Ismael Pérez Vigil 09 de mayo de 2020
Hay
personas que cuando algo le sale mal a alguien con el que rivalizan, no
coinciden o están en desacuerdo, lo disfrutan enormemente. ¿Se puede decir que
eso es una característica de la especie humana? No lo sé, pero sin duda hay
quienes disfrutan de los errores, las equivocaciones y los fallos ajenos. Y me
quiero referir ahora a una parte de la oposición, que llamamos “radical” y que
se opone más a Juan Guido y la Asamblea Nacional, que al propio régimen; y
aclaro esto para que algunos de los “radicales” se puedan sentir excluidos, no
aludidos, por estos señalamientos.
Así
lo vimos a finales de abril de 2019, cuando el presidente Juan Guaidó,
intentando rescatar un abortado movimiento de protesta convocado para el
primero de mayo –algunos ya han olvidado que esa fue la razón de fondo– invitó
a los opositores a concentrarnos en la Autopista del Este, frente a La Carlota,
para apoyar un supuesto pronunciamiento de unos militares, que no fue muy
profundo y que casi ni se vio. Por cierto, que tampoco se vieron allí a muchos
de los opositores convocados y eso fue algo que también destacaron y
disfrutaron los llamados “radicales”. No tardaron en denominar chapuza lo
ocurrido y hasta el día de hoy así la califican.
La
vida da vueltas. ¿Qué pensarán ahora esos opositores “radicales” de lo ocurrido
el fin de semana pasado, con la denominada “Operación Gedeón”, popularmente
conocida como “macutazo”?
Porque
como quiera que se examine la acción, el resultado fue verdaderamente
rocambolesco. Si alguien esperaba algo como una guerra de tercera o cuarta
generación, plagada de misiles de largo alcance, drones teledirigidos por
computadora y orientados por satélite o un mero desembarco de esos marines que
navegan por el Caribe, se encontró con que lo ocurrido, que aún no sabemos bien
que pasó y estamos, apenas, en capacidad de describirlo, fue un desembarco, en
el litoral de Vargas, desde un lanchón o un peñero de un grupo de supuestos
bien entrenados “mercenarios” y que fueron capturados, al parecer sin disparar
un solo tiro; posteriormente, uno de los “entrenados mercenarios” –capturado ese día o días después–, rindió
declaraciones, sin mayor apremio, que hasta grabadas fueron y difundidas en
cadena nacional, revelando una historia que coincide perfectamente con la
versión del régimen. Los interrogantes, entre serios e irónicos, que surgen de
esta situación son numerosos y no vale la pena repetirlos. Son preguntas,
todas, que quedarán sin respuestas, excepto las que, a su conveniencia,
proporcione el régimen, que asegura haber “infiltrado” desde hace tiempo ese
movimiento.
No
sé qué tanto de verdad o de fantasía creada por el régimen hay en todo lo
ocurrido. Lo dejo hasta aquí. No voy a caer en la especulación o elucubración,
ni en hacer juicios de valor al respecto; dicho de otra manera, no voy a
seguirle el juego al régimen. Pero lo ocurrido me recordó a mi madre, ya
fallecida, que le gustaban mucho las películas de todos los James Bond, las de
Steven Segal, las de Bruce Willis o las de Jean Claude Van Dan y cuando terminaban
decía: “Todo eso es mentira, pero si fuera verdad, que exagerado, ¿no?”
De
lo ocurrido solo quiero resaltar dos cosas: una es la reacción de algunos
opositores, que piden respeto, comprensión o no hacer juicios de valor acerca
de lo ocurrido, pues quienes lo intentaron se “arriesgaron” personal y
familiarmente, dicen; pero, ¿Por qué no respetan, comprenden y evitan los
juicios de valor para los opositores que no concuerdan con sus estrategias,
cuando estos cometen algún error?; y dos, que hubiera preferido que el
presidente Guaidó se hubiera mantenido completamente al margen, pero ya que su
gobierno opinó, al menos celebro que lo haya hecho como lo hizo, condenando la
violación de los derechos humanos de los que han sido “capturados” y acusados
por participar en los hechos.
Porque
eso, la violación de los derechos humanos y otras situaciones de violencia en
el país, sí que son un tema importante, que el seguimiento de la pandemia
mundial y los avatares de la cuarentena local hacen que los pasemos por alto. Y
sumo a lo ya referido del “macutazo” solamente dos ejemplos recientes.
Uno,
los organismos internacionales se han hecho eco de la matanza de reclusos en la
cárcel de Los Llanos, la semana que pasó, que asciende a la terrible cifra de
46 fallecidos, en circunstancias confusas, pues algunos hablan de motín o
protesta por la carencia de alimentos y medicinas, otros –los voceros del
régimen, por supuesto–, de intento de fuga; y otros de simple y vulgar
ajusticiamiento. En cualquier caso, lo que nunca, nadie, puede explicar son
esas matanzas que se producen con alguna frecuencia en las cárceles del país
–que nunca son debidamente aclaradas–, contra una población que al parecer solo
importa a sus familiares, usualmente entre los más pobres del país; así como
nadie va a poder explicar cómo esos reclusos, al igual que en casos anteriores,
contaban con armas blancas, pistolas de alta potencia y hasta granadas, según
dijeron algunos familiares y periodistas. Lo cierto es que hay más de 45
muertos, ya contados e identificados, y se dice que podrían ser muchos más.
El
segundo hecho de violencia que quiero referir son los tiroteos en el barrio de
la zona de Petare, conocido como José Felix Ribas –que al decir de algunos
especialistas en la materia es probablemente el barrio más grande de América
Latina– y que han mantenido aterrados a sus habitantes durante varias noches.
En las redes sociales, pues información del régimen o de los organismos de
seguridad no hay ninguna, se manejan varias hipótesis; una, que se trata de
enfrentamientos entre bandas de delincuentes por el control del territorio y la
actividad criminal en la zona; unos estarían apoyados por algunos delincuentes
que vienen del penal de Tocorón y otros apoyados por delincuentes de la Cota
905; la otra hipótesis es que no se trata de ningún tipo de enfrentamiento sino
de alarde de los malandros del barrio para intimidar, mostrando su armamento. Y
no voy a dar mas detalles, para no incurrir en apología del delito o
glorificación de unos supuestos “robin hoods” o “pablos escobar” criollos.
En
todo caso, los tres hechos descritos tienen en común que sobre ellos se han
tejido, en las redes sociales, todo tipo de fantasías, hipótesis, descripciones
e historias; que sobre cada una han formado una colcha de retazos de la cual
cada quien toma lo que le conviene o interesa a sus fines particulares o
generales, altruistas o mezquinos. Los hechos indican que el país está al borde
de la ingobernabilidad o que hay una falta absoluta de control de la violencia
por parte del gobierno; vemos, a diario, que el régimen si es capaz de
generarla, para intimidar, para ejercer control social de la población, pero no
es capaz o no quiere hacerlo, para proporcionar seguridad a la población.
Ismael
Pérez Vigil
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