Carolina Gómez-Ávila 17 de enero de 2021
La asamblea que nació de un proceso repudiado por
medio mundo se apoderó de la atención de los medios, prácticamente borrando la
importancia de la coalición democrática.
A eso ayuda que la coalición esté esperando el cambio
de Gobierno en Estados Unidos, no porque de allá lleguen las órdenes —como han
intentado hacer creer algunos interesados— sino porque, para avanzar, es
imprescindible saber con qué se puede contar de parte de la única potencia
mundial que antagoniza con la dictadura.
Lo bueno es que no pasará mucho más tiempo y solo
espero cambios positivos para la causa democrática, en buena parte porque el
método Trump solo sirvió para exacerbar delirios y porque apostaría a que Biden
aprovechará la ventaja de que los despistados crean que las declaraciones
sosegadas predicen acciones blandas.
Pero el mérito ha sido y es de la coalición
democrática. Un trabajo arduo de la última Asamblea Nacional legítima que
tuvimos y, en especial, del envión entre 2019 y 2020.
Así se logró que el retorno de la democracia a
Venezuela fuera un objetivo apoyado por el bipartidismo estadounidense.
Esto no se destaca adecuada ni suficientemente. Que el
Partido Republicano y el Partido Demócrata están de acuerdo sobre nuestro
problema, lo dicen poco. Que ambos están de acuerdo por el eficiente trabajo de
la coalición democrática, no lo dicen nunca.
Hay obstáculos para que esto se entienda. El primero
es que las generaciones crecidas en 20 años de autocracia juran que las
decisiones de un país las toma su presidente porque-le-da-la-gana. Es por eso
que han creído que las sanciones que EE. UU. impuso a la dictadura (por enésima:
a la dictadura, no a la población), fueron una iniciativa personal de Donald
Trump y no una decisión de Estado.
Estas generaciones no saben qué es el Estado y solo
entienden que Biden no luce más amenazante que Trump en sus discursos, por lo
que asumen que es débil (en algunos casos sustituyen «débil» por «socialista»)
y que, por eso, las suspenderá.
No se han dado cuenta de que la coalición democrática
supo mostrar el problema a esos dos partidos solventando cualquier duda o temor
de manera consistente, o sea, con coherencia, convincentemente y sin descuidar
su atención en el tiempo.
Por eso, después de dos años vertiginosos, llenos de
ataques en los que incluso ha habido posiciones éticamente cuestionables de la
prensa estadounidense para favorecer a uno u otro competidor interno, a pesar
de los laboratorios de opinión, a pesar de lo que quisieran muchos think-tanks que
operan para inclinar la balanza, la verdad es que los partidos políticos
estadounidenses pueden estar enfrentados en todos los ámbitos excepto en su
apreciación y políticas sobre el caso venezolano.
Muchísimos errores nos parece que han cometido los
partidos de la coalición. Resiento especialmente que hayan dejado tomar cuerpo
a protestas desorientadas sin darles cauce político.
Insisto en que nos ha hecho daño la proliferación de
manifestaciones desmotivadoras por lo poco concurridas y por su nulo efecto. Prácticamente
ninguna ha concluido en el reclamo que nos corresponde hacer a la dictadura:
elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas.
Pero como la política de Estados Unidos sobre
Venezuela está claramente orientada a eso que en inglés se llama free
and fair elections y considerando que esa lista de condiciones no es
un invento de ellos, sino que es de hechura internacional, la apoyo y
agradezco.
Que nadie les robe el mérito. No digan, porque no es
verdad, que esa hubiera sido la política estadounidense de todos modos. Celebro
el éxito de la coalición, pero entiéndase que ni uno de mis aplausos va para
Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática o Primero Justicia, sino
para un hecho político que llamo coalición democrática. La encomio por su
actuación efectiva en la dirección que necesita la nación.
Reconozco que si no hemos logrado retornar a la
democracia no se debe a la oposición sino a que la dictadura tiene aliados
internacionales actuando en la oscuridad.
Sí, la coalición democrática debe fortalecerse y no lo
hará con —sino a pesar de— las niñerías de Capriles o la egolatría de López. Lo
hará porque hay hombres y mujeres que están trabajando a diario por el objetivo
de la nación. Mi apoyo al objetivo y a estos discretos venezolanos.
Carolina Gómez-Ávila
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