Juan Guerrero 21 de enero de 2021
@camilodeasis
El
totalitarismo se derrota desde el lenguaje, y el chavizmo es una forma de
totalitarismo, primitivo, hamponil, burdo y grotesco. El lenguaje del chavizmo
es aquel del horror, la fetidez que lo corrompe todo y la continua humillación
del ser humano y su entorno.
El lenguaje del chavizmo busca enloquecer por su
continua torpeza de construir una falsa heroicidad, alterando la historia y sus
hechos. Es un lenguaje de la precariedad en medio del terror que lleva
gradualmente a corromper consciencias para sobrevivir. Así, terminas prisionero
pareciéndote en la cotidianidad a esas imágenes afantasmadas, tan aletargadas,
cargadas de tanta pobreza. Porque el espacio, el tiempo del totalitarismo es un
ciclo continuo de marginalidad donde el lenguaje a cada instante se empobrece,
se fragmenta, quiebra y queda anclado en mentiras y frases engañosas que se
gritan e imitan sin ninguna reflexión.
Decir chavizmo es nombrar la banalidad permanente, es
el lenguaje del atropello y la vejación a la condición humana. Es enloquecer en
medio de la incertidumbre, es el aniquilamiento como ciudadano. Porque eres
apenas un pisatario, un paria de una lengua que no comprendes, extraña, de
rumiantes que celebran la oscuridad de la muerte y el descuartizamiento de la
belleza.
La
argumentación del lenguaje chavizta está reducido a la construcción de un
imaginario de la pobreza idiomática, la ridiculez del falso orgullo patrio,
donde la pisada, la huella de la arbitrariedad militarista, grita, ordena e
impone su poder, mientras el lenguaje es reducido a la obediencia y el silencio
cobarde.
Las formas bellas y trascendentes de la cultura, sus
instituciones, siempre terminan reducidas, apartadas, clausuradas, incendiadas
y demolidas. Centros de arte, edificaciones educativas, bibliotecas de
investigación universitarias, publicaciones, y demás objetos del saber son las
víctimas de la hegemonía totalitaria. Ello comporta lenguaje que es reducido a
su mínima expresión. Por ello se puede evidenciar por las calles de esta
Venezuela desamparada tanto caminante rumiando su silencio en expresiones de un
lenguaje ininteligible, soez, cubierto de pobreza idiomática, primitivo,
oracionalmente simple, torpe y lleno de lugares comunes.
Por eso es imprescindible reivindicar el lenguaje que
resiste, ese del arte de todos los tiempos. El lenguaje donde lo poético, lo
metafórico y simbólico, invitan a construir y a reinventar permanentemente el
idioma. Resalto a la poesía y los poetas que se rebelan contra todo tipo de
totalitarismo, de populismo. Ellos, que resisten y construyen el lenguaje
eterno de los dones, la lucidez perpetua que vive en los versos de un Francisco
Arévalo, de Teresa Coraspe, Moraima Guanipa, Adriana Cabrera, Golcar Rojas,
José Malavé, Salvador Tenreiro, Néstor Rojas, Eleazar León, Hanni Ossott,
Armando Rojas Guardia, y de tantos otros que trascienden estos tiempos de una
Venezuela gris y de lenguaje estridente, banal de la barbarie chavizta. En ese
lenguaje poético palpita la real y verdadera razón de la existencia, memorioso,
sabio, inteligente y solidario que celebra la vida. Es el lenguaje de la
lucidez perpetua y la pluralidad. Reconocernos en nuestro Otro igual y existir
en el Otro diferente y permanente.
Es indispensable regresar a nuestro lenguaje
ancestral, universal, metafórico y sanador. Ese lenguaje donde habitan nuestros
esplendores, nuestros antepasados, nuestros dioses celestiales. Volver,
regresar al lenguaje que celebra la vida, fértil e inmensamente rico,
abundante, esplendoroso, dadivoso. Que nutre el alma y lo dispone a lo amplio,
a lo abierto del ser.
Creo en la riqueza como uno de los dones fundamentales
de la vida, como construcción diaria y permanente que eleva a los hombres a la
categoría humana, lo dignifica y señala el camino a lo civilizado y cívico, y
permite implantar eso llamado ciudadanía. En ese espacio infinito, en ese
esplendor tiene lugar el lenguaje de lo amoroso, de la abundancia y la riqueza
plena y eterna de la humanidad.
Porque el lenguaje trascendente, para ser tal, para
perpetuar el destino humano, solo habita en libertad, en el discurso de los
hombres libres que sanan sus heridas en la argumentación, el razonamiento y la
consciencia de saberse acompañados en la diversidad y la diferencia.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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