búsqueda de respuestas eficaces, el
camino se hace imposible. Allí entran los temas de los presos políticos, de la
libertad de expresión e información, del acoso a quienes disienten...
-¿Cómo podemos
transitar una salida pacífica?
- Para que se transite por
una salida pacífica, aplicar la Constitución es fundamental. No se puede
demonizar, por ejemplo, el Revocatorio como golpista. Es un derecho ciudadano
que lo puede ejercer. Tanto el Gobierno como la oposición dicen contar con la
mayoría de la gente. Pues, es el pueblo quien debe decidir, es a él a quien le
compete legitimar o no, el ejercicio del poder. No se puede dejar de lado a los
ciudadanos y convertir el diálogo en un acuerdo de las partes. La última
palabra la tiene el soberano. Hay que permitir que la ejerza.
-El 31 de octubre se
liberaron a un mínimo porcentaje de presos políticos y algunos de ellos con
excarcelación ya concedida ¿Está utilizando el Gobierno a esos presos políticos
como rehenes para hacer tiempo para beneficio propio?
- Los presos políticos son
numerosos y las condiciones en las que están son deplorables. No hay nada más
difícil de justificar que un preso político. Eso atenta contra la libertad de
disensión y contra la dignidad humana del preso, y de sus seres más cercanos
que sufren vejaciones. Hay que verles el rostro a los padres y familiares de
los presos políticos que acuden a las instancias de Iglesia, entre otras. Son rostros
de dolor, de impotencia, de sufrimiento. Esto no debe existir en una sociedad
que pretenda llamarse democrática.
-Si los liberaron
quiere decir que sí hay presos políticos.
- Lo que está a la vista no
necesita anteojos, reza el dicho.
-Para el día 3 de noviembre
estaba pautada una movilización hacia Miraflores. Esa movilización fue
suspendida, sin embargo algunos partidos siguen llamando a llegar a Miraflores
¿Usted piensa que esa movilización puede tener riesgo de violencia con toda la
represión de las últimas movilizaciones, sobre todo en el interior?
- Toda movilización que no
sea del oficialismo ha estado durante estos años sometida a la presencia de
grupos armados y desadaptados. Manifestar no es un delito, sino un derecho.
Toca al Estado garantizar que todo grupo pueda hacerlo sin riesgos. El poner
coto cerrado a determinados lugares, como son las plazas Bolívar de todo el
país, o las sedes del gobierno, son sitios públicos a los que todos, sin
excepción, tienen derecho a expresar lo que consideran justo. Ahogar toda
manifestación con una contramarcha, quiere decir que no hay espacio sino para
quienes siguen las directrices gubernamentales. Esto no es equitativo y por
tanto, es injusto.
-En una entrevista dada al
diario El Nacional usted expresó que el verdadero infierno lo estamos
viviendo los venezolanos en estos momentos ¿Por qué?
- Porque Venezuela es un
país privilegiado por diversas razones, con derecho a que todos vivamos en paz,
en armonía, desarrollando las capacidades de cada persona o institución. El
discurso de exclusión, de enfrentamiento, de desconocimiento de los derechos de
los otros, nos tiene padeciendo males innecesariamente: la falta de alimentos,
de medicinas, la carestía de todo, la falta de empleo digno, el miedo que se siembra
por disentir, nos tiene en los últimos lugares de todos los parámetros de
bienestar social del mundo. Y quien más sufre es la población más pobre.
-Como esta entrevista
pareciera estar hecha a un político, me gustaría que como sacerdote, Cardenal,
enviara un mensaje espiritual a los venezolanos en estos momentos tan difíciles
que estamos viviendo y que nos de esperanza, confianza y fe en el futuro.
- En los momentos de
dificultad y de crisis, la respuesta no es echarle la culpa al otro. Es
necesario sentirnos y ser protagonistas de nuestro propio destino, con respeto,
con constancia, con coraje, con una lectura de la realidad que nunca es sólo la
que uno tiene. La realidad social la vemos mejor cuando es producto del
análisis y la participación de sectores, mientras más diversos, mejor.
Como creyentes y/o personas
de buena voluntad, nuestra primera misión es la de aceptar al otro, verlo como
un hermano y no como un enemigo. No es tarea fácil pero sí posible. La fe es la
fuerza que mueve montañas y le da a la esperanza sentido de trascendencia. La
tarea de reconstruir el país no es obra de unos pocos, sino de todos. La vida
está plagada de dificultades y tropiezos, es lo normal. Crecemos, maduramos,
cuando nos ponemos en camino para superarlos.
La alegría de compartir con
los demás, pasa por aprender a ser samaritanos, es decir, asumir el mal del
otro como propio, porque es lo que desearíamos si nos encontráramos en
situación parecida. Como creyentes y como seres que seguimos el ejemplo de
Jesús, es el camino de la resurrección que pasa por la cruz de cada día. Que el
Señor y la Virgen nos acompañe en esta tarea.
05-11-16
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