RAFAEL LUCIANI 05 de noviembre de 2016
@rafluciani
Son ya
varios los llamamientos que el Papa Francisco ha hecho al presidente Maduro y a
los líderes políticos en el país en estos últimos tres años. Sus palabras han
insistido siempre en que «la justicia es lo único que puede asegurar el
bienestar espiritual y material de los ciudadanos» (marzo, 2016). En esta
ocasión, la respuesta del Pontífice responde a una petición de facilitación que
hiciera la Mesa de la Unidad meses atrás y que el Gobierno aprovechó
inesperadamente en su momento de mayor debilidad. De otra forma, nunca la
hubiese buscado en la forma en la que lo hizo.
Se nos
impone hacer un discernimiento ético como país ya que todos, por acción u
omisión, hemos sido cómplices de este mal. En situaciones tan complejas como la
nuestra la vía para lograr una transición sin muertes es a través de la puesta
en práctica de varios mecanismos simultáneos, como son: el inicio de un diálogo
político, las acciones que viene desarrollando la Asamblea Nacional, y el
ejercicio de cada ciudadano de los derechos que le otorga la Constitución. El
fin no es otro que el rescate de la institucionalidad democrática perdida.
La
diplomacia vaticana no nació ayer. Su larga experiencia en los diálogos
sociopolíticos es uno de sus grandes tesoros. Sin embargo, no podemos pensar
que la presencia de un delegado del Vaticano sea la solución o el fin de toda
posible salida. Una cosa es el facilitador para que se pueda dar el diálogo, y
otra la voluntad y la capacidad de las partes en proponer, negociar y poner en
práctica acuerdos que beneficien al bien común. El proceso de diálogo no
exonera a la oposición de seguir la lucha por los canales institucionales y
constitucionales que ya había iniciado.
El Papa
está muy claro en lo que estamos viviendo. Tanto el Nuncio como los obispos
venezolanos han sido sus interlocutores. La diplomacia vaticana está al tanto
de la inmensa corrupción existente, de los altos niveles de inseguridad e
impunidad, del ensañamiento ideológico y la violación de los derechos civiles,
de la escasez de medicinas y alimentos. El delegado del Vaticano, Mons. Claudio
María Celli, actual presidente para la Promoción de la Nueva Evangelización,
participó en la firma del primer acuerdo entre la Santa Sede y el Estado de
Israel, llamado Acuerdo Fundamental. Las negociaciones las dirigió en dos
niveles: un nivel de expertos, en el que se habló de todos los temas, y otro de
Asamblea Plenaria, que se encargó de debatir las disputas que pudieran surgir a
nivel de expertos. El resultado se consiguió en 1993 con la firma del acuerdo.
Mons. Celli también participa en el diálogo del Vaticano con los gobiernos de
China y Vietnam para propiciar las relaciones diplomáticas.
Nunca
se acepta una facilitación a menos que se llegue al convencimiento por parte
del ente facilitador de que la realidad no puede seguir así. Para esto se
necesita un diálogo porque ninguna familia en Venezuela desearía que sus
miembros fueran carne de cañón de quienes abusan de las armas. Por ello, a
pesar del malestar nacional, el Vaticano busca colaborar con el problema de la
legitimidad democrática en Venezuela. Su presencia neutral, a diferencia de los
otros facilitadores como Zapatero, puede contribuir a la despolarización político-ideológica
de las partes y a la búsqueda de una salida.
El
problema no es la participación o no del Vaticano, sino nuestra disposición a
enmarcar el diálogo como un parte de los otros dos mecanismos mencionados que
deben seguir en marcha en pro del rescate de la democracia.
Rafael
Luciani
Doctor
en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
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