Efecto Cocuyo 26 de enero de 2021
Cuando usamos los telescopios, de los más
pequeños a los más potentes para observar objetos en el espacio, en realidad
estamos mirando al pasado. Pero, ¿cómo eso es posible?
Pues, sí. La luz viaja a una velocidad de 300.000
kilómetros por segundo. Parece que se mueve muy rápido, pero los cuerpos del
espacio están tan lejos que su luz tarda mucho en llegar hasta nosotros.
Cuanto más distante está el objeto, más tiempo tarda
en llegar la luz y, por lo tanto, lo que vemos está aún más lejos en el pasado.
Esta es una de las interrogantes que, con mucha
emoción, responde María Gracia Batista, una astrofísica venezolana
que en la actualidad es la coordinadora del Observatorio Astronómico de la
Universidad Nacional de Colombia.
Sí, leyó bien. Batista es de Valencia, estado
Carabobo, y, al igual que la luz, viaja muy rápido en el fascinante estudio del
universo, pero sus logros están cerca y no tardan en llegar hasta nosotros.
Astronomía en Venezuela paso a paso
Batista logró ejercer la astronomía en Venezuela.
Pero, al igual que muchos profesionales en el país, tuvo que pasar por
decisiones académicas para poder vislumbrar el rumbo de su carrera.
En 2011 se graduó como Licenciada en Física en la
Universidad de Carabobo y, cuando estaba en proceso de su pregrado, debió
decidir la especialidad. Desde la materia condensada o la física de partículas,
ella decidió la óptica.
“Yo decidí irme por la parte de instrumentación, de la
óptica. Básicamente, aprendí cosas relacionadas con deposiciones de películas
delgadas para hacer los espejos, manejo de láser, óptica computacional, (…)
Entonces, cuando termino mi tesis, es como ‘Ok, María sabe hacer instrumentos,
muy bien, pero aplicados a qué’. De allí fue que con la maestría elegía el
rumbo que iba a tomar en la parte de instrumentación. Ya tenía compañeros que
estaban en el CIDA [Centro de Investigaciones de Astronomía], me dije ‘¿por qué
no hacer instrumentación astronómica?’”, cuenta Batista a Efecto
Cocuyo vía Meet.
Entre risas, cuenta que, cuando llegó al Centro
de Investigaciones de Astronomía (CIDA) en Mérida, se
sentía que estaba en un estado “híbrido” porque “no sabían si yo iba a apretar
tornillos o si iba de verdad a hacer investigación. ‘No entendemos’, me decían,
estás como en un rol de ingeniera, pero al mismo tiempo como científica”.
Para ese entonces, la política académica del CIDA era
formar a los estudiantes como investigadores. Y allí, estaba María Gracia
Batista, creando –para su tesis de Maestría- un sistema correctivo a uno de los
telescopios robotizados del Centro.
No, al final no estaba apretando tornillos.
“Para uno de los cuatro telescopios, el que está
robotizado y cuya cúpula se mueve junto con el telescopio para que no se
bloquee y que tiene metro y medio de diámetro, diseñé un sistema correctivo con
el cual podíamos quitar los espejos y funcionaría con el sistema correctivo
como un nuevo telescopio con un ancho más amplio”, explica.
Es algo así como cambiar unas gafas o unos
binoculares.
“Con el sistema original, veías un pedazo chiquito de
cielo y con los nuevos lentes ya veías un campo más amplio del cielo con la
misma calidad con la que veías el campo chiquito”, confirma.
Un proyecto ambicioso, pero, tras las reducciones de
presupuesto por las que ha pasado el CIDA, no pudo materializarse completamente
y “quedó el modelo hecho”.
De Venezuela a Panamá y Colombia
A pesar de la situación presupuestaria en la
institución de astronomía, Batista logró obtener conocimientos
suficientes para ejercer su vocación en su país.
Sin embargo, un evento inesperado marcó un antes y
después en su vida y se convirtió en uno de los motivos para migrar: el
secuestro de su padre.
Ya como Magister en Física, terminó sus estudios en el
CIDA en 2014, pero siguió asistiendo como observadora hasta 2015.
“De allí vino todo el tema de las guarimbas, el
bloqueo en Mérida… En lo que tuve la oportunidad me regresé a Valencia, de
donde soy, estuve un tiempo con mis papás (…) El día que me devolví a Mérida,
intentamos salir a las 6:00 am al terminal de buses; en esa salida, cuando mi
papá sacó la camioneta, yo me bajé para buscar a mi mamá que siempre se
retrasa, pero en ese trayecto lo abordaron y lo secuestraron”, cuenta.
