Por Miguel Ángel Latouche
Decía Platón que el
ejercicio de lo político requiere de una episteme que le proporcione
significado, que nos permita pensar acerca de la actividad práctica en la cual incurren
quienes trabajan en la construcción de espacios para la convivencia entre los
miembros de una determinada comunidad política. Los políticos requieren de un
conjunto de saberes, categorías, ideas que guíen su quehacer, que les permita
orientarse, que les proporcionen una justificación valida a las cosas que hacen
dentro del ámbito de lo público. La acción del político debe estar
fundamentada, según el Estagirita, por el conocimiento. Puesto de otro modo la
Política, así con mayúscula, no es una actividad instrumental.
Claro uno entiende la
dimensión del argumento: Cuando los políticos actúan en beneficio y en
representación de la comunidad política, se trascienden así mismos, cuando no
lo hacen, ¡pues no! Así, en el primer caso actúan en función de valores e
intereses que van más allá de lo que cada uno es en tanto que sujeto
individual, se preocupan menos por la repartición de cargos que por el
bienestar general de la población. Uno puede pensar en aquella frase según la
cual ‘el que quiere gobernar a los demás debe ser mejor que los demás’, yo
diría que al menos debe trabajar más que los demás. Así la política no puede
ser considerada como un quehacer que proviene de la intuición o de la
valoración particular que uno haga del momento político. Toca colocarse a la
altura de los tiempos, diría Ortega y Gasset, e interpretarlos. Solo una buena
comprensión de la realidad permite intervenir sobre ella con éxito.
No basta con percibir que
las cosas son como uno quiere que sea. La realidad está allí más allá de
nuestros deseos, interpretar sus contenidos correctamente implica un ejercicio
de alejamiento de nuestras propias preferencias para evitar que éstas se nos
impongan e induzcan a nuestro pensamiento por caminos equivocados. Pero,
además, requiere que el pensamiento se construya desde categorías lo
suficientemente sólidas para que, desde esa solidez, podamos desarrollar
nuestra capacidad interpretativa. Una buena prescripción requiere de un buen
diagnóstico.
Entonces cuando uno ve las
formas improvisadas desde las cuales se actúa en política en nuestras
latitudes, que son las que nos interesan porque acá vivimos, no puede uno más
que horrorizarse. Llama la atención que alguna gente vea éxitos allí donde la
evidencia demuestra que se han producido fracasos. Uno ve el resultado de la
reunión de la Mesa de Diálogo entre la MUD y el Gobierno del domingo pasado y
no le queda más remedio que gritar: “que se vayan todos”. Uno siente que se
encuentra atrapado por una clase política bastante empobrecida desde el punto
de vista de sus capacidades para leer la realidad y para intervenir en ella.
Uno tendría que decir que se
vaya el gobierno que nos mal gobierna, es ineficiente y corrupto, nos ha
llevado a la pobreza. Pero tendría que decir que se vaya esta oposición que no
entiende que nos jugamos la República, que no hace comunión con la gente, que
no la escucha. Yo insisto en la idea de que los temas tratados en la mesa no
responden a las aspiraciones del país profundo. Se discute la distribución del
poder, no el bienestar de la gente.
Hemos presenciado un acto de
alquimia del discurso: Amaneció y en Venezuela no hay presos políticos, el
desastre de la economía se debe al sabotaje, los Diputados de Amazonas no
existen, ¿se reconoce un fraude? Uno no entiende cómo es que en el documento
conjunto que suscriben los representantes de la MUD y Gobierno se ‘habla’ en el
mismo tono que utiliza el segundo para justificar sus ineficiencias ante el
país. La verdad es que salimos muy mal parados de esa reunión, aunque se
arreche Ocariz.
El Gobierno hizo lo que
tenía que hacer con la saña de siempre, uno no podía esperar menos. Pero
levantarse de una mesa de negociación, suscribir un documento que va en contra
de la propia postura es un acto irresponsable y estúpido. ¿Desde dónde se
piensa lo político? ¿Que justifica este ánimo de perder cada vez que es posible
no hacerlo? ¿Cómo interpretar la poca humildad de ciertos líderes? Es necesario
un propósito de enmienda, es imprescindible escuchar. Uno no puede ceder tanto
y recibir tan poco.
Un axioma fundamental de la
teoría de la negociación es que uno no puede salir de la mesa en una situación
peor que la del status quo; otro es que uno no negocia en contra de sus propios
intereses; otro es que aquel con apuro de tiempo tiene una desventaja
estratégica; otro es que grupos de negociación que muestran fisuras tienden a
tener peores resultados relativos. Pare usted de contar uno podría escribir un
manual de la antinegociación y llenarlo de ejemplos.
No tenemos una buena
comprensión de la realidad lo que es un problema vital. De esta mesa salimos
muy mal parados aunque se inventen discursos para justificar los desatinos. No
es fácil convertir plomo en oro.
116-11-16
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