Fabiana Ortega F. 21 de enero de 2021
@Fabianaortegatv
En
lo que va de 2021, Colombia reporta su segundo pico epidemiológico. Autoridades
han impuesto una cuarentena general en varias partes del país, lo que ha
alterado la dinámica de quienes viven del día a día
—“¡Tinto, aromática, Instacream!… ¡Tinto, aromática,
Instacream!…”.
Con esta frase, la venezolana Sandra Porras solía
recorrer, desde hace más de tres años, las calles de Bogotá para vender café y
té, o “tintos y aromáticas”, como se le conoce en Colombia.
Ella llegó al país vecino, a sus 39 años de edad, con
la intención de poder ayudar a sus padres, sus cinco hijas y nietos en el
estado Táchira.
Hoy, se siente “atada de manos”, al no poder hacerlo,
debido a las estrictas restricciones de movilidad impuestas por el Gobierno
Nacional, por segunda vez desde que se declaró la pandemia del Covid-19 en
Colombia, para evitar la propagación del virus en aquella nación, tras la
alerta ante el crecimiento masivo de los contagios por coronavirus.
“Nosotras aquí dependemos del sueldo del día a día.
Nos ha afectado mucho. Somos trece mujeres que vendemos tintos y ¿a quién le
podemos vender si no podemos salir? Es fuerte, con el miedo aquél de que
comiencen a sacar de las casas, a sacarnos de los arriendos. Ese es el temor
más grande. Eso lo permitieron el año pasado y eso fue muy doloroso para muchas
familias. Es un trauma que deja para varias personas. Siempre hay el temor, el
miedo de desalojos porque no se pudo pagar el arriendo”, dice con preocupación.
“Casi todas tienen sus hijos acá y es un proceso
fuerte. La vez pasada fue un poco más leve, nos planificamos. Esta vez
nos agarró así, que no estamos preparados. La primera vez, cuando hubo el
rumor de que iba a haber cuarentena, les aconsejé a las muchachas que reunieran
para hacer un mercaíto pa’ unos diez o quince días, más o menos. Así fue cuando
estuvimos casi dos meses y medio encerrados”, agrega.
Porras explica que en aquella oportunidad no
recibieron ayuda del Gobierno Nacional pero sí de colombianos que le
brindaron apoyo con algunos alimentos como huevos, arroz, atunes y
aceite. Porras teme por revivir esos días, debido a los toques
de queda impuesto en algunas ciudades, debido a la alta tasa de ocupación
de las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) en los centros hospitalarios.
Desde la primera semana de enero de este año, varias
ciudades del país se acogieron al la cuarentena estricta, por lo que la libre
movilidad de los ciudadanos quedó restringida a los horarios asignados por las
autoridades, siendo pocas las excepciones. Quienes no cuenten con un permiso
especial o una justificación de emergencia y se encuentren violando esta norma,
podrían recibir una multa de al menos 936.000 pesos (210 dólares, aproximadamente).
Los estragos de la pandemia y el deber a distancia
La dinámica actual de Porras se ha visto afectada.
Asegura, además, que también es víctima de los estragos económicos que ha
dejado la pandemia, pues explica que hay quienes han optado por dejar de
comprar café en las calles.
“Aquí todo está cerrado. Lo único que está abierto son
los automercados y algunas farmacias. Ahorita con esto que está pasando, yo
salgo con un carrito y no vendo casi nada ¿Por qué? Porque la gente lo piensa
para gastar 100, 200 o 300 pesos por la situación”.
Sin embargo, ella se aferra a Dios para sobrellevar la
situación y así poder garantizarles una ayuda a su familia, en los Andes
Venezolanos.
“A veces llega esa nostalgia a nuestro corazón. Ese
dolor del ‘me quiero ir’, ‘quiero estar al lado de mi mamá’. Pero llega esa
pregunta ¿Si yo me voy qué les voy a mandar de comer? ¿qué le voy a dar a
ellos? Yo, por lo menos, tengo la responsabilidad de mi madre, otra hija y
otros nietos. Es la responsabilidad de poderlos ayudar, de que no les falte
nada. No se les manda mucho pero tampoco se les manda poco”, confiesa con voz
quebrada.
Porras explica que desde que emigró hace todo el
esfuerzo para enviarle semanalmente entre 40 mil pesos y 80 mil pesos (10 o 20
dólares, respectivamente), dependiendo de su jornada. “Yo cuando llegué aquí repartí
volantes, lavé cabello, limpié casas. Repartí muchísisimos curriculum pero de
ninguno me llamaron. Me dieron la oportunidad para vender café y con eso he
ayudado a mi familia”, cuenta.
“Porque cada venezolano que se vino para acá es para
eso: para sustentar a sus familias allá. Nosotros no nos quedamos con los
brazos cruzados porque el sufrimiento que viven allá nosotros lo sentimos acá”.
Sortear las dificultades
El venezolano Pedro Meneses coincide con Porras, pese
a que en su caso emigró por otras razones. En 2017, Meneses, de 41
años, acompañó a un grupo de 12 venezolanos que marcharon entre la
frontera de los dos países y Bogotá como una manera, en aquél
entonces, de llamar la atención sobre la necesidad de ofrecer atención a los
migrantes. Ya hecha la cruzada decidió no volver por razones políticas.
Él, ingeniero de profesión, pudo tramitar sus papeles
de doble nacionalidad pues sus abuelos paternos son colombianos. Sin embargo,
no ha podido ejercer su profesión.
Desde que llegó ha encontrado en la preparación
del yogurt
artesanal una manera de cubrir con sus gastos y poder enviarles, de
manera bimensual, algunos medicamentos y productos de higiene personal a sus
padres en Venezuela.
“Yo comencé vendiendo hamburguesas, después fui asesor
comercial de una empresa de cosméticos y siempre me tocó vender yogurt. Comencé
vendiendo casi que en la calle. Luego, cuando hice contactos y amigos, me fui
organizando. Poco a poco fui comprando mis cosas: la nevera, las etiquetas; y
yo, por mi parte, fui perfeccionando la receta”, comenta.
Meneses, de 41 años, explica que más allá de las
restricciones actuales de la pandemia, le ha afectado la baja demanda a
principios de año.
“Lo que dijo la alcaldesa es que tenemos el 85% de la
ocupación de las UCI en la ciudad, entonces la cosa no pinta tan fácil. Donde
yo estoy, que es Chapinero, las calles están completamente desoladas, no se ve
tránsito de gente. Desde la calle 45 a la calle 100 de Bogotá el movimiento es
bastante limitado”.
Ahora, bajo este esquema de restricciones, Meneses
explica que acumulará todos los pedidos para entregarlos un día definido de la
semana, pues él mismo es quien realiza las entregas a domicilio en transporte
público.
A diferencia de Meneses, Amilcar Martín, de 25 años,
no tiene opción: debe salir todos los
días a repartir pedidos en su bicicleta, como delivery.
Oriundo de Barcelona, estado Anzoátegui, y abogado de
profesión, explica que durante la pandemia, aún con las restricciones jamás
dejó de trabajar, solo dos semanas, cuando contrajo el virus y cumplió su
debido aislamiento.
“Fue un golpe duro a las finanzas. Yo siempre tuve un
colchón que me cubría al menos un mes de arriendo en caso de una emergencia o
algo, y me lo gasté. Y sin producir nada no lo pude reponer”.
Ya incorporado a sus labores, Martín asegura que “el
trabajo ha estado flojo”, por lo que, según explica, estudia alternativas para
impulsar un proyecto personal y dejar de hacer domicilios.
En lo que va de este 2021, Bogotá, particularmente, se
han impuesto al menos dos toques de queda general. Desde el 5 de enero fueron
declaradas en cuarentena las localidades de Suba, Usaquén y Engativá, y el 12
se sumaron Kennedy, Fontibón y Teusaquillo. No obstante, este lunes 18 de
enero, la Alcaldesa de Bogotá, Claudia López, anunció que la capital colombiana
tendrá un tercer fin de semana consecutivo de cuarentena general, debido a la ocupación de al menos 94%
de las Unidades de Cuidados Intensivos se sus clínicas y hospitales.
Además, desde este martes 19 de enero y hasta el 28 de
enero, habrán toques de queda nocturno, entre las ocho de la noche y las cuatro
de la mañana.
No obstante, en varias ciudades del país continúan
restricciones como el “pico y cédula” (que restringe la movilidad, según el
terminal de la cédula), “pico y placa”(que restringe la movilidad, según la
placa del vehículo) y algunos toque de queda, que en algunos territorios es de
manera continua y en otros solo durante horas de la noche y madrugada.
Colombia, recientemente, superó los 20.000 casos diarios por Covid-19, por lo
que algunas autoridades han señalado que la nación atraviesa su segundo pico
epidemiológico.
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