A Batista le tocó lidiar y resolver esa situación:
“Fui la última llamada del celular de mi papá, se trataba de un secuestro
exprés, por lo cual tienes 24 horas para bien o para mal. Fue todo un tema,
pero finalmente lo rescatamos bien”.
“Como estuve dentro de todo el proceso, sabían todo de
mí, así que cuando lo recuperamos, una semana después me fui a Mérida a buscar
lo que pude”.
Por prevención, era hora de emigrar.
El 7 de octubre de 2015 ya estaba en Panamá, donde
reside uno de sus hermanos.
“Yo llegué como turista, no llegué con visa para
trabajar en Panamá. Recuerdo que mi hermano me dijo ‘bienvenida a Panamá, estoy
bien, pero tampoco puedo asumir la totalidad de tu estadía’. Le respondí ‘en lo
que me toque trabajar, con gusto’”, rememora.
Dos días después, su hermano le informó de una vacante
laboral: sacando copias en un concesionario Mazda.
“Mi hermano me lo dijo como con pena, por todo lo de
mi carrera y el posgrado, pero yo dije ‘bueno, está súper’. Estaba anonadada,
cuánta gente no llega aquí y pasan meses y todavía no encuentran trabajo”,
relata.
Ya en el concesionario, donde había una María Gracia
Batista decidida a “sacar las mejores copias, porque donde llegues tienes que
hacerlo bien”, recibió un correo electrónico donde le informaban que la
Universidad Nacional de Colombia estaba considerándola para el puesto que tiene
actualmente.
Resulta que antes de emigrar a Panamá, una
investigadora del CIDA envió un correo con esa vacante y Batista lo respondió
con su currículum.
“Yo no había escuchado nunca de esa universidad. Envié
mi CV y me postulé. Pensé ‘en Colombia y Venezuela hay un montón de gente que
puede hacer esto’, pero por qué no, vamos a intentarlo”, dice.
A partir de allí, vinieron las entrevistas y unas
cinco etapas de prueba.
“Fueron muy empáticos, les hice saber desde el
principio que no estaba en Venezuela. Pero luego de pasar las cinco etapas me
dijeron que sí, que el nuevo semestre comenzaba en febrero y debía ir antes
para lo del contrato, la visa (…) Fue demasiado impresionante para mí”, narra,
todavía, con una voz de sorpresa.
Aunque hizo sus maletas pensando en el clima tropical
de Panamá, le tocó cambiar de equipaje a uno para el clima frío en Colombia,
donde está ubicada la Universidad Nacional y su observatorio astronómico, su
nuevo sitio de trabajo.
“No soy delincuente”
Como astrofísica, María Gracia Batista ha labrado una
carrera exitosa en Colombia. Por casualidad, en sus palabras, se dieron cuenta
de que es la primera mujer docente del Observatorio Astronómico de la
Universidad Nacional de Colombia y así la nombraron.
Pero, su reconocimiento tuvo un vuelco mayor cuando
tuiteó con la etiqueta #NoSoyDelincuente, que salió minutos después de que la
alcaldesa de Bogotá, Claudia López, comentó en una alocución que “hay
venezolanos inmigrantes metidos en criminalidad que nos están haciendo la vida
de cuadritos”.
Aunque Batista confirma que el comentario de López no
fue la razón para escribir con la etiqueta, su tuit tuvo más de 13.000
favoritos y casi 4.000 retuits, acompañados por miles de respuestas de otros
connacionales que rechazaban las declaraciones de la alcaldesa.
“Simplemente, vi la tendencia. Había varios
venezolanos diciendo ‘hey, no generalicen, soy venezolano y estoy aquí y no soy
delincuente’. De ahí fue que se me ocurrió poner el mío como uno más. Realmente
surgió como una catarsis por lo que vi en las tendencias, pero miento si te
digo que fue en respuesta a Claudia López. No estaba buscando ponerme en guerra
con ningún dirigente político de Colombia, no me conviene. Pero sí fue en
respuesta a las tendencias”, explica.
A partir de ese momento, Batista se convirtió en un
ejemplo no solo para sus paisanos migrantes, sino para toda una generación de
niños, niñas y adolescentes que al igual que ella, desean fascinarse por la
pasión del universo.
De la óptica al estudio de las estrellas
Cuando estaba en primer grado de primaria, María
Gracia Batista lloraba porque “me sentía bruta para las matemáticas; era
tapadísima para los números”. Quién diría que su futuro estaba centrado en los
números.
“De tanta práctica, le agarré cariño a las matemáticas.
Cuando estaba en sexto grado, me metí en las Olimpiadas de Matemática y llegué
incluso al tercer puesto en Carabobo”, relata.
Para ella, fue “la vuelta a la tortilla” pasar de
odiar las matemáticas a que le gustaran. Incluso, primero quiso ser astronauta,
pero luego quiso ser maestra de preescolar.
Aunque no se convirtió en maestra o astronauta, su
pasión la lleva a viajar por todo el universo desde la Tierra.
Actualmente, estudia los objetos T Tauri, en la
formación de estrellas, para lo cual le ha servido su experiencia en óptica.
“El tema de instrumentación te da esa noción de cuáles
cosas son factibles y cuáles no son factibles de ver. Muchas veces uno lee y se
pregunta ‘cómo lo vemos’, eso requiere unos niveles de precisión y resolución”.
La conexión entre la óptica y los objetos T Tauri fue
Jesús Hernández, quien era profesor del CIDA y que “curiosamente” no le dio
clases a Batista. Pero Hernández terminó por mostrarle dos opciones de temas a
Batista para su tesis de doctorado.
“Yo nunca vi clases con él, ni siquiera [materias]
electivas, pero era súper amigable y accesible, de esas personas que tienen
buena relación con la investigación y con la instrumentación. Él viajó a
Colombia y tuve el honor de que me mostrara dos propuestas”, dice Batista.
La física no tuvo dudas al elegir estudiar los objetos
T Tauri, porque era su oportunidad para tener evidencia observacional de estos
objetos cuasi invisibles.
“Para poner una perspectiva: una estrella como el Sol,
en su primera fase, puede pasar 9.000 millones de años, y los objetos T Tauri
tienen 2.000.000 millones de años, son muy jóvenes [en términos de
astronomía]”, explica.
Justamente, sigue explicando Batista, el telescopio
ALMA, que trabaja el nivel de radio y submilimétrico del espectro, “está logrando
ver la formación de esos objetos T Tauri, todo el tema de los discos
protoplanetarios y está empezando a resolver todos estos problemas que
solamente estaban planteados en artículos”.
“Ahorita tengo la oportunidad de manejar casi 10.000
objetos. Si no es la más grande, es una de las muestras más grandes que se van
a reportar, unos 9.700 confirmados como T Tauri”, adelanta Batista, con
entusiasmo, a Efecto Cocuyo.
Los sueños sí se cumplen
Según Batista, la astronomía “nunca ha sido una
carrera que uno la piense por dinero, por fama, ni por múltiples opciones de
trabajo. Es de esas carreras donde uno lo hace porque sientes que es lo que
quieres hacer; es algo que comienza como un hobby, una duda o una
curiosidad general del espacio y porque sientes que ser científico es un rol en
el que sueñas y te visualizas estando ahí”.
“Todas las carreras son necesarias. Contrario a lo que
puedas pensar, no soy una evangelizadora de la ciencia o de la astronomía, sino
que soy una fanática que creo que la gente tiene que hacer lo que le apasione
porque eso es lo que la va a hacer buena”, resalta la física venezolana.
Batista reitera que no basta con hacer las cosas bien,
sino con pasión, entrega y ganas. Además, considera que los jóvenes deben
tomarse el tiempo de ver todas las opciones, “las carreras que dan y las que no
dan dinero”.
Para ella, desde su experiencia como astrónoma y luego
como migrante, “toda carrera tiene un sacrificio tremendo, incluyendo la
astronomía. En mi caso, lo que me hace levantarme todos los días es saber que
voy a hacer mi trabajo, saber que estoy haciendo lo que me apasiona. Ningún
trabajo va a ser fácil o va a ser menos importante”.
“Se necesitan todos: albañiles, científicos,
heladeros, meseros, investigadores, todo para que la sociedad funcione y eso lo
recordé cuando llegué a Panamá y me tocó sacar esas copias. Yo dije, ‘si voy a
sacar copias, van a quedar centraditas, legibles, hermosas, preciosas, porque
es mi trabajo y lo voy a hacer lo mejor que pueda’”, detalla.
“Mi consejo para las personas es que sean las mejores
personas y los mejores profesionales que puedan ser en el área que les
apasione y si su área es la ciencia, no sientan miedo porque su pasión y su
entrega por la ciencia –o por lo que elijan- es lo que le va a abrir las
puertas para que encuentren el espacio para trabajar”, concluye.
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