Por Roberto Patiño
¿Cuál es la realidad de
Venezuela en el momento de escribir estas líneas?
Un país que atraviesa la
crisis más profunda de su historia, materializada en los terribles
padecimientos de su población como el hambre, la escasez de insumos médicos y
la violencia e inseguridad desproporcionadas, en medio de un caos económico,
político y social.
Las instituciones y
herramientas de gobierno y Estado están coaptadas por el régimen de Nicolás
Maduro, cuyo desempeño atenta en todos los niveles contra el país y cuyas
formas se han revelado de manera abierta como dictatoriales, en un panorama de
represión y persecución política.
Las vías democráticas para
la búsqueda de cambios y soluciones, que constituyen pactos básicos para la
convivencia entre los diferentes sectores de la sociedad, han sido cercenadas y
bloqueadas por el grupo en el poder, totalmente desconectado de las necesidades
básicas y de emergencia que vive el resto del país.
Las conversaciones
establecidas entre el régimen madurista y la MUD, se realizan en medio de esta
realidad. Confluyen enormes expectativas, gran desconfianza y confusión.
Resulta extremadamente difícil llevar a cabo un proceso de negociación cuyos
logros, a pesar de la importancia o efectividad que puedan alcanzar, serán
irremediablemente evaluados en contraste con las inmensas necesidades y la
terrible emergencia que los venezolanos experimentamos de forma implacable todo
los días.
Los ataques a la unidad y
las fracturas internas son factores que suman una crisis de representatividad
al ya complicado proceso, restando confianza y credibilidad a los actores
involucrados. Se debe reconocer el esfuerzo genuino de participantes como
Carlos Ocariz, que a pesar de las equivocaciones, intenta avanzar con la
herramienta del dialogo.
Esta es la realidad del
país. Esta nuestra realidad.
Es muy importante reconocer
la dimensión de la crisis y nuestra posición en ella. No para generar alarmismos
estériles y dejarnos abatir por la anomia, la impotencia, el miedo y el
egoísmo. Debemos asumir la realidad para comprender el momento que atravesamos
y entender que los cambios que debemos hacer requerirán de tiempo, gran
esfuerzo y valor.
Para embarcarnos en ellos
deberemos ampliar nuestra visión, apoyarnos en el otro y ser constantes. No
habrá soluciones inmediatas y cambios efectivos que sean bruscos y “mágicos”.
No habremos de hacer una sola cosa solo una vez, sino varias muchísimas veces.
Sobre todo,una sola persona no podrá tener todas las soluciones. Estas se
produciránúnicamente con el concurso y el consenso de todos.
En estos días se han
repetido los conceptos de “calle” y “unión”, como elementos clave para generar
los cambios, en un principio políticos, que la gran mayoría de los venezolanos
aspira: cambiar al régimen madurista y a sus nocivas políticas sociales y
económicas. Creemos que esto es verdad hasta cierto punto: lograr estos
objetivos, tan difíciles y complejos, representa sólo el comienzo de un largo
proceso de cambios que debemos asumir para la construcción de un proyecto
inclusivo y sostenible de país.
El momento de crisis nos
pide reformularnos lo que creemos es la “calle”. Debe transcender la
participación ocasional y episódica de la manifestación sin abandonarla, para
abarcar ámbitos en la organización local y la creación de redes de apoyo. Sus
objetivos no solo deben contemplar los grandes cambios políticos, sino también
atender a la solución de problemas inmediatos y a generar una nueva solidaridad
entre todos los que sufrimos los embates de la crisis y la emergencia nacional.
La unión que tanto deseamos
los venezolanos, debe ser reformulada y construida. Esta allí, latente, pero
nos exige un proceso de trabajo, aceptación y aprendizaje. De esfuerzo y
compromiso. No se producirá de ocasiones esporádicas o por necesidades
oportunistas. Saldrá a partir del reconocimiento, el respetoy la aceptación de
nuestra diversidad y situación. Deberá tener una expresión material,sincera y
verdadera,en nuestras relaciones con los demás.
Muestras de ello las podemos
encontrar en la calle. En Mamera, la señora Mílvida Alcázar ha creado una
Fundación Ayúdame, que opera desde su casa y alimentra a 60 niños de su
comunidad, a través de la autogestión y la cooperación con otras instituciones.
La organización Dona tus Medicamentes, por ejemplo, articula el intercambio de
medicinas a nivel nacional, concientizando a las personas para donar medicinas
que ya no utilizan antes de que se venzan. A título personal, la mañana en la
que escribo estas líneas soy testigo en la calle de como vecinos y transeúntes
ayudan a impedir el secuestro express de una muchacha , bloqueando el carro de
los secuestradores y enfrentando a los delincuentes, hasta frustar el secuestro
y lograr que los perpetradores se den a la fuga.
Estos casos, reales,
puntuales, nos hablan de nuestra realidad de hambre, crisis médica e
inseguridad, pero también de la realidad de personas que se reconocen en la
emergencia y, a pesar de la impotencia, el desánimo y el miedo, se apoyan entre
sí, logrando una diferencia, afectando positivamente su vida y la de los que le
rodean. Una muestra de la “calle” y “unión”, de la que no somos conscientes y
la mayoría de las veces no reconocemos, que hace frente a la realidad para
generar una nueva, esa que tanto estamos buscando.
Coordinador de Movimiento Mi
convive
Miembro de Primero Justicia
21-11-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico