Escrito por Trino Márquez
Jueves, 02 de Agosto de 2012
El candidato a la tercera reelección y
al continuismo en cada una de sus interminables intervenciones, muchas en
cadena nacional, insiste en que el 7-O el país habrá que decidir entre el
capitalismo decadente, cruel e inhumano, y el socialismo radiante
y humanista. El primero expresa los intereses de los apátridas y
majunches; el segundo, los principios de los patriotas. Henrique Capriles y él
encarnan ese antagonismo entre las fuerzas del mal y las del bien.
La grandilocuencia del teniente
coronel no logra ocultar la trampa que se oculta tras su forma maniquea de
plantear la supuesta disyuntiva. Lo que en realidad se decidirá el próximo 7-O
es si el país continúa avanzando por el camino de la dictadura de corte
comunista, o si damos un paso significativo hacia la reconquista de la
democracia y la libertad.
El capitalismo representa una forma de
organización de la producción en la que predomina el libre mercado. Se
fundamenta en la protección de la propiedad privada, el incremento de los
bienes y servicios sobre la base de la introducción de la tecnología, la
división y especialización del trabajo, la competencia entre diversos agentes,
y la búsqueda de beneficios con base en la producción en gran escala y en
la productividad. Podrían agregarse otros atributos, pero estos son esenciales
en su definición. El capitalismo, aunque asociado desde sus orígenes al
liberalismo y a las sociedades abiertas, no pretende constituirse en una
doctrina, ni en una cosmovisión de la sociedad y el Estado, rasgo que sí posee
el comunismo.
El capitalismo en cuanto concepto
preexiste a Marx, pero es el creador del “socialismo científico” quien lo
populariza a partir de El Capital. Ni Adam Smith ni ninguno de los otros
pensadores liberales difunden la categoría. Quien lo hace es la izquierda
marxista, con el exclusivo fin de satanizar ese modo de producción. Marx resume
en la plusvalía, la transformación del trabajo en mercancía y la alienación de
los trabajadores, los rasgos medulares, que le confieren al capitalismo una
naturaleza intrínsecamente explotadora.
El hecho de que el capitalismo sea un
modo específico de organizar el sistema productivo permite que se avenga con
regímenes políticos de todo tipo, incluidos algunos autoritarios que profesan
de forma oficial, aunque no real, la idelogía marxista. China, Vietnam y
Birmania ejemplifican este maridaje.
El capitalismo, o economía de mercado, jamás ha tenido ataduras umbilicales con la democracia, aunque donde más se ha desarrollado y obtenido sus logros más espectaculares es en naciones democráticas.
El capitalismo, o economía de mercado, jamás ha tenido ataduras umbilicales con la democracia, aunque donde más se ha desarrollado y obtenido sus logros más espectaculares es en naciones democráticas.
En cambio el comunismo desde sus
orígenes ha estado ligado al autoritarismo y a su expresión más perversa: el
totalitarismo. El comunismo, a diferencia del capitalismo, forma parte de una
visión global e integral del mundo. Producto del pragmatismo de sus
dirigentes más lucidos, el comunismo puede acoplarse a la economía de mercado,
pero jamás será compatible con la libertad y la democracia. Existe una visión comunista
de la política, la sociedad, el arte, la educación, la cultura., el deporte.
No hay campo en el que los comunistas
no pretendan imponer su criterio, siempre sectario y arrogante. Comunismo evoca
partido único, pensamiento único, desaparición de la libertad individual y del
libre albedrío. En el comunismo se irrespeta y persigue a la oposición, se
desprecia a las minorías, se elimina o constriñe la libertad de
expresión e información. Bajo la bota comunista no se construyen
consensos, sino uniformidades a partir de la represión, la amenaza, el
chantaje, la extorsión. En la esfera de lo político solo entran los que
comparten los ideales del Gobierno, por convicción o sometimiento. .
El chavismo representa un aborto del
siglo XXI. Ni siquiera los países de la ALBA se han dedicado con tanta saña a
expropiar, confiscar y atacar la propiedad privada como lo ha hecho este
régimen. Sin embargo, el rasgo dominante que lo convierte en un peligro letal
para la democracia y la libertad es su vocación hegemónica y totalitaria. El
desprecio que siente por los adversarios, el desconocimiento de las
instituciones y reglas de la vida republicana, la incitación a la violencia,
hacen de él una excrecencia autoritaria incompatible con la posibilidad de que
Venezuela pueda encarar con éxito los retos del desarrollo en un ambiente de
libertad.
El 7-O, Venezuela deberá optar entre
la barbarie comunista y la democracia. No hay otras alternativas.
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