Por Piero Trepiccione
Pareciera muy lógico que
frente a la amenaza de una pandemia, lo característico fuera la unión de
todos los partidos. Que instituciones y sociedades unificaran recursos y esfuerzos
con un solo fin: la superación —lo más pronto posible— de la compleja
situación.
Pero eso no es lo que
estamos viendo en muchos países, incluyendo el nuestro. Todo lo contrario.
Las disputas políticas se han profundizado. Se ha levado el tono ofensivo de
las narrativas, inclusive, se ha llegado a niveles realmente agresivos.
Surge la incomprensión ante esas reacciones del liderazgo político frente a una
situación tan inesperada y complicada. En lugar de unión, vemos intentos de
aprovechamiento para ganar terreno en las disputas de poder. Además del “viejo
truco” goebbeliano de culpar al otro, o a otros, de lo que ocurre.
Esa irresponsabilidad puede
acarrearnos consecuencias graves ahora, así como en el futuro cercano. Jugar a
la politiquería en un escenario tan dramático como el que está viviendo la
humanidad puede convertirse en un boomerang para quienes lo hacen.
Muchos líderes lo están haciendo, tanto en sus ejecutorias como a través de las
redes, y esa explosividad no es compatible con las penurias del momento.
Con la pandemia se
puede y se debe hacer política. Pero entendida ésta como la organización de la
capacidad de respuesta desde los Estados-Naciones en términos de políticas
públicas. Promoviendo el consenso y una estrategia que alcance a todas los
sectores, especialmente al sistema de salud. Se trata de construir viabilidad
técnica y financiera para abordar la pandemia. Y, por sobre todo lo anterior,
construir una narrativa de la esperanza, de la confianza, de la solidaridad y
el apoyo.
Liderazgo político ejemplar
Lamentablemente, pocos
mandatarios lo han venido haciendo. Muy pocos que hasta se cuentan los casos
con los dedos de las manos y sobran dedos. En una época cuando la esperanza
debiera protagonizar los discursos oficiales, sucede justamente todo lo
contrario. Por ello, las actitudes desarrolladas por la Canciller de Alemania,
Angela Merkel, que con una enorme dosis de humanidad combinada con
espíritu científico, han logrado reunir un apoyo popular superior al noventa por
ciento en su forma de abordar la pandemia, resaltan sobremanera.
Lo hecho hasta ahora por
Merkel tiene mérito, fundamentalmente, por dos razones: haber dicho
permanentemente la verdad sobre la COVID-19 y por su rol de
articuladora de los esfuerzos tanto del Estado como de la sociedad alemana en
general. Un ejemplo categórico que no han seguido ni de cerca, otros muchos
líderes alrededor del mundo. Ni que decir de la primera ministra de Nueva
Zelanda Jacinda Ardern, su gestión y liderazgo político durante la crisis por
el coronavirus ha sido intachable.
Como sociedad no podemos
olvidar el real significado de la política. El que tiene que ver con liderazgo,
coherencia, esperanza, construcción de consensos, narrativas motivadoras,
acciones para resolver problemas comunes. A diferencia de la visceralidad que
últimamente caracteriza a muchos líderes que solo piensan en aferrarse al
poder. Si nos regocijamos y aplaudimos las sandeces, difícilmente podremos
tener otros tipos de líderes. La pandemia pudiera hacernos entender
que hay que seguir la política útil, no la del espectáculo.
03-05-20
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