Vladimiro Mujica 02 de mayo de 2020
@mujicavladimiro
La
narrativa y el lenguaje son elementos esenciales del mensaje político. Una
verdad simple y evidente que mucha gente tiende a ignorar, confiriéndole un
valor superior a las acciones que a las palabras. De hecho, la conocida frase
«un hecho vale más que mil palabras« debe ser cuidadosamente examinada cuando
se refiere a la política y, sobre todo, a la percepción psicológica de la gente
sobre el contenido de la narrativa. Mensajes increíblemente poderosos que,
literalmente, transformaron la historia del mundo, para bien y para mal, fueron
construidos por individuos carismáticos, frecuentemente, acompañados de un
aparato de propaganda alrededor del mensaje.
De
hecho, uno podría afirmar que un proverbio más adecuado para definir el efecto
invasivo y profundo del lenguaje y sus símbolos verbales en la política sea «la
palabra crea«. En nuestra cultura occidental, esta frase contiene una alegoría
muy profunda al poder divino. La primera acepción del verbo «crear» en el DRAE
es: producir algo de la nada. Y, como ejemplo de utilización, la frase: «Dios
creó cielos y tierra». Es decir, en Génesis, el primer libro de la biblia, Dios
creó con su palabra.
En
Venezuela, un individuo carismático, Hugo Chávez, se convirtió en el elemento
esencial de transmisión de un mensaje, una narrativa histórica, que terminó por
capturar de manera aparentemente irrevocable, la razón y la pasión de grandes
contingentes de venezolanos.
Para
muchos opositores, el país azul, resulta más fácil describir al chavismo y a su
heredero, el madurismo, enumerando la obra de destrucción material del país,
que es múltiple y extensa. Pero no se reconoce con la misma intensidad la obra,
fundamentalmente, de Chávez, en afectar de manera severa e intensa la psiquis
colectiva de los venezolanos en modos que sutilmente involucran tanto al país
rojo como al país azul. Una de las más perversas manipulaciones del chavismo es
la pretensión de apoderarse de las figuras fundadoras de nuestra nacionalidad,
especialmente la de Simón Bolívar. En realidad, la figura inspiradora no
confesa del chavismo no es la de Bolívar sino la de José Tomás Boves, pero
ello, no obstante para que se arroguen la palabra «bolivariano» para su
movimiento. Un segundo timo del lenguaje chavista es la pretensión de que
nuestra historia reciente se divide en una IV y una V república. Un tercero es
la mentira de que Chávez nacionalizó la industria petrolera. Una de más
poderosas falsedades de la historia fabulada del chavismo es la que afirma que
Venezuela es un país de zambos, mezcla de indios y negros, un mito que
desconoce no solamente nuestra poderosa herencia hispánica sino que introduce
un elemento extremo de división en la población.
La
introducción de líneas de fractura en la sociedad venezolana ha sido una de la
victoria más importante de la estrategia chavista. Zambos contra blancos,
católicos contra santeros, ricos contra pobres, revolucionarios contra
traidores a la patria. La polarización extrema del país y la fractura del
sistema de partidos políticos son dos de los elementos más importantes que nos
trajeron a Chávez. Al Comandante Galáctico no lo eligieron en 1998 las masas
empobrecidas del país, otra de las mentiras bien cultivadas de la mitología
chavista, sino la clase media, desencantada por la corrupción y presa del
espejismo que se expresaba en la frase «no podemos estar peor». Es decir, que
cuando se llegó al momento de la elección ya el daño estaba hecho en la psiquis
colectiva.
Todo
lo anterior es historia conocida. Pero una que vale la pena recordar para
intentar entender, en primer lugar, porque los venezolanos del «país azul» se
creen y repiten muchos elementos subliminales del lenguaje chavista,
especialmente los referidos a sus mentiras históricas, en particular, el tema
de la IV y V repúblicas y como están dispuestos a entregarle al chavismo la
figura de Bolívar, aceptando que la malhadada revolución del socialismo del
siglo XXI es, en verdad, bolivariana. Aún más interesante, y destructivo, es el
hecho de que la resistencia adopta el esquema destructivo de polarización
introducido por Chávez para dividir a la población. Ello es tristemente
manifiesto en la lucha encarnizada que se lleva a cabo al interior de la
resistencia, en el mejor espíritu chavista. Estigmatizando al adversario y
polarizando en grado superlativo, sobre todo en las redes sociales que se han
transformado en paredones de linchamiento público, uno donde se pasa de héroe a
traidor en un abrir y cerrar de ojos.
Uno
de los escenarios más tristes y dramáticos donde se expresa lo que podríamos
definir como «el chavista que llevamos por dentro» es el espacio de la
diáspora, especialmente, la comunidad de venezolanos en los Estados Unidos. Una
insidiosa línea de fractura pretende imponerse, según la cual muchos
venezolanos afectos al Partido Republicano califican de comunista al Partido
Demócrata al tiempo que, en la dirección contraria, hay venezolanos cercanos al
Partido Demócrata que tachan a los republicanos en su conjunto de fascistas.
En
ambas conductas, se manifiesta no solamente una falsificación primitiva e
ignorante de los hechos sino una inmensa distorsión que hace un daño muy grave
al apoyo bipartidista que ha recibido la causa de la recuperación de la
libertad y la democracia en Venezuela. En un sentido muy profundo, los
venezolanos deberíamos ser los primeros interesados en que el tema de Venezuela
no se estanque en las trincheras partidistas, pero eso no lo entiende mucha
gente que pretende trasladar al escenario de la política norteamericana las
mismas prácticas de segregación y polarización que le entregaron a Venezuela al
chavismo.
A
ello se le suma que estos grupos no entienden que la democracia norteamericana
se encuentra en un grave riesgo por efecto precisamente de la polarización de
los últimos años. Es decir, que esos venezolanos que no pueden controlar al
chavista que llevan por dentro pretenden trasladar el mismo morbo que asesinó a
Venezuela a su nueva patria norteamericana. El último episodio de esta conducta
es la lectura extremista de unas declaraciones del candidato Biden en relación
a Cuba que, sin duda, debieron ser más cuidadosas con el tema venezolano, pero
que no deberían interpretarse como un acto de entrega al comunismo cubano.
Concluyo,
con tristeza, que una de las razones por las que el mensaje de Chávez caló tan
profundamente en nuestro pueblo es porque, lamentablemente, apela a nuestro
lado oscuro, uno donde anida la tentación autoritaria, despótica y vulgar de
descalificación del adversario y de irrespeto a la conducta democrática.
Ese
lado oscuro, lo que en la saga de Star Wars se denomina Bogan, gravita sobre
nosotros como una maldición genética, si se me permite el exabrupto en tiempos
de coronavirus. Una calamidad de nuestra anti-cultura que solamente la
educación en valores democráticos será eventualmente capaz de controlar.
Vladimiro
Mujica
@mujicavladimiro
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