Stefania Gozzer 14 de mayo de 2020
@Tefanieee
Preparando arepas en la habitación que compartía junto
a su hermana en Lima, Felimar Luque temía no volver a ponerse nunca más la bata
de médica que se tuvo que quitar cuando salió de Venezuela en busca de un
futuro mejor.
Hoy, tras un año en el que vendió arepas en un mercado
y medicamentos en una farmacia, vuelve a ejercer la medicina en un hospital.
Una oportunidad que ansió durante meses y que no le llegó hasta que ocurrió una
tragedia: la pandemia de covid-19.
"La esperanza era bastante lejana por el tema
económico", cuenta esta ginecóloga de 34 años, a quien se le hacía imposible
asumir el costo de homologar su título cuando llegó a Perú el año
pasado.
Ahora, ante la falta de profesionales de la salud para
atender de los casos de coronavirus que hay a nivel nacional, Luque ha sido
contratada para trabajar en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins, el complejo
hospitalario más importante de la seguridad social peruana.
Allí, se encarga de evaluar cómo evolucionan cerca de
200 afectados por covid-19.
Perú ha decidido permitir durante la pandemia
la contratación de médicos extranjeros , incluso aquellos que aún no
hayan terminado de realizar sus trámites para colegiarse. Es una medida que
también han tomado países como Chile, México y España.
Luque ha sido una de las beneficiadas. Como a muchos
de los 900.000 venezolanos que emigraron al país andino en los últimos años, a
ella, le había tocado empezar desde cero en su nuevo destino.
Es decir: dejar atrás 11 años de estudios
universitarios y cuatro de experiencia laboral, para, en cambio, comenzar los
días levantándose a las cinco de la mañana para amasar agua y harina P.A.N.
"Despertábamos para hacer las arepas y que
estuvieran calientes al momento de venderlas", recuerda.
"Vendíamos unas 30 o 35… No eran muy grandes
porque la harina P.A.N. es importada y costosa y queríamos obtener un poquito
de ganancia", le dice a BBC Mundo por teléfono en el descanso de su turno
en el hospital.
A dos soles cada una (US$0,6), ganaban entre US$18 y
US$21 cada día. Tres veces más que su sueldo mensual en
el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo, conocido por ser donde murió en 2013 el
exmandatario venezolano, Hugo Chávez.
Este monto, sin embargo, era insuficiente para vivir
cómodamente en Perú. Así que, recién llegadas a Lima, las hermanas vendían las
arepas por las mañanas y dedicaban el resto del día a buscar trabajo.
"El choque emocional era demasiado", cuenta
Luque. "Aparte, jamás había vendido nada".
"Todo en mi vida había sido estudiar, estudiar,
estudiar… El día en que decidí trabajar ya era médico y, desde entonces y ya
graduada, nunca había dejado de trabajar".
Dejar Venezuela
Felimar Luque era en Caracas especialista adjunta del
servicio de ginecología de un hospital de nivel 4, el más alto, es decir, con
un gran número de camas, área de terapia intensiva y de especialidades.
De pequeña, había decidido ser pediatra después de que una infección gastrointestinal le
llevara a acabar ingresada en un hospital.
"Me atendió una excelente pediatra, que fue muy
atenta conmigo. A pesar de no tener turnos, se quedó conmigo durante mi
hospitalización", recuerda.
"De ahí le dije a mi mamá: 'Quiero ser pediatra
porque quiero atender a las personas así como ella me atiende a mí".
Pero, a medida que estudiaba la carrera, fue cambiando
de opinión. " Me di cuenta de que la pediatría era bonita, pero a
la vez un poco triste ".
"Sobre todo el área oncológica me deprimía, así
que dije: 'No, prefiero ser ginecóloga, que así traes un bebé al mundo y, en la
mayoría de los casos, les das una alegría a los familiares". Todavía
recuerda su primer parto: varón, 3,5 kilos.
Los años tomando notas o sacando fotocopias de
libros que no podía permitirse comprar rindieron frutos: se graduó de
la Universidad Rómulo Gallegos con notas sobresalientes o, como se dice en
Venezuela, cum laude .
Un posgrado después, llegó a ser jefa de servicio en
un hospital grande. Pero era un puesto que también tenía desventajas que se
hicieron más agudas cuando el país empezó a verse golpeado por una dura crisis
económica.
