Por Vicente Díaz
Las cosas no son ni buenas
ni malas en sí mismas. Adquieren su valoración al compararlas con expectativas,
opciones y posibilidades. Si mi expectativa es ganar el mundial, el hecho de
calificar para participar es una idiotez. Si mi expectativa es superar décadas
de esperanzas devenidas en frustración temprana, lograr la clasificación para
el gran clásico del fútbol es tocar el cielo con las manos, soñar con la
gloria.
Los resultados de esta segunda
reunión del diálogo se pueden comparar con la expectativa más deseable: salir
de Maduro y de su modelo marxista de gestión que han arruinado al país. Es
decir, compararlos con adónde queremos llegar.
También se pueden comparar
contra la realidad actual y lo que tenemos realmente: AN inoperante, CNE
cuatro a uno y con la posibilidad de que el TSJ "designe" de
nuevo a dos rectores chavistas, Amazonas sin diputados efectivos y con la
posibilidad de quedarse así por cinco años por omisión de sentencia, presos
políticos como rehenes del gobierno, regionales postergadas
inconstitucionalmente sin una fecha determinada, RR suspendido, canal
humanitario inexistente, hilo constitucional desgarrado. Es decir, podemos
compararlos con el punto de partida.
Comparados con lo que
quisiéramos, con adónde queremos llegar, los resultados parecieran casi
inexistentes. No se menciona ni siquiera. Quienes comparan los resultados con
la salida de Maduro siempre verán lo que se logre en la negociación como
carente de valor significativo. A quien le puede importar que se logre un CNE
equilibrado, se restituya la majestad de la AN, se posibilite que Amazonas
recupere su representación parlamentaria, se liberen presos políticos o se
mejore el acceso a alimentación y medicinas, si Maduro que es el gran causante
sigue en el poder y sin miras a remplazarlo. Mientras siga en el poder
continuará la crisis. Así que todo lo demás es poca cosa.
En el trasfondo de este
abordaje subyace la creencia de que Maduro está técnicamente caído y que una
marcha a Miraflores o una calle sin retorno (o algunas de sus variedades)
conduciría a su salida de inmediato. Se asume que puestos a elegir los
militares tendrían que optar entre dispararle al pueblo movilizado o
desobedecer a Maduro y permitir que la gesta popular acabe con este desastre de
gobierno. Se asume, en esta perspectiva, que tener mayoría en opinión pública
es lo mismo que tener el poder, y que basta con coraje para salir de esto.
Es natural ver, para quien
se crea esto, que el diálogo es darle un salvavidas a Maduro, es oxigenarlo y
permitir que gane el tiempo que ya no tendría si hubiese una oposición con
bolas y ovarios. Para ellos todo resultado que se logre será: insuficiente,
para los más sensatos; o una traición, para quienes pescan en río revuelto, o
piensan que la dirección política solo trabaja para sus mezquinos intereses.
Para quienes entienden que
lo que pasa realmente es que la FARC está en el poder en Venezuela; que mayoría
y poder no siempre coinciden; que nosotros somos mayoría pero que ellos aun
tienen tienen el poder; que convertir en poder a la mayoría no es un proceso
mecánico, lineal o sencillo; que el gobierno colonizó al Estado y con el Estado
secuestró la Constitución; que los militares están totalmente alineados con el
gobierno; que el gobierno disolvió el Estado de Derecho y está acabando
con el voto como instrumento de rebeldía y cambio; para quienes están
conscientes de esto cualquier avance que suponga acercarse a la restauración
del Estado de Derecho, el equilibrio del árbitro electoral, la recuperación del
parlamento como Poder soberano, la recuperación de la libertad de los
secuestrados políticos son conquistas muy importantes en sí mismas.
Y más importantes si se
evalúan por su significado profundo: ya el gobierno aceptó, luego de 18 años,
que si bien no está caído como quisiera la mayoría, ya no está solo en la
cancha. Ya no le basta con nombrar "protectores" para desconocer de
hecho triunfos electorales adversos. Ahora tiene que negociar en serio. Ceder
en serio. O alguien duda que el deseo del gobierno es que Amazonas siga sin
diputados para que la oposición siga sin la mayoría calificada, que el
parlamento no tenga poder y ni siquiera sueldos o electricidad, que los rehenes
sigan presos, que el TSJ designe a los dos rectores y así eternizar el 4 a 1...
Ya el gobierno comenzó a
ceder, ahora hay que incrementar la presión nacional, en la calle, en las
instituciones, en los barrios, en las universidades; y la internacional, en
Unasur, en Mercosur, en la OEA, en la OIT, para mejorar la posición
negociadora de los delegados de la Unidad.
El trofeo mayor, que es la
salida de Maduro será el resultado no de la estrategia, soporte y destreza de
la representación opositora en la negociación, sino, sobretodo, de la capacidad
de ejercer presión periférica suficiente como para que el gobierno evalúe que
su mejor opción es medirse en las urnas. Eso puede ocurrir en cualquier momento
entre ahora y 2018. Que sea antes no dependerá de los negociadores sino de
quienes desde afuera hagamos cosas para mejorar su posición negociadora.
Lo que si depende de ellos
es hacer la mejor negociación posible y eso pasa por que examinen
cuidadosamente su estrategia, preparación, necesidades, recursos y carencias; y
las de su adversario.
Y esa evaluación debe
incluir el manejo de la batalla comunicacional y el poder de lo simbólico, que
hasta este momento es un área débil del esfuerzo opositor
El diálogo solo funcionará
si se le acompaña con mucha presión periférica ( responsabilidad de todos
los opositores y descontentos) y se incrementa su piso político con un manejo
más acertado de la comunicación (responsabilidad del comando de diálogo) con
aliados, críticos y principalmente, con un país cargado de incertidumbre,
desconfianza y desesperanza.
15-11-16
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