Ismael Pérez Vigil 17 de enero de 2021
La oposición democrática es una fuerza capaz de
organizarse, que resiste y que no está arrinconada por el régimen, eso quedó de
manifiesto en la Consulta Popular del pasado 12 de diciembre.
Casi 7 millones de participantes en la Consulta, 3 de
ellos de manera presencial, a pesar de todos los factores en contra, es un
capital social importante, que no se puede despreciar, al que hay que agregarle
los miles de activistas –de partidos políticos y de la sociedad civil– que
estuvieron en los centros de recolección o recorriendo el país apoyando a los
que querían expresarse; estas son las bases para reconstruir la organización de
la oposición para enfrentar internamente al régimen.
No obstante, el 2021 nos encuentra con una oposición
fragmentada, aparentemente –espero– sin brújula ni política compartida, que
luce irreconciliable en sus diferentes posiciones, por más que compartan el
objetivo de rescatar la democracia y salir de este régimen de oprobio.
Para analizar esa oposición, si hacemos un “mapa”
político del país, en mi opinión, nos encontraremos con los siguientes grupos,
distintos al oficialismo: Un sector constituido por los denominados “alacranes”
e integrantes de la llamada “mesita de diálogo”; un sector “desprendido” del
régimen, al cual se opone; y un sector al que podemos llamar “oposición
democrática”.
El denominado sector de los “alacranes” o “mesita de
diálogo” está conformado por individualidades y grupos que rompieron con la
política unitaria de la oposición, aceptaron el despojo que hizo el régimen de
los partidos democráticos, se apropiaron de sus nombres, directivas, recursos,
símbolos y colores para participar en el proceso electoral parlamentario, sin
poner condiciones, sin cuestionar el proceso y los resultados, e incluso
algunos aceptaron las curules que el régimen les concedió, sin ni siquiera
tener los votos para ser diputados. Son la oposición “leal”, la aceptable por el
régimen, siempre que se mantengan en el rincón físico –y mental– en que los
sumieron en la instalación de la irrita Asamblea Nacional que tomó posesión el
pasado 5 de enero. Son una especie de parias u oportunistas de la política, que
el régimen no considera “suyos” y tampoco se les ve como oposición.
Al que denomino el sector “desprendido” del
oficialismo lo conforman individualidades o grupos, algunos de los cuales se
han acercado a la oposición democrática y los podemos considerar parte de la
misma; pero hay algunos en este sector que, si bien rechazan y se oponen al
“madurismo”, no han roto ideológicamente con el chavismo y por lo tanto a estos
últimos no los considero oposición, de la misma forma en que los otros lo son.
Por último, está el sector mayoritario y democrático;
en él podemos distinguir dos posiciones o grupos, claramente determinados. Una
mayoría que postula una opción unitaria, en tormo al Frente Amplio y al
“gobierno interino”; y un sector con un discurso radical, que se basa en una
supuesta intervención externa, de fuerza. Entre estos sectores hay
coincidencias en objetivos y algunos insisten en que las diferencias son
tácticas y no de fondo, pero no es eso lo que transluce a lo opinión pública y
pareciera que es más importante sentar las diferencias, que encontrar puntos de
coincidencia y de unión.
Comencemos por evaluar la propuesta del sector radical
que, aunque minoritario sus seguidores son muy activos, sobre todo en redes
sociales. La intervención externa que proponen ha sido matizada por ellos
mismos, a tal extremo que en algunos casos aparece desfigurada, desdibujada,
confusa, no terminan de definir de manera clara y univoca lo que postulan.
Plantean una intervención externa, sin adherentes externos y asumen la doctrina
de la responsabilidad de proteger –R2P– que no se ha implementado exitosamente
en ninguna parte y menos se podrá en Venezuela mientras Rusia y China tenga
capacidad de veto en la ONU. Esto me luce un tanto absurdo; pero sabemos que en
política cuando se propone algo absurdo e imposible de realizar, nunca te equivocas,
siempre tienes la razón, porque no hay manera de comprobarlo, precisamente
porque es imposible de realizar. ¿Será que esto es lo que se persigue: tener,
retóricamente, en la calle, una política que diferencie? ¿Será que es más
importante tener razón –su razón– que cualquier otra cosa y disfrazar el
rechazo, a la unidad, por ejemplo, con complicadas filosofías y argumentos de
Perogrullo, con tal de justificar esa posición?