"En 2012 ya empezó el déficit, pero se acentuó
muchísimo, muchísimo en 2014. En 2015, ya no teníamos absolutamente
nada , teníamos que solicitar al paciente que llevara sus insumos para
poder atenderle", hace memoria.
Alternaba
cuatro trabajos en dos clínicas y dos hospitales públicos para poder
mantenerse. Le alcanzaba, "ajustadita", y solo porque vivía sola y no
había formado aún una familia.
Pero
la falta de condiciones para atender a sus pacientes era lo que más le
afectaba.
"El
choque no lo vive el director del hospital, lo vives tú como jefe en tu área.
Eso ya me tenía un poquito inestable emocionalmente porque decía: ¿Cómo voy a
una guardia? Como recurso humano puedo hacer cualquier cosa, pero me atas de
manos porque no tengo cómo resolver al paciente porque no tengo insumos".
Estas deficiencias le hicieron pasar por situaciones
tensas, como cuando tuvo que resguardarse para no ser agredida por el
familiar de una paciente .
"Había sido referida de otro hospital y, en ese
momento, nosotros no contábamos con servicio de quirófano porque no había aire
acondicionado y solo estábamos atendiendo estrictas emergencias",
recuerda.
"La paciente estaba en un inicio de trabajo de
parto… Tenía oportunidad de ir a otro centro a ver si la podían atender".
El familiar montó en cólera, estallando en reclamos e insultos contra ella y un
colega, que eran los encargados del servicio aquel día.
"Tuvimos que permanecer encerrados en la
habitación porque si salíamos nos podían agredir", afirma.
Choque emocional
Episodios como este la llevaron a iniciar la
homologación de su título en España para emigrar allí.
"Mi temor era: 'se me va a morir una paciente por
el simple hecho de que en el hospital no hay tan siquiera sangre para
transferirle o no hay una jeringa, nada…' Que me llegue un paciente crítico y
no pueda resolverlo, no porque no tenga conocimiento, sino porque no tengo los
recursos para atenderlo".
Pero las trabas burocráticas , tanto
en España como en Venezuela, y la ralentización de los trámites en las
instituciones de este último país hizo que, a inicios de 2019, se decidiera a
seguir a su hermana a un destino más barato y menos complicado: Perú.
A
diferencia de miles de sus compatriotas, ellas tuvieron la "suerte"
de poder viajar hasta allí en avión.
Pero
eso no logró amainar un cambio tan brusco: "En Venezuela siempre tuve
trabajo, muchísimo trabajo. Pero una vez que vengo para acá, nunca había
vendido y había que relacionarse con cualquier persona".
"Pero era más que todo el choque emocional: eras
una persona reconocida en tu país. En mi caso, yo era jefe de servicio
porque era especialista adjunta del servicio de ginecología ya con
cuatro años de experiencia como tal. Y sí, el choque es bastante fuerte en ese
sentido".
"De verdad que me sentía bastante mal".
Junto a su hermana, pidieron permiso en un puesto de
un mercado cercano a donde vivían para ponerse de pie al lado a vender las
arepas. El comerciante se lo permitió.
"Entonces hice mi currículum, lo dejé por locales
comerciales, farmacias. Llamaba a los anuncios para cuidar bebés, cuidar
abuelitos". Menos de un mes después de llegar, consiguió empleo en una
farmacia donde trabajaba seis días a la semana por el salario
mínimo .
¡No tenemos gente!
Poco a poco, fue reuniendo y validando los papeles que
necesitaba para homologar su título de médico general.
"Registré mi título… pero hubo un freno porque me
exigían estudiar un año más", cuenta. No podía permitírselo: su hermana
tenía problemas para encontrar empleo y de su salario salían la manutención de
las dos y el dinero que enviaba a sus padres, en Venezuela.
"Decidimos oye, nada, a reunir plata. A ver si se
puede lograr de alguna forma en algunos meses".
Casi a finales de 2019, vio un anuncio en Instagram:
la ONG Unión Venezolana en Perú estaba ayudando a médicos venezolanos a
convalidar sus títulos. La organización ha reunido en los últimos dos años un
listado de 39.000 inmigrantes venezolanos con estudios, cuyos datos se los
ofrece al gobierno peruano para ayudar a cubrir vacantes difíciles de llenar.
Tras una dura selección que empezó con 150
profesionales, Luque acabó siendo una de los 20 que recibió la ayuda de
la ONG y de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) para poder
colegiarse en Perú .
