Por Marino Alvarado
Más de cinco
millones de venezolanos han cruzado nuestras fronteras en
los últimos años buscando un futuro mejor. Buena parte de ellos ha logrado un
mínimo de estabilidad y, progresivamente, se van insertando en la dinámica
social de los países de residencia.
Otros, desafortunadamente,
viven en condiciones muy difíciles. Viven del día a día, e incluso como
indigentes. Huyeron del hambre y les encontró el hambre. Con la esperanza,
eso sí, de empezar a estabilizarse.
Pero llegó la pandemia
del COVID-19 a esos países y agudizó la difícil situación de vida de
muchos. Tan crítica se les puso que muchos decidieron regresar caminando,
con el mismo sacrificio como se fueron. Miles de kilómetros recorridos con el menor
equipaje posible y sometidos a múltiples riesgos. Un drama nunca vivido en
América Latina y que tiene su origen en el desastre económico y social que
produjo Maduro y su cúpula.
Al retornar, la respuesta de
ese mismo gobierno que los obligó a huir a otros países ha sido recibirlos con
desprecio. La ministra del gobierno de facto Iris Valera brilló con el falso
humanismo que pregona. El 15 de abril, a través de su cuenta de Twitter,
indicó: “Ante el retorno de los fascistas y golpistas camuflados, necesario es
reflexionar sobre la naturaleza del escorpión. No estoy de acuerdo con darle
nuevamente casa y facilidades más allá del retorno con vigilancia a
quienes vendieron casas de GMVV o vehículos del gobierno”.
Recibir y apoyar a los
retornados
¿Es la manera de tratar a
personas humildes? En un momento en que más necesitan apoyo ante su
difícil situación no solo con comida, ropa y otras necesidades; sino soporte
psicológico, pues llevan mucho sufrimiento, la “revolución” les responde con
descalificación y humillación. Además se ven forzados a estar en condiciones
indignas durante el confinamiento, como lo han venido denunciando familias en
Táchira, Lara, Carabobo y Apure.
La alta comisionada para los
derechos humanos, Michelle Bachelet, consciente de la necesidad de atender con
dignidad a quienes retornan a sus países por la emergencia del
coronavirus expresó: “Cuando los migrantes
desean regresar voluntariamente a sus hogares, los gobiernos tienen la
obligación de recibirlos y de velar por su acceso a la atención sanitaria. Si
los gobiernos no lo hacen, colocan a los migrantes en situaciones de extrema vulnerabilidad,
en particular durante la actual pandemia”.
Como pueblo,
estamos obligados a actuar de manera diferente a esos que detentan de
facto el poder y desprecian, criminalizan y discriminan a nuestros compatriotas
que retornados. En nuestras comunidades debemos brindarles todo el apoyo
posible y animarlos. Bien lo dijo un religioso en días pasados: “No pesan,
son nuestros hermanos”. ¡Bienvenidos!
03-05-20
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