Por Miguel Méndez Rodulfo, 16/10/2015
Se ha comentado sobre la posibilidad de que el gobierno al verse
perdido, suspenda las elecciones; tal eventualidad, no descartable, enfrentaría
al régimen al mismo resultado que si las hace: igual va a perder. De manera que
el dilema al cual está sometido el gobierno no tiene una salida fácil, mucho
menos favorable al PSUV. La gente quiere votar, eso lo comprueban todas las
encuestas y ese deseo esconde unas ganas enormes de “patear” al modelo caduco y
ruinoso que nos desgobierna. El régimen debe pensar cuidadosamente su intención
de no efectuar, o aplazar, las elecciones parlamentarias, porque la gente ha
elegido el 6D como la fecha límite hasta la cual va a propiciar un cambio
pacífico. El pueblo venezolano se quiere dejar oír y lo va a hacer de una
manera categórica, con un rotundo rechazo a todo lo que huela a Maduro y al
viejo chavismo; de manera que si se le birla ese gusto, puede arder Troya.
Ahora, si el gobierno actúa más sensatamente y efectúa las elecciones,
pueden darse varios escenarios; sin embargo siempre se va a llevar una paliza
en el número de votos a favor de la oposición. Esto no es poca cosa y es un
elemento que debemos destacar de forma significativa, resaltando la condición
de minusvalía, que por primera vez en 16 largos años, finalmente habrá llevado
al régimen al constituirse en una minoría que no podrá sostener la
gobernabilidad del país. Ese triunfo resonante en votos, que quedará claramente
evidenciado, debe serle restregado a los que hasta ese momento se han sentido dueños
del país, para que se ubiquen en su nueva realidad, ya que siempre intentarán
minimizar esta clamorosa conquista, basados en la contabilidad de los curules,
la cual habrá respondido al diseño amañado que hizo el CNE de los circuitos. De
manera que en primer lugar hay que hacer alarde de los votos logrados.
El resultado electoral, de acuerdo con todos los sondeos, nos otorgará
la mayoría simple de la Asamblea Nacional; pero también, y muy a pesar de toda
la trampa urdida por el CNE, podríamos tener la mayoría calificada, ya que el
descontento popular y el rechazo contra el gobierno es tal que habrá una
avalancha de votos opositores. Esto abriría el control de la asamblea a nuestro
favor y colocaría en manos opositoras importantes comisiones e inclusiva la
propia Presidencia de la AN. Desde esta plataforma, desde este importantísimo
Poder Público, Venezuela comenzaría a disfrutar de nuevo, después de más de
tres lustros de secuestro institucional, de una real y verdadera autonomía de
los poderes públicos, algo largamente ansiado. Se abriría entonces una renovada
agenda legislativa, una interpelación del poder Ejecutivo, un real control
legislativo, un verdadero foro para el debate de las ideas políticas y un
dinámico parlamentarismo de calle.
Este escenario, por supuesto, parte del hecho de que el gobierno y sus
secuaces acepten democráticamente la derrota electoral y permitan que la
oposición ocupe los espacios legislativos obtenidos en buena lid. De no ocurrir
eso, si impera la proverbial actitud de guapetón de barrio del régimen y no se
reconoce el triunfo, se nieguen los espacios o se impida a la nueva asamblea
operar, se habrá abierto la caja de Pandora y cualquier escenario es factible.
De todas maneras, Maduro y su camarilla están echando el resto,
raspando el tesoro nacional, echando mano de cuánto dinero puedan conseguir y
de cuanto ardid puedan aplicar, para llegar al 6D. El problema es que pasará el
7, día en que el gobierno no tendrá ni como pagar la nómina pública, la
inflación irá embalada al 300% y la escasez al 80%.
Miguel Méndez Ridulfo
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