Por Gioconda San Blas
Sobreponiéndose a la
durarealidad nacional, la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia
(AsoVAC) activa su 66ª Convención Anual, bajo el lema: “Lo
universal y lo local en ciencia, tecnología e innovación”. Creada en los años
difíciles de la dictadura de Pérez Jiménez bajo el liderazgo de Francisco De
Venanzi, titán de nuestro paisaje académico en la segunda mitad del siglo XX,
la AsoVAC y su convención anual han servido de espejo de la nación desde que en
1950 comenzó su andar en una tierra que no creía (sigue sin creer) en la
actividad científica y tecnológica como ruta indispensable para el desarrollo
material y espiritual de una nación moderna.
La persistencia de las
sucesivas directivas de la AsoVAC en organizar su Convención Anual es digna de
encomio, sobre todo en momentos como los actuales, cuando todo en el país
parece derrumbarse. El ánimo, abatido por las estrecheces vivenciales y la
incertidumbre política, encuentra solaz al toparse durante las semanas del 14
al 25 de noviembre con una programación científica de foros, simposios,
talleres y conferencias a lo largo y ancho del país, al cobijo de la 66ª
Convención.
Al presentar el programa, la
directiva actual nos recuerda que “si bien las reglas de la ciencia aspiran a
ser universales, su quehacer es local, porque es en este entorno donde el
científico puede hallar las motivaciones a su investigación”. Así las cosas, el
programa va desde simposios sobre la caraota hasta foros en gestión de
innovación y tecnología; de sesudas conferencias en las fronteras de la ciencia
y de la microbiología hasta reportes epidemiológicos sobre la reemergencia de
enfermedades infecciosas; del uso de modernas tecnologías para la educación
hasta temas de economía, historia y ciencias sociales.
Es decir, a pesar del
empobrecimiento intelectual provocado por la desbandada de casi 1.600
investigadores fuera de nuestras fronteras, todavía hay grupos científicos que
se esfuerzan en mantener líneas de investigación meritorias en el país. Nada
que objetara quienes buscan afuera lo que no encuentran adentro, cada quien
tendrá sus legítimos motivos para abandonar su tierra. Pero de tanto llorar a
los emigrados, hemos desvalorizado a quienes han decidido quedarse para
construir patria contra viento y marea.
No es verdad que se quedan
quienes no tendrían oportunidades fuera, como tampoco es cierto que los
expatriados sean sin excepción candidatos al Nobel. Hay de todo de un lado y
del otro. Y con todos queremos contar. Uno de esos investigadores jóvenes que
hasta ahora persiste en hacer ciencia en Venezuela, escribía recientemente
en su
blog:
“En este chiquero temporal donde estamos sumergidos, todavía vivimos […]
venezolanos que hacemos buena ciencia así sea a pedradas, porque la creatividad
y la inteligencia poco tienen que ver con el dinero”.
En ese mismo blog se
menciona que de los 100 científicos venezolanos más citados en el ranking de
Google, 67 de ellos están activos en Venezuela, otros 8 activos comparten
pasantías en otro país, 8 siguen activos en el exterior, 15 están retirados de
la actividad científica y 3 a pesar de estar retirados, tienen puestos en
gerencia de la actividad científica. Es decir, 77 de los 100 científicos más
citados del país siguen en esta tierra“con el propósito de hacer del
conocimiento y el desarrollo tecnológico algo tangible”. Ellos publicaron unos
380 trabajos científicos en 2015 y su promedio de publicaciones por
año/investigador se ubicó en poco más de 5.
De manera que la atmósfera
de esta 66ª Convención Anual de la AsoVAC es propicia para sacudir la nostalgia
por lo que no tenemos o hemos perdido y más bien, animarnos a reforzar lo que
síposeemos: investigadores jóvenes y no tanto, dispuestos a seguir luchando por
este país, talento local, creatividad en medio de la estrechez, así como
desterrados que desde la lejanía se disponen a contribuir a la reconstrucción,
cuando el tiempo llegue.
En estos días de tanta
incertidumbre y desazón, una amiga me trajo de vuelta una frase de Antonio
Gramsci, el notable filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano,
cuya prisión en las infectas cárceles de Mussolini lo llevó a una muerte
prematura. Decía Gramsci que "el pesimismo es un asunto de la
inteligencia; el optimismo, de la voluntad". Nada más rotundo para dar fe
de que en nuestra comunidad científica, a pesar de los avatares, hay todavía
razones para el optimismo con inteligencia. La 66ª Convención Anual de la
AsoVAC es testimonio de ello.
17-11-16
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