Por Alberto Lovera
No se ganan elecciones con
encuestas sino con votos, pero aquellas nos hablan de la atmósfera de la
opinión, de la percepción y voluntad de la gente.
Por primera vez en 16 años se
presentan varios elementos novedosos:
No hay confianza en el árbitro
electoral, pero es mayoritaria la voluntad de votar. La misión desaliento
intentada por el oficialismo para estimular la abstención opositora, mostrando
que su ventajismo abusivo es capaz de neutralizar la corriente de cambio, se ha
encontrado con un empeño de vencer todas las barreras. La intención de voto de
la oposición al régimen es mayor que los que lo apoyan.
El rechazo al gobierno y sus
representantes políticos se manifestará en votos para la alternativa democrática,
o en falta de ellos para lafuerza gobernante, la abstención cambió, los que
abstienen son en su gran medida los antiguos partidarios del gobierno, todavía
no dispuestos a escoger una opción alternativa, pero sí a mandar su mensaje de
rechazo, como lo hicieron 3 millones de chavistas ante la reforma
constitucional derrotada.
Hay otro asunto
incontrovertible. Por primera vez también la mayoría de la gente está
convencida que esta elección la ganará la oposición. Quedaron atrás los tiempos
que el oficialismo parecía invencible, y esto fortalece aún más la disposición
mayoritaria a votar por los candidatos de la MUD.
La brecha a favor de la MUD es
muy significativa a pocas semanas de las elecciones. Los intentos del gobierno
y sus huestes es tratar de reducirla, pero es poco probable que puedan
revertirla. El deseo y la voluntad de cambio se han instalado muy profundamente
en todos los sectores sociales.
Sabemos que es una elección
compleja. No basta tener mayoría nacional, hay que alcanzarla en los circuitos,
que eligen la mayoría de los diputados y donde el ganador se lo lleva todo.
Según las encuestas la MUD sigue ganando donde triunfó en ocasiones anteriores,
lo nuevo es que también lo está haciendo en donde antes perdió por estrecho
margen, pero incluso en circuitos donde la diferencia era más abultada. La
geografía electoral está cambiando mucho más intensamente de lo que cabría
esperar hace unos meses atrás.
Como hemos señalado en otras
ocasiones, lo mejor es sobreestimar la capacidad del oficialismo para afectar
por diferentes vías su situación adversa. Sigue contando con muchos recursos de
poder a pesar de que viene perdiendo apoyo popular en dimensiones
significativas.
Lo estamos viendo a lo largo
del proceso: un árbitro electoral absolutamente sesgado, ciego ante el uso
indiscriminado de los recursos del Estado a favor de una bandería política;
actos de gobierno mezclado con los de la campaña; instalación de mesas
electorales en ámbitos que se prestan para la intimidación de los votantes;
reparto de bienes de todo tipo a la población para intentar neutralizar su
molestia ante la precarización de sus condiciones de vida por la escasez de
comida y medicinas y el alza de los precios; presiones y amenazas a los
trabajadores de la administración pública; uso indiscriminado de los medios de
comunicación para tratar se acallar la molestia ciudadana, esconder la
efectividad de la campaña de la MUD, además de intentar reducir el impacto de
los medios independientes por las restricciones del papel, los cierres de
emisorasy las presiones de censura y autocensura.
La realidad es terca y se
impone. No han logrado sino en pequeña escala moderar el desabastecimiento, a
pesar de la importación masiva de alimentos, que siguen sin llegar a buena
parte de la población. Las humillantes colas siguen siendo el día a día, que no
son neutralizadas por las “bolsas solidarias” y los mercados a cielo abierto.
Las confiscaciones e intimidaciones en los mercados populares se revierten en
su contra, la gente sabe que es pan para hoy y hambre para mañana, y que están
conduciendo a la ruina a los pequeños y medianos comerciantes. Para completar,
el analfabetismo económico del gobierno ha logrado que pretender que se vendan
los productos por debajo a sus precios de producción ha agudizado la escasez en
la etapa final de la campaña electoral. Parece que quieren ratificar aquel
dicho: los dioses ciegan a los que van a perder.
Las elecciones parlamentarias
se dan, además, en un clima donde han quedado al descubierto las
arbitrariedades de un poder: un poder judicial manejado a su antojo como
mecanismo de retaliación; el escándalo de los llamados narcosobrinos, que pone
al descubierto que el llamado proceso no ha parido un hombre nuevo de
encomiables ideales, sino nuevos ricos (boliburgueses y bolichicos), cuyas
fortunas no son explicables sino por el uso indiscriminado de las canonjías del
poder. Quienes creyeron en una redención social hoy descubren que en nombre del
pueblo se ha destruido la economía nacional y familiar para beneficiar a unos
enchufados.
No nos confiemos, a pesar de
esta marejada de cambio que se anuncia, hasta el último momento intentarán
torcer la voluntad popular, ello incluye el propio día de las elecciones.
Veremos intimidaciones a lo largo de ese día, a los empleados públicos, a los
testigos y miembros de mesa, a los propios votantes. Intentarán hasta donde
puedan que la información de las redes sociales se vea interrumpida. Lo que no
podrán lograr es que la voluntad de cambio se exprese, hagan lo que hagan.
Contrastan la arrogancia del
oficialismo con la prudencia de la MUD, que cuida que su triunfo no se le
escape de las manos por el triunfalismo. Sumar todo ciudadano que quiere
cambio. Los actuales gobernantes envían mensajes contradictorios, dicen que su
triunfo será arrollador, algo de dudosa credibilidad en sus propias filas, que
conversan con vecinos que le dicen otra cosa, pero algunos pocos en medio de un
discurso obligado por las circunstancias, empiezan a anunciar la reversión de
la correlación de fuerzas políticas. “No se puede esconder la molestia del
pueblo”, dicen unos. Otros van más allá, y no se trata de un vocero marginal
sino uno que es considerado una pieza clave de la cúpula del poder, como
preparando el escenario adverso advierte“Se gana y se pierde. No siempre se
gana. En la vida real es así. Hay que tener el valor para levantarse después de
perder”.
Las encuestas son indicador
del estado de ánimo de las masas. No les gusta el gobierno, quieren un cambio y
se han encontrado con una alternativa para que se concrete. No parece posible
que esta corriente de opinión se modifique y que lo más probable es que el
resultado de las elecciones parlamentarias veamos confirmar esta nueva
correlación de fuerzas políticas y sociales.
El PSUV y el gobierno confía en
que su maquinaria electoral, financiada con los recursos del Estado y haciendo
uso abusivo del poder logrará revertir o reducir la enorme brecha que anuncia
un triunfo contundente de los candidatos de la MUD. Su sorpresa puede ser que
quienes movilizaron para ir a votar lo hagan por la alternativa democrática.
Si el 7 de diciembre
amanecemos con una Asamblea Nacional con mayoría de la MUD, se inaugurará un
poder público que ejercerá sus funciones de manera autónoma, abriéndole paso a
una transición constitucional, democrática y electoral para poner fin a un
ensayo fallido de un elenco político que se le acabó su tiempo. O no pudo o no
quiso. Toca abrirle espacio a otras fuerzas, esperemos que en sana paz.
alberto.lovera@gmail.com
A la memoria de Rayna Petkoff,
Compañera de estudios
universitarios,
Que se nos fue sin pedir
permiso
20-11-15
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