Agencia 04 de febrero de 2022
El 4
de febrero de 1992 el nombre del entonces teniente coronel Hugo Chávez se hizo
familiar para los venezolanos. Al frente de dos mil soldados lideró un golpe de
Estado que fracasó, pero que le sirvió para, siete años más tarde, llegar a la
Presidencia de Venezuela con una idea fija en su mente: “cambiarlo todo”.
“Lamentablemente,
por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad
capital”, dijo tras su fracaso un Chávez delgado, cariacontecido y todavía
tocado con su boina roja de paracaidista.
Frente
a los principales micrófonos del país, se reconoció como un militar fallido,
pero comenzó a construir su mito político. Los venezolanos, muchos de los
cuales le veían por primera vez, le escucharon prometer que vendrían “nuevas
situaciones” que iban a permitir “al país enrumbarse hacia un destino mejor”,
reseña EFE.
Nace el mito
Más
allá del golpe contra un gobierno democrático que encabezaba el presidente
Carlos Andrés Pérez (conocido popularmente como CAP), la consultora política
venezolana de Dataestrategia y profesora de comunicación política de la
Universidad de Navarra Carmen Beatriz Fernández explica a EFE que ese día
supuso también que Chávez se anotara “éxitos enormes desde el punto de vista
político”.
“La
sociedad, como un todo, no condenó el golpe de Estado, sino que, por el
contrario, Chávez da un magnífico discurso de un minuto, donde buena parte de
la sociedad ve en ese militar unas virtudes que no estaba viendo en la
sociedad”, comenta.
Fue,
agrega, “esa capacidad de hacer mea culpa” y asumir el fracaso de su golpe
contra CAP.
“En
esa capacidad de hacerse cargo del fracaso y asumir los costos del fracaso
vieron un gesto de hidalguía y responsabilidad, muy distinto a lo que fue
Chávez después. Cuando empezó a gobernar (en 1999) todo fue evadir culpas”,
agrega acerca de ese primer dardo lanzado por el militar a los venezolanos.
El
mero mensaje es una muestra del caos de la jornada. CAP, un socialdemócrata que
vivía su segundo mandato, volvía del Foro Económico Mundial de Davos en el que
había expuesto su programa de reformas económicas y exhibido su popularidad
exterior.
Sin
embargo, en el país, estas medidas, que incluían el aumento del precio de la
gasolina o las tarifas del transporte, generaron un profundo descontento que
minó el capital que Pérez se granjeó en su primer mandato (1974-1979).
Ese
contraste presentó a Chávez como su antítesis y, según explica Fernández, “hubo
una respuesta de la sociedad ante ese golpe que glorificaba a los golpistas” e
hizo de su líder “una figura muy importante que “terminaría llevándolo a la
Presidencia”.
Un
golpe contra el sino de los tiempos
El
golpe de Chávez, que sus herederos califican apenas de “rebelión
cívico-militar”, no solo estuvo dirigido contra un presidente electo en las
urnas, sino también con lo que, en ese momento, parecía el sino de los tiempos.
La
caída del muro de Berlín y el final de la Guerra Fría llevó ese mismo año al
estadounidense Francis Fukuyama a proclamar el fin de la historia y el triunfo
de las democracias liberales, un movimiento que parecía tratar de
eludir el militar venezolano.
El
sentido contrario que adoptó, supuso para Fernández “el comienzo de lo que
estaba pasando”, pues, en el mundo y después del teniente coronel “han venido
muchos otros Chávez que no siguen el guion del fin de la historia”.
“Chávez
fue un precursor de lo que estamos viendo en el mundo, es un punto de inflexión
donde los avances de las democracias globales pararon”, destaca la politóloga.
Su
llegada al poder y el éxito de unas propuestas basadas en el nacionalismo y la
justicia social han traído lo que Fernández considera como “el deterioro de la
democracia venezolana”, pero todo comenzó con “una canallada y un atentado
contra la democracia” de la que mañana se cumplen 30 años.
Ese
golpe del 4F (4 de febrero) ha quedado en el imaginario de los chavistas y
pervive como parte de los símbolos del hombre al que vieron por
primera vez una noche de tiroteos.
Se
identifican poniéndose un brazalete con la bandera de Venezuela, así como
hicieron los golpistas para distinguirse de los leales al Gobierno legítimo,
reducen la jornada a una “rebelión” o ahora, tras su muerte, proclaman que
viven “el 4F por ahora y para siempre”. El golpe de Estado les formó e
identificó y de su memoria siguen viviendo.
Tan es
así que su heredero, el que ocupó el Palacio de Miraflores a su muerte,
prometió seguir su legado y cumplir su promesa.
“El
comandante Hugo Chávez lo cambio todo, para eso vino. Y quiero decirles a
ustedes (…) que yo estoy aquí, al igual que Chávez, para cambiarlo todo, para
continuar la revolución”, advirtió Nicolás Maduro en 2013, poco después de llegar
a la Presidencia, frente a un nutrido grupo de militares.
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