Por Fernando Pereira
“Él antes no era así. Desde
que cumplió los 12 años pareciera que se le metió un espíritu malo adentro.
¿Qué fue lo que pasó?”. Ese es el comentario recurrente de las madres y
padres en las actividades que realizamos. Inevitablemente nos viene a la mente
la sentencia de Anna Freud, para aumentar la intranquilidad de los padres: “Es
muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo anormal en la adolescencia.
En términos generales, debe considerarse a toda la conmoción de este período de
la vida como normal y a la presencia de un equilibrio estable como anormal”.
La adolescencia suele estar
muy abandonada. La persona es vista como el niño que dejó atrás o el adulto que
todavía no es. El adolescente vive el duelo de dejar atrás el niño que
fue, con todo lo que ello implica. Las familias también viven el duelo,
ven partir el niño que va transformando su cuerpo y con él sus intereses
y prioridades afectivas.
Entre la inmadurez del niño
y la madurez del adulto se encuentra la adolescencia. Una etapa del desarrollo
que muchas familias y docentes sienten que hay que soportar y no disfrutar. O
que es necesario enfrentar, pero no compartir.
Excluidos en la cuarentena
Los adolescentes son un
grupo etario expuesto a factores de riesgo (embarazo, adicciones, violencia,
etc.) y a pesar de ello están excluidos en los planes, presupuestos y políticas
públicas.
Compartir el momento inédito
que vivimos con adolescentes en casa puede ser un reto para muchas familias. Si
hay niños pequeños, la atención puede centrarse en ellos para atender y
responder a sus temores. Los mensajes en medios y redes sociales apuntan a
niños, adultos mayores y grupos vulnerables.
Se puede pensar que los
adolescentes “ya están grandes” y deben resolver. Detrás de una actitud
taciturna, de silencio, encerrarse en su cuarto se puede ocultar un profundo
miedo o confusión al no poder manejar la incertidumbre.
En otros casos hay que
lidiar con su invulnerabilidad: “A mí no me va a pasar nada”, dicen. Pueden ser
temerarios. Es una etapa para sentirse “blindados”. Todo lo malo le pasa a
otros que son tontos. Se convierte en un reto poder lidiar con las
restricciones para salir, guardar la distancia social y las previsiones sanitarias
del momento.
Al igual que los adultos no
hay “un adolescente” y hay diferentes formas de vivir el momento actual y de
gestionar el estrés, duelos y la ansiedad que genera por lo que hay que
insistir en algunas recomendaciones específicas para esa población. En ese
sentido, realicé una adecuación de las formuladas por el Ministerio de la Salud de Chile:
Escúchelos y valide sus
emociones. Expresarles que es normal que extrañen a sus compañeros, se
sientan aburridos, puedan sentir rabia, tristeza por la incertidumbre que
genera su futuro inmediato (aprobación del año escolar, fiestas de fin de
curso, graduación, ingreso a la educación superior).
Evite su exposición a
noticias y redes sociales. La mayoría de la información que circula no
está pensada para este público.
Considere que este tiempo
también es de estrés para ellos. Sea paciente, acoja sus reacciones o
mayor demanda de atención.
Hay quienes expresarán
directamente sus preocupaciones, pero también lo podrán hacer a través de
dificultades para dormir, dolores de cabeza o de estómago, enojo, o miedo a
estar solos. Lo importante es acoger con calma estas reacciones y
transmitirles tranquilidad y seguridad.
En la medida que puedan
expresar y comunicar sus preocupaciones en un ambiente cálido y de confianza,
podrán sentirse aliviados.
Intente mantener las
rutinas y actividades cotidianas dentro de lo que las medidas de
prevención lo permitan, especialmente las de juego y movimiento. Las rutinas
también transmiten seguridad. Una buena idea es hacer en familia un panel con
actividades individuales y compartidas.
No les sobre-exija con el
cumplimiento de las tareas escolares. Mantenga horarios acotados que se
alternen con otras actividades.
Si se encuentran separados
de los padres que migraron o están en otro lugar, asegúrese que estén en
contacto permanente con ellos (mediante teléfono o redes sociales).
Organicen en conjunto la
distribución de tareas domésticas. Si esto es novedad para él o ella,
comience por las que le sean más fáciles o de más agrado. Facilitará el sentido
de pertenencia y de utilidad en la familia, en la medida que se entienda como
algo justo y que beneficia a todos.
30-04-20
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