Luis Ugalde S.J. 05 de mayo de 2020
La
educación venezolana está derrotada. Es necesario reconocer cuanto antes esta
realidad para resurgir; quien no reconoce una enfermedad de muerte no está
dispuesto a aplicar remedios exigentes y dolorosos. Ahora no tenemos ni los
educadores, ni las familias, ni los educandos, ni la comida escolar, ni los
funcionarios y presupuestos, jugando en equipo con espíritu libre y creativo
para reinventar la educación esencial para el país.
Lo
más catastrófico es que las facultades de educación y los pedagógicos están
vacíos porque nuestra sociedad ha degradado la vocación de educador. Si no
damos efectiva prioridad y atractivo a la vocación de maestro será triste el
futuro del país.
Si
partimos del reconocimiento de esta debacle educativa, podemos tratar de pensar
desde cero y no desde la natural tendencia a salvar lo que queda de las ruinas.
Hace
80 años el sistema educativo formal venezolano era una pequeña isla en un mar
de analfabetismo, ignorancia e incapacidad productiva. Se buscó ayuda exterior
para crear el Pedagógico y formar educadores de vocación. Luego se crearon
escuelas normalistas oficiales y privadas por todo el país, que formaron
maestros de modo acelerado y breve. La necesidad hizo que en la educación
secundaria dieran clases destacados estudiantes de diversas carreras universitarias.
Hubo respuestas audaces a necesidades extremas con gran libertad creativa, como
la de Fe y Alegría hace 67 años. Este movimiento socioeducativo heterodoxo se
convirtió en producto de exportación de primera a 24 países, y hoy, tiene
millón y medio de alumnos en el mundo.
La
necesidad nos obliga a lo esencial. ¿Hemos pensado qué de nuestro bachillerato
fue realmente esencial, eso que en un naufragio no estamos dispuestos a tirarlo
por la borda?
En
lectoescritura, en razonamiento numérico y en valores humanos centrales como la
dignidad de toda persona, la solidaridad entre todos, la libertad, la justicia
y la paz. De ahí saldrá todo lo demás.
Ahora
ni siquiera podemos con lo esencial sin un nuevo reencuentro educativo y acuerdo
entre todas las fuerzas formadoras: Familia, Educadores, Sociedad, Estado y
Gobierno. Es indispensable que una nueva corriente espiritual y de solidaridad
y mutua necesidad corra por todas ellas. Sumar y multiplicar, no restar y
dividir. Dejar de lado el burocratismo y las ideologías trasnochadas y
excluyentes. No quedarse en reclamos de presupuestos ideales que no se van a
dar, simplemente porque no hay todo el dinero requerido, ni mucho menos.
Un
mínimo presupuesto educativo requerirá un promedio de 1.000 dólares al año por
educando para cerca de 10 millones de niños y jóvenes entre 3 y 23 años.
Nuestra sociedad debe buscar como sea esos 10.000 millones por año. Más de 20%
tendrá que venir de fuera del presupuesto oficial; la necesidad es de todos y
deben colaborar de manera diferenciada: las familias, las empresas, los
voluntarios, las solidaridades internacionales y la infinidad de nuevos
recursos tecnológico-educativos mundiales a bajo costo, contribuirán a sacar el
presupuesto de donde a primera vista no hay. No nos engañemos con la ilusión de
que somos más progresistas y revolucionarios mientras más dinero pidamos a un
país y a un gobierno en la ruina.
Educar
para ser productores. Nuestra pobreza ha quedado en evidencia al hundirse la
renta petrolera. O producimos, o morimos. Aprender a producir responsabilidad
ciudadana, bienes y servicios de necesidad vital y el gusto por cultivar
valores para obsequiarnos unos a otros. Convencernos de lo que está a la vista:
los venezolanos somos pobres y nuestras capacidades productivas ahora están más
empobrecidas. Pero para salir de esa pobreza, hay una inmensa capacidad en el
talento humano que se está perdiendo de manera más grave que el precioso gas
que se quema día y noche en los mechurrios petroleros. En la casa, en el
vecindario y en la escuela… esta convicción de pobreza real y rico talento potencial
ha de desatar alianzas y acuerdos para sumar y multiplicar todo, a pesar del
escaso presupuesto.
Hacer
más con menos. La nueva conciencia de la necesidad y urgencia nos ayuda a
valorar el arte de hacer más con menos, y dar la bienvenida a todo el que
dentro o fuera del país tenga respuestas multiplicadoras y baratas a nuestro
alcance por vía electrónica.
Lo
primero de todo es una nueva valoración recíproca entre padres y educadores con
efectos educativos prácticos en las casas.
Clima
de entendimiento y nuevo gobierno nacional
Todo
ese potencial existe y se puede expandir rápida y contagiosamente, como el
virus de la esperanza que barre con la resignación estéril. Para arrancar es
necesario que cada uno, cada agrupación, cada movimiento civil, religioso y
espiritual saque de sí mismo lo mejor que tiene y lo ponga al servicio de
todos. Una inmensa movilización de voluntariado solidario. Esto no es un sueño
iluso, sino una posibilidad necesaria que nos lleve a crear un clima de
entendimiento y de acuerdo nacional. Centrados en lo esencial, abiertos a la libertad
y solidaridad y con inédita creatividad.
No
lo podrá hacer un gobierno sectario que aún en esta desgracia ha continuado persiguiendo,
excluyendo y censurando noticias y opiniones, incapaz de valorar a la empresa
privada y a la gente que no controla, y empeñado en un modelo político y socioeconómico
fracasado e imposible. Tampoco podrá hacerlo otro gobierno sectario, movido con
rabia y atareado en perseguir a los adversarios y a los que cree culpables.
Esto
no es un acuerdo educativo sino las bases espirituales para que a las primeras
lluvias del pronto gobierno de transición reverdezca la educación plural y
descentralizada en las familias, en las aulas, en los medios… y en la política.
Así tendremos la capacidad para pronto avanzar juntos de la indigencia a la
producción del país que queremos.
Luis
Ugalde S.J.
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