"Tuve que pasar varias pruebas y cursos",
asegura. "A veces nos decían el mismo día o la noche anterior: 'Hoy,
urgente, tienen que ir a tal sitio'. Y bueno, ese día le pedía permiso a mi
jefe y gracias a Dios fue bastante tolerante. Me decía: 'Tranquila'. Luego, eso
sí, tenía que pagarle las horas como sea".
Pero
incluso cuando su nombre apareció oficialmente en la base de datos de médicos
colegiados de Perú, encontrar trabajo como tal siguió siendo una tarea
complicada.
En tres meses, solo llamaron para dos plazas lejos de
Lima, de donde no quería irse.
"Conseguí un puesto de asistente de cirugía
plástica. Realmente, no es mi área, solo llenaba historias de los pacientes y
hacía las tareas de las enfermeras".
Con la pandemia, la clínica cerró: "Lo que más me
angustiaba era que yo tengo que enviar dinero a Venezuela porque mis
papás lo necesitan … Era estresante: quedarte sin dinero en un país
donde no tienes nada".
Hasta que un colega le avisó de que la seguridad
social peruana, EsSalud, estaba contratando médicos para afrontar la pandemia
de covid-19.
Como muchos países de la región, Perú cuenta
con menos médicos de los que necesita , según refleja un informe del
Ministerio de Salud de 2018: apenas 13,6 médicos por cada 10.000 habitantes en
vez de los 23 que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A esto se suma el hecho de que muchos se han dado de
baja porque su edad o historial médico los hace especialmente vulnerables al
nuevo coronavirus.
Por ejemplo, en Lambayeque, una de las regiones más
afectadas por la pandemia y en la que se han tenido que construir cementerios
temporales para enterrar a los muertos por coronavirus, el director
del Hospital Regional explicaba a principios de mes que, pese a tener 60 camas
libres con punto de oxígeno, no las podía usar:
"¡No tenemos gente! ¡No tenemos gente! ¡No
tenemos gente!", gritaba con desesperación en una entrevista con la
emisora pública, RPP.
Talento desaprovechado
Carlos Scull, nombrado embajador de Venezuela en Perú
por Juan Guaidó, aseguró en una radio local que hay unos 1.000 médicos
venezolanos en Per ú -de los que solo entre 200 y 300 están
colegiados- y unos 3.000 enfermeros.
Otras fuentes como la campaña "Tu causa es mi
causa" eleva a 4.000 el número de médicos venezolanos que podrían unirse
al esfuerzo del sistema de salud peruano contra la pandemia.
Al menos uno de ellos, Felimar Luque, empezó a
trabajar en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins el lunes de la semana
pasada: "Es hermoso, se parece al hospital en el que yo trabajaba [en
Venezuela]".
"Me siento bien, a pesar de la pandemia, haciendo
lo que más me gusta", dice. Ahora gana ocho veces más de lo que
recibía en la farmacia . Su hermana, abogada, ha tenido menos suerte y
ahora trabaja cuidando a una mujer mayor en una provincia al norte de Lima.
"El venezolano tiene una necesidad de tener un ingreso
y ejercer su profesión", dice Garrinzon González, director de Unión
Venezolana en Perú. En los años que lleva frente a la ONG, ha visto a muchos
compatriotas experimentados y con estudios superiores haciendo trabajos no
cualificados.
"Es un activo que se está perdiendo el Perú en
vez de beneficiarse con estos profesionales cuyos estudios fueron un gasto que
hizo otro Estado. Y más cuando hay vacantes", afirma.
Del listado de 39.000 profesionales venezolanos que
ofreció al Estado peruano, calcula que solo el 10% consiguió empleo.
Él espera que la experiencia de echar mano de
profesionales sanitarios venezolanos durante la pandemia sirva para abrir las
puertas a otros sectores .
Luque tiene un contrato de solo tres meses,
prorrogable por otros tres meses más si la pandemia se extiende. Aunque, así
como cuando soñaba con volver a ponerse la bata mientras preparaba arepas, le
sobran esperanzas.
"Aunque el contrato dice 'solo pandemia', yo
confío, Dios quiera, que nos dejen trabajando como tal. Ya ellos saben que soy
especialista, que estoy en proceso de mi registro nacional de especialista acá
en Perú. Y si no, bueno, como médico general, que ya tengo todo legal".
"Si la posibilidad está, sería genial quedarnos
acá trabajando".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico