Escrito por Luis Homes Jiménez
Lunes, 27 de Agosto de 2012
Varios sentimientos encontrados me
afloran con la tragedia ocurrida en el Centro de Refinación Paraguaná (CRF) el
pasado sábado25 de Agosto. En primer lugar, el asombro ante la magnitud del
accidente-tragedia: Al momento de escribir de esta nota, se han reportado
más de 40 fallecidos y más de 80 heridos, indicando el Obispo Roberto Luckert
que las cifras de muertos, desaparecidos y heridos va mucho más allá de lo
anunciado por el gobierno. Las fotografías y gráficas que han proliferado por
todos los medios de comunicación, da cuenta de la magnitud del desastre material,
pero sobre todo humano, que afecta a los habitantes de la Península de
Paraguaná. Nos hacemos solidarios con el dolor de nuestros hermanos de Falcón.
Como cristianos pedimos a Dios para que brinde el sosiego y paz a las almas que
partieron en este nefasto accidente. Y pedimos fortaleza a los familiares que
deben sobre llevar esta lamentable situación. Solo la fé, podrá hacerlos
levantar de esta tragedia.
No puede escapar del análisis social y
político un evento de esta magnitud. El gobierno asumió como le correspondía en
estos casos, el control y la vocería de todo cuanto acontece en el CRF, pero
menospreciando la magnitud de los hechos. Fue sorprendente ver al Ministro
Rafael Ramírez afirmando que en dos días la situación estaría controlada en la
refinería, mientras el humo y la llamarada colmaban la escena a su alrededor.
Más sorprendente me parecieron las declaraciones del gerente del CRF,
destacando la eficiencia de la “nueva PDVSA socialista” en la atención de la
emergencia, olvidando el “pequeño detalle que: “…desde el 2003 a febrero de
este año han ocurrido explosiones, incendios y escapes de gases. Más de 300
accidentes graves reseñados por los medios de comunicación, con lamentable
saldo de 77 trabajadores fallecidos y 267 lesionados seriamente, sin incluir la
tragedia del sábado…” como lo indicara Eddie Ramírez en un artículo publicado
el pasado fin de semana en el portal www.lapatilla,com.
El presidente visita la zona del
desastre 36 horas después y rechaza de plano las versiones ampliamente
difundidas por vecinos de que se sentía un fuerte olor a gas, desde la tarde
del viernes. Para no perder la costumbre, arremete contra una periodista
extranjera de RCR Colombia y la acusa de falta de ética. Minutos después indica
que “la función debe continuar”, como si estuviéramos frente a película
taquillera. Sorprende la cara de relajado, de tranquilidad y de
imperturbabilidad con que un jefe de estado visita una zona de desastre. Pero
cumple su misión de “ascender post mortem” a los guardias nacionales que
fallecieron en la tragedia. Y deja escapar la perlita de que ninguna hipótesis
se descarta en el accidente. Todo parece un teatro absurdo, tirado de los
pelos, una comedia sin sentido. Porque hasta la fecha, no se ha visto una
declaración enérgica, fulminante, con el propósito de determinar
responsabilidades claras y definitivas, no solo en esta tragedia del CRP, si no
en todas las que han afectado a la industria petrolera en esta época de la
“nueva PDVSA socialista”.
Ya se ha denunciado hasta la saciedad
la falta de mantenimiento en nuestra principal industria. Que esta lamentable
tragedia nos sirva para pensar los gobernantes que queremos y el país que
merecemos.
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