Concluyo el punto con una frase del periodista Alonso
Moleiro, extraída de un artículo suyo del pasado mes de diciembre:
La tesis de la coalición
internacional para restaurar la libertad en el país, presumiblemente
militar, expresada en instrumentos como la Responsabilidad de Proteger,
o las cláusulas de la Convención de Palermo, no pasan de ser
esbozos generales e hipótesis de conflicto con
muy pocos adherentes en el terreno internacional. (“María Corina Machado, una
oposición de nicho”, La Gran Aldea, 16/12/2020)
El otro sector opositor, sin duda el mayoritario, se
agrupa en el Frente Amplio y su estrategia fundamental es mantener la unidad,
aunque no parece tener aun una opción clara para cruzar el desierto en el que
se encuentra. Lo que está claro es que este sector por el momento ha desechado
la vía electoral sin proponer tácticas alternativas o formas de hacer de la
abstención un instrumento de lucha eficaz, que vaya más allá de una
demostración poco activa e inoperante de rechazo al régimen.
¿Significa esto que es la vía electoral la vía
fundamental para luchar contra el régimen? No, y no ha sido esta la vía que se
ha seguido siempre; en momentos importantes –las parlamentarias en 2005 y 2020,
las elecciones de alcaldes y presidenciales en 2018– ha sido la abstención la
opción política fundamental. Pero, lo que está planteado, en este momento, es
sí se va a continuar con esa política, ahora que tenemos por delante procesos
electorales para elegir gobernadores y alcaldes y que –como hemos visto– serán
llevados adelante de cualquier manera por el régimen. De lo que se trata es que
evaluemos con cabeza fría la eficacia de esa opción, los resultados obtenidos,
y que si nos vamos a seguir absteniendo, que no sea para confundirnos en la
indiferencia con ese 30% que ni pincha ni hiede y que una buena parte se
aprovecha de las prebendas del régimen o de sus enchufados. No se puede
continuar con políticas de abstención como una posición pasiva, como ha sido
hasta el momento, pues se sume al país opositor, muy numeroso, en un peligroso
quietismo, que se confunde, como he dicho, con la indiferencia.
¿Significa esto que creemos en que saldrá el régimen
con un proceso electoral en el que gane la oposición?, no parece que esto esté
claro; hemos visto que en el 2015, cuando ganamos la Asamblea Nacional, el
régimen desconoció ese resultado y anuló su actividad con decisiones judiciales
írritas; lo vemos también cada vez que a un gobernador o alcalde le nombran un
“protector” y lo despojan de recursos, atribuciones y hasta del espacio físico
para ejercer su cargo; lo vemos también con la cantidad de trampas, abusos y
fraudes que despliega el régimen cada vez que hay un proceso electoral. Lo que
postulamos es que la electoral sigue siendo una oportunidad para organizar a la
población, a los partidos, a la sociedad civil y para seguir demostrando al
mundo y sobre todo a nosotros mismos que somos mayoría y tenemos capacidad de
organizarnos. Nunca se sabe por dónde se va a romper el dique de contención.
Comparto con muchos que esa es precisamente la base de la estrategia.
Sin embargo, a pesar de lo dicho más arriba, no todas
las secuelas de haber participado en las elecciones de Asamblea Nacional en
2015 –y otras– fueron políticamente negativas; esos procesos nos dejaron
también cosas positivas, organización política y cívica, reconocimiento
internacional y demostración de nuestra capacidad de resistencia. No hay duda
que hoy somos más los venezolanos, y más los habitantes de otras tierras, que
estamos conscientes que solo un cambio político, profundo, que deje atrás como
mal recuerdo este régimen de oprobio, es la única solución a la profunda
crisis, al desastre que nos agobia. Pero se hace también necesario la adopción
de políticas más activas, de las cuales debemos seguir hablando.
Ismael Pérez Vigil
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico