Leonardo Fernández noviembre de 2015
Cuando uno oye hablar de la Interpol,
tanto en Venezuela como en cualquier latitud del mundo, la palabra es asociada
con “seguridad”. La Interpol es una institución respetada y en muchos casos
temida en el mundo entero, por su eficiencia al momento de combatir el crimen.
En Venezuela donde el mundo bizarro
se hace presente, la delincuencia ha perdido el respeto por cualquier
institución, al punto que la hijastra del jefe de interpol en el país sufrió de
un secuestro exprés. Ese tipo de crimen ha ido en incremento en todo el país,
ya no solo es un problema para los ciudadanos comunes, sino que ha llegado a
las altas esferas del poder.
En lo que va de año, solo en la Gran
Caracas, 125 policías han caído a manos del hampa. La impunidad es tan alta que
ya no existe el más mínimo respeto por los cuerpos policiales. La muerte de un
jefe del CICPC el pasado fin de semana, cuando comía en un restaurante, es otra
triste prueba del desafuero de la delincuencia venezolana.
Cuando los oficiales cuya función es
protegernos son atacados sin ninguna consecuencia, la ciudadanía se horroriza.
Ese miedo ha comenzado a generar reacciones entre los miembros de ciertas
comunidades especialmente golpeadas por el hampa, el incremento en los
ajusticiamientos y linchamientos por parte de las comunidades, es una señal de
la situación caótica en que nos encontramos.
La renuncia por parte del Estado de
garantizar la seguridad de sus ciudadanos, la entrega del control de las calles
al hampa, ha empujado a los ciudadanos a tomar la justicia por su propia mano
ante esta ola delincuencial. El Estado venezolano ha fallado en su función primordial,
garantizar la vida y los bienes de los venezolanos. Estamos frente a un
Gobierno fallido que no puede cumplir con su obligación más básica.
En los últimos meses observamos
despliegues importantes de mecanismos de seguridad llamados OLP, pero esos
golpes acertados no están enmarcados en una política estructurada y completa de
seguridad, por lo tanto solo sirvieron para deslumbrar. Las OLP fueron como los
fuegos artificiales, un espectáculo grande y ruidoso, pero que duró unos
segundos y no trajo mayores resultados.
Con el madurismo nadie está exento de
ser víctima del hampa, es por ello que apostar al cambio es fundamental para
asegurar la integridad de la ciudadanía, no podemos dejar en manos de los
actuales gobernantes nuestras vidas, porque la realidad apunta a que no han
sido capaces ni de protegerse a sí mismos.


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