Por Arnaldo Esté
Se ganarán las próximas
elecciones y, muy probablemente, con una importante superioridad. Entre otras
cosas, las señas desesperadas de los jefes del gobierno lo evidencian. Eso de
confesarse delincuentes y violadores de la comunicación privada y apresurarse a
sustituir con fieles –más fieles– las jubilaciones terminales del Tribunal
Supremo (supremo!!) de Justicia, lo revelan.
Pero ni con mucho la cosa estará hecha. No es asunto de regresar a un pasado fracasado que nos trajo a este presente.
Se tratará de construir un
país.
Por mucho tiempo, y tal vez
desde su nacimiento, el camino estuvo errado. No fue propiamente un camino de
construcción. Desde el desastroso siglo de la Independencia y el caudillismo
cívico militar –que ha gobernado casi toda nuestra historia republicana–, que
arrasó el país y lo convirtió en un territorio de migrantes
hambrientos y sin proyectos, con valores muy débiles y comunidades
disolutas y de tradiciones cortadas. Para completar, el petróleo, negro carato
con pensamiento propio e incomprendido, abonó la emergencia de nuevos líderes,
también cívico- militares, mesiánicos y resolvedores.
Soportado con ese negro
carato emergió un populismo muy útil para soportar dictadores, argumentar
políticos y envilecer, más aún, la ya pobre dignidad de la gente.
Así que la tarea mayor de la
construcción no es propiamente económica, aun cuando ésta jugará un gran papel.
La construcción es principalmente ética: lograr que la nación, cada comunidad y cada persona, sean los sujetos de esa construcción. Que puedan llegar a sentirse constructores y socialmente integrados. No mendigos o clientes de colas interminables.
Esto es complejo, difícil y
largo. Más aún con el elenco político actual: los del gobierno con los cabos
sueltos en un país hecho fango de desastres. Con unos opositores que tratan de
amarrar otros cabos para lograr una actuación coherente ante unos adversarios
que resultaron muy incapaces, pero que en la oposición –siempre más fácil que
gobernar– medrarán en la crisis general y la escasez que ya sembraron,
obstruyendo cada proyecto.
En lo inmediato habrá que
tomar el curso de una profundización de la democracia, como metodología de
búsqueda, producción y creación. Una necesaria perseverancia en el curso de una
profunda participación, evitando las trampas de las venganzas y retaliaciones.
No saltar de una ideología a
otra también de sustancias mayormente proyectadas. Es la búsqueda y creación de
propuestas y proyectos adecuados a esta condición histórica ya mentada y a
nuestras peculiaridades sociales y ecológicas.
24-10-15
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