Por Claudio Nazoa
Siempre que escribo sobre
Israel o sobre Palestina, termino aclarando cosas.
La semana pasada dije que
Jesús nació en Palestina. Sé que Jesucristo nació en Belén de Judea y 135 años
después, luego de que el Imperio Romano aplastó una rebelión independentista de
los judíos, colocó a esta tierra el nombre de Palestina para disociar al pueblo
hebreo de las regiones conocidas como Judea y el Reino de Israel.
Belén, sitio geográfico donde
nació Jesús, queda hoy en territorio palestino que a su vez, y aquí comienza el
enredo difícil de explicar, queda dentro de Israel.
Un ejemplo: usted, al salir de
Petare está en Venezuela, pero al llegar a La Carlota se encuentra en
territorio colombiano. Sin embargo, al pasar por Sabana Grande nuevamente está
en territorio venezolano. Territorios ambos con gobiernos, leyes y banderas
diferentes. Así ocurre en Israel. Usted de pronto está en Palestina y si está
en Palestina, de pronto está en Israel.
El agua que fabrica Israel
también es para los palestinos. La luz que utilizan los palestinos se genera en
Israel. Los hospitales israelíes también atienden a palestinos. Mi admiración
para los habitantes de buen corazón de esa tierra santa, a quienes no les queda
más remedio que convivir.
Junto a Laureano Márquez, por
razones de trabajo, hice un viaje a la ciudad de Israel. Quedamos deslumbrados
por lo maravilloso de ese territorio, antiguamente árido y desierto, convertido
hoy en un vergel paradisíaco.
Es impresionante la belleza y
el progreso de ese país. Allí, judíos y árabes, conviven. ¿Sabían que en el
Parlamento de Israel hay representantes árabes?
Estando allá nos invitaron a
un restaurante en Palestina. Un grupo de soldados israelíes, armados y
uniformados, entró. Laureano y yo, aprehensivos, nos miramos. Los soldados
saludaron al dueño del restaurante quien, amablemente, les sirvió una suculenta
comida. Pagaron y con animada cordialidad se despidieron… Ojalá siempre fuera
así. Difícil de entender para extranjeros que creen que esta gente solo se
odia. Esto se lo conté en Caracas a un diplomático palestino quien, disgustado,
dijo que esos soldados mataban a sus hermanos. No escuchó argumentos ni aceptó
lo bonito e increíble de presenciar la convivencia aunque fuera en un
restaurante.
Yo visité al Niño Jesús en la
iglesia de la Natividad en Belén, Palestina. Para llegar a Belén, en Palestina,
obligatoriamente tuve que estar en Israel.
Por algo Dios decidió que su
hijo naciera en Israel.
18-12-17
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