Luis Manuel Esculpí 11 de noviembre de 2014
Esta cotidianidad abruma. Las exigencias
consuetudinarias ocupan el firmamento, la acción táctica se funde con la
estrategia, las demandas de la coyuntura no están disociadas de los
requerimientos del mediano y largo plazo. La conducción política requiere
asimilarlas. Alcanzar el éxito en próximos eventos, especialmente en el proceso
electoral del año que viene, puede resultar decisivo para dilucidar el futuro.
Estamos conminados a extender nuestra mirada, a "encender las luces altas,
junto a las bajas". A elevarnos por encima de la pequeñez y actuar con
sentido de grandeza. No es una ilusión utópica, es una obligación y un
propósito trascendente.
Los medios igualmente no se disocian de
los fines, los propósitos unitarios trascienden lo electoral y sus metas
colindantes. La Unidad para nosotros tiene un justo sentido estratégico en su
acepción más cabal.
La Unidad resulta imprescindible para
construir una sólida alternativa a lo existente, esa misión no se agota el día
que se derroté al régimen autoritario y militarista; su alcance también será
imprescindible para asumir las tareas de la reconstrucción del país, su tejido
institucional y para alcanzar la reconciliación entre los venezolanos. Estamos
convencidos que no existe organización que, por sí sola, ni por más
personalidad ni liderazgo que posea, o crea poseer, esté en condiciones de
cumplir con éxito las complejas tareas de las exigencias planteadas. No se
trata de añorar un regreso al pasado, el esfuerzo de reconstrucción supone un
alto grado de imaginación, una notable elaboración intelectual y una inmensa
labor de dirección muy amplia, que nos coloque a un alto nivel de
competitividad frente a los desafíos de la modernidad en todos los órdenes de
la vida social y política. Lo que supone la conformación de un nuevo y amplio
Acuerdo Social.
Toda transición constituye un
acontecimiento original, así lo demuestra la experiencia histórica universal, e
incluso las que se produjeron en determinados períodos en Venezuela. Las
transiciones no son transportables, ni exportables. Es innegable que resulta
sumamente atractivo estudiar y reflexionar acerca de esos interesantes
procesos.
Imagino que nuestra transición de tener
semejanza con alguna, sería con la chilena, sobre todo por el acuerdo a largo
plazo de la Concertación que le permitió gobernar durante dos décadas. No
oculto, que además de las lecturas mi visión está influida por la vivencia de
tres momentos estelares de ese proceso: fui testigo internacional en el
referéndum durante la dictadura donde triunfo el NO, estuve igualmente en las
elecciones donde ganó Patricio Aylwin y más recientemente participe de un
seminario en Santiago, donde se evaluó la derrota electoral de la Concertación.
Más allá de nuestras vivencias, la
naturaleza de la alianza opositora en nuestro país debe adquirir alguna de las
características de la Concertación en la nación sureña. También es cierto que todas
las transiciones poseen además de sus especificidades, algunos rasgos que le
son comunes. En tal sentido existen enseñanzas que no debemos olvidar.
@lmesculpi
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