Por S:D:B: Alejandro Moreno
Venezuela no es un país pobre
pero sí es un país de pobres. Por millones. Venezuela no es un país de hambre
pero sí es un país de hambrientos que rebuscan su comida hasta en la basura.
Venezuela no es un país enfermo pero sí es un país de enfermos, de enfermos sin
remedio, porque no tienen remedios, porque las muchas enfermedades de las que
se había liberado, han vuelto a prosperar y no hay cómo ahuyentarlas. Venezuela
no es un país de ignorancia pero sí es un país de ignorantes porque cada vez
tiene menos maestros, menos profesores, menos profesionales y menos sabios.
Venezuela no es un país de emigrantes pero sí de emigrados dispersos por todo
el orbe porque no tienen cómo vivir en él. Venezuela no es un país desesperado
pero sí de desesperados porque no tienen un futuro que esperar. Venezuela no es
un país de sufrimiento pero sí es un país de sufrientes porque el dolor se ha
aposentado en todos sus rincones. Venezuela no es un país violento pero sí es
un país de víctimas de la violencia más cruel, más ajena y más irracional. Venezuela
no es un país sombrío pero sí lleno de sombras en plena luz tropical. Venezuela
no es un país de furia pero sí es un país de furiosos, de airados, de recomidos
por una rabia interior que no se desahoga. Venezuela no es un país triste pero
sí es un país de tristes de quienes tienen más ganas de llorar que de reír.
Venezuela es un país dañado
por eso que llaman socialismo del siglo XXI, con un daño que se ha incrustado
hasta en las vísceras de las conciencias.
Venezuela era un país alegre,
habitado por gentes gozosas y rientes. No era un país justo pero contra la
injusticia se podía luchar, se podía protestar, se podía gritar y se podía
pensar en ir saliendo de ella. Sí, poco a poco, muy poco a poco, pero con
vivísima esperanza. Venezuela era y es un país amado, muy amado, quizás el más
amado del mundo por su propia gente que nunca quiso ni quiere abandonarlo.
Venezuela era un país de convivencia cálidamente humana donde uno dejaba muy
pronto de ser extranjero y entraba en el mundo del otro como se entra en una
familia a la que pertenece sin preguntarse y sin saber desde cuándo.
Este régimen extraño, ajeno a
cuanto somos como Venezuela, en el que no nos reconocemos nosotros mismos, en
el que nos sentimos como otros, en el que nos miramos y no vemos lo que siempre
vimos, eso que hace que nos sea tan frecuente la palabra hermano, será un
accidente, una melodía discordante, un doloroso recuerdo, y no volverá. Eso
esperamos y en eso confiamos con firme seguridad.
19-12-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico