Puerto de la ciudad de Guiria, estado de Sucre |
AFP 09 de mayo de 2020
@AFPespanol
Ana
llora cada vez que cocina sopa de pollo, plato favorito de su hija quinceañera.
"Me la arrancaron de los brazos", dice al recordar el último mensaje
de Luisannys antes de zarpar clandestinamente hacia Trinidad y Tobago, una
travesía para huir de la pobreza que deja decenas de venezolanos desaparecidos.
"Mamá,
te quiero, te extraño mucho", le escribió a su teléfono el 23 de abril de
2019, horas antes de desaparecer en el mar.
Sentada
en la sala de su casa en Cumaná (estado Sucre, noreste), junto a un viejo
retrato de Luisannys con la túnica azul y el birrete que lució al culminar la
primaria, Ana Arias dice a la AFP que sospecha que su hija fue
"vendida" por redes de tráfico humano.
Son,
denuncia el diputado opositor Robert Alcalá, "mafias" que prosperan
con la emigración ilegal en precarias embarcaciones que navegan unos 140
kilómetros desde Güiria, pueblito sucrense donde confluyen el Caribe y el
Atlántico, hasta Trinidad y Tobago. "Las mujeres son explotadas sexualmente
y los hombres en trabajos rudos" en fincas o fábricas, señala Alcalá.
Ana,
en cuarentena por el nuevo coronavirus, lleva meses sin ver avanzar las
investigaciones: "Nadie responde".
Siete
días antes de aquel mensaje, Luisannys salió de casa a medianoche con dos
compañeras del liceo, con la excusa de buscar una camiseta. Ana no volvió a
verla. Lo último que supo de la menor de sus dos hijas es que abordó una lancha
que naufragó.
Como
Luisannys, adolescente de cabello rizado y piel canela, un centenar de
migrantes ha desaparecido en viajes clandestinos a Trinidad y Tobago, Curazao o
Aruba en los últimos dos años.
La
agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió que ese
fenómeno "muestra la desesperación" de quienes huyen de una profunda
crisis socioeconómica. La ONU estima en 4,9 millones el éxodo de venezolanos
desde 2015, unos 24.000 con Trinidad y Tobago como destino.
Autoridades
de la isla, que desde 2019 exigen visa a viajeros de Venezuela, negaron
comentarios al ser consultadas por la AFP.
-
"Mamá, ¡me quiero ir!" -
Vecinos
vieron a Luisannys forzada a subir a un auto, relata Ana, quien dos días
después recibió una llamada telefónica.
-
Mamá, ¡me quiero ir!
-
Hija, ¿dónde estás?
–
Ellas me dicen que para dejarme ir debo pagarles lo que gastaron en mí (...),
200 dólares.
Ana,
costurera de 40 años, lo recuerda ahogada en lágrimas. Policías identificaron
el origen de la llamada, Güiria, donde los presuntos secuestradores llevaron a
su niña a hacerse una manicura.
"Esa
chamita estaba llorando mucho", contó a Ana una manicurista que identificó
a Luisannys por marcas de una descarga eléctrica que, jugando, sufrió de niña:
un dedo deformado y otro parcialmente amputado.
Ana
nunca oyó que Luisannys, estudiante de bachillerato que deseaba ser enfermera,
planeara migrar.
"Nada
le faltaba", reflexiona. "Quizá se fue engañada, bajo coacción o le
lavaron el cerebro".
-
"Te montas o te mueres" -
El
día del naufragio, Ana recibió una llamada anónima: "Su hija está ahogada
(...). El bote donde iba se hundió".
Viajó
seis angustiantes horas de Cumaná a Güiria por una deteriorada carretera
plagada de asaltantes.
Al
llegar, le mostró fotos de Luisannys a uno de los nueve sobrevivientes del
naufragio de la lancha 'Jhonnailys José' con 33 ocupantes, una mujer que le
relató que la joven lloraba pidiendo quedarse en tierra. "Tú decides, o te
montas o te mueres", le respondieron.
Solo
se rescató un cadáver.
Por
el caso, la Fiscalía venezolana acusó a seis mujeres y tres hombres por trata
de personas para "explotación sexual".
-
"Negligencia" -
Aunque
el flujo ha disminuido por la pandemia, los zarpes clandestinos siguen, indica
Alcalá. Los viajeros provienen de todo el país.
El
16 de mayo de 2019 naufragó el bote 'Ana María', donde viajaba Andy, hijo de
Isidro Villegas, marino de 54 que navegó tres días buscándolo sin éxito y que
acusa al Estado de "negligencia".
En
La Playita, pequeño puerto donde retumban martillazos por la reparación de
botes, Isidro era esperado por Yoselyn, espigada morena de 35 años que viajó en
bus desde Caracas para tener noticias de su hermano Govanny, ocupante de esa
embarcación, quien trabajaba en una empaquetadora de azúcar en Trinidad y
Tobago.
Govanny
"pretendía quedarse en Venezuela", pero no pudo más con la crisis,
relata Yoselyn a la AFP.
Su
habitación en la Cota 905, violenta barriada caraqueña, sigue intacta. Su
familia guarda una enorme pancarta con su última foto, sonriente con dos
amigos, usada en protestas que exigen respuestas a la Fiscalía.
-
"Estamos mal" -
Enrique,
como solicitó ser llamado al pedir reserva de identidad, piensa irse cuando
pase la emergencia por la COVID-19.
Vendedor
de hortalizas en el mercado de Güiria, donde el olor a pescado se mezcla con el
del curry importado de Trinidad y Tobago, Enrique, de 31 años, puso en venta
una guitarra eléctrica, una cámara fotográfica y una computadora para reunir
300 dólares para su viaje.
Se
siente decepcionado. "Fui chavista (...), pero estamos mal".
Aunque
es "inevitable" sentir temor, se encomienda "a Dios".
Ana
también reza. Guarda una fotografía divulgada por la Fiscalía en la que
aparecen 12 mujeres tras un allanamiento, una con el rostro cubierto por el
cabello. Se aferra a que su hija viva: "Es ella".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico