Por Fernando Facchin B., 11/11/2016
El diálogo es un eslabón más de una larga cadena de
hechos que tienen sumido en la tragedia y la desgracia al país. El diálogo es
para el régimen un laberinto mental que le agobia y le aterra, pero con la
farsa del diálogo se ha burlado groseramente del país y ha emprendido groseras
violaciones a la CRBV, con el celestinaje judicial y del CNE. Por tal razón, la
oposición debe presentar una nueva estrategia de lucha política. En definitiva,
el diálogo no es el problema, pero tampoco es la solución. Estamos atrapados en
sórdidas malformaciones estalinistas que impone el régimen.
Por estrategia política debemos entender un patrón de
decisiones coherentes, unificador e integrador, que defina una proyección a
largo alcance para el desarrollo de la lucha a favor de la democracia.
Lamentablemente hoy esa proyección no existe. No se trata de ignorar la crisis,
sino verla como un aviso que nos da la historia, como un desafío frente al futuro.
La estrategia política a seguir debe estar fundada en los principios básicos de
la democracia social moderna.
En la actuación de los “caudillos” opositores se
observa una falta de coherencia, indefinición de objetivos y estrategias, lados
débiles de la alternativa democrática que actúa de forma errática, reactiva y
defensiva, nunca ofensiva, políticamente hablando, esto no es una crítica, es
la simple constatación de una realidad, que ha permitido que el régimen avance
sin obstáculo alguno violando nuestros derechos ciudadanos, se siente que
estamos desarticulados, se siente en el ambiente que no existe un verdadero
liderazgo que articule a la alternativa democrática, que demuestre capacidad de
unir y dirigir a un gran foro para compartir las estrategias y fijar un
objetivo común para consolidar una fuerza contundente, capaz de aglutinar a la
sociedad y hacer un solo bloque que actúe con audacia, sagacidad y un discurso
orquestado.
Es el momento preciso para preguntarnos ¿Qué país
queremos? Llegó el momento para que los venezolanos seamos capaces de
definir el país que queremos, necesitamos unidad nacional efectiva para
triunfar y luego participar mancomunadamente en la erradicación total de los
vicios que nos agobian y avergüenzan, debemos construir una estrategia y una
visión de país, requerimos un cambio estructural de abajo hacia arriba, tomando
como base para el mismo el protagonismo de la juventud y la sociedad quienes
demandan una dirigencia articulada, civilista y solidaria, con un discurso
unitario y coherente, para un lograr el cambio hacia la gobernabilidad
democrática, sin los endémicos vicios que todos conocemos. Defraudar a la sociedad
civil es muy peligroso.
Estoy convencido que no existe una estrategia política
efectiva para el momento actual. Sabemos cuál es el origen de los grandes
problemas que nos aquejan. Estamos conscientes que existe omnipresencia del régimen,
existe opresión, persecución, prostitución política y revanchismo. No hay
solución política ni jurídica por el quiebre constitucional. Lo único que
podemos esperar es un pacto político opositor que, con suficiente base
intelectual, moral, social y política, nos presenten una estrategia válida, nos
abra el camino para la solución donde la mediocridad política supera la
importancia del futuro.
Basta de diagnósticos erráticos y reactivos, esto no
es una crítica, es la simple constatación de una realidad, que ha permitido al
régimen avanzar sin obstáculo alguno; se siente que estamos desarticulados, por
cuanto cada quien trabaja por su lado, por sus propias individualidades, al
mejor estilo caudillista, se siente que no existe un verdadero liderazgo que
demuestre capacidad de unir y dirigir a un gran foro para compartir las
estrategias y fijarse un objetivo común para consolidar una fuerza contundente,
capaz de aglutinar a la sociedad y hacer un solo bloque que actúe con audacia y
sagacidad. La crisis persistirá mientras no tengamos una estrategia política
distinta a la del régimen.
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