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miércoles, 31 de marzo de 2021

Aproximación de Miraflores a las fuerzas vivas del país no es en clave humanitaria; es en clave de poder, por @morapin


Maru Morales P. 30 de marzo de 2021

@morapin

La doctora en Ciencia Política, Paola Bautista de Alemán, advierte que el chavismo alimenta la atomización de la oposición con varios frentes de ‘diálogo’. Pero ninguno de esos frentes pretende una reforma: “El régimen sabe que la reforma conlleva a la ruptura del modelo socialista”. Sostiene que partidos y la sociedad civil deben revisar con honestidad su capacidad de representación y unir fuerzas.

De 2020 a 2021 Venezuela pasó de la casi extinción del diálogo político a tener hoy por lo menos cinco escenarios de interacción política activos, tres de ellos liderados por distintas facciones pesuvistas, uno conducido por Juan Guaidó y el último abanderado por Noruega bajo la modalidad de contactos separados.


La facción pro Cuba, con Delcy Rodríguez a la cabeza y representada por el ministro Carlos Alvarado, se sienta en la mesa técnica para acceder a Covax; la facción madurista, con Jorge Rodríguez al frente, conduce conversaciones intersectoriales desde la comisión de diálogo de la Asamblea Nacional electa en diciembre pasado; y la facción militarista, liderada por Diosdado Cabello a través del almirante de la Armada (r) Giuseppe Alessandrello Cimadevilla, lidera el Comité de Postulaciones Electorales.

Guaidó por su parte, junto con la comisión delegada, hace asambleas de base con dirigentes regionales y locales. Mientras una delegación noruega volvió a visitar el país entre el 10 y 19 de marzo; al marcharse, la AN aprobó la liberación de fondos para la compra de vacunas y el chavismo reabrió el plazo de postulaciones para rectores del CNE. ¿Casualidad? No lo parece, según fuentes periodísticas.

Ahora bien, ¿qué tan reales y eficaces pueden ser esos mecanismos para los fines que proclaman? Cinco días después de autorizado el pago de las vacunas contra la COVID-19, el chavismo ratificó que no permitiría el uso de las vacunas de AstraZeneca y abrió una nueva causa penal contra Juan Guaidó.

La doctora en Ciencia Política de la Universidad de Rostock (Alemania), Paola Bautista de Alemán, concedió una entrevista telefónica a Crónica.Uno el pasado 23 de marzo para profundizar sobre el verdadero alcance que pueden tener esos frentes de acercamiento. De entrada, afirmó que para comprender un escenario de tal complejidad, es necesario partir de dos premisas básicas: la atomización de las fuerzas opositoras y la lógica desde la cual ha actuado y actúa el chavismo.

La atomización de las fuerzas opositoras es típica en autocracias longevas, es decir, ocurre cuando la autocracia se consolida. La revolución chavista es una dictadura longeva. Entonces, se visibilizan distintos actores que enfrentan la dinámica autocrática de distintas maneras y donde pareciera que hay graves obstáculos para articular esfuerzos. Todo asociado a la concepción de la naturaleza del régimen que tiene cada actor: unos creen que el régimen puede ser enfrentado de manera progresiva y otros que piensan que eso es irreal.

Por otro lado, afirma, “es muy importante entrar en la lógica del régimen, comprender cómo piensa”. En tal sentido, desde la revista Democratización de la cual es editora, Bautista lleva varios años explorando ese “cómo piensa el chavismo” para intentar hacer aportes desde la academia y la experiencia universal, a la lucha por la restitución de la democracia en el país.

La lógica del régimen es la permanencia en el poder a cualquier costo. Incluso la rueda de prensa de ayer (24 de marzo, sobre las vacunas Covax) de Delcy Rodríguez demostró con indolencia esa lógica del poder por el poder. En esa lógica, todos somos instrumentos para que ellos permanezcan en el poder. Si no comprendemos que esa es, como dicen los politólogos, la preferencia normativa de la persona que tenemos al frente, el análisis poco puede revelar porque no estaríamos abriéndonos a la realidad en su verdadera dimensión.

¿Para qué busca entonces el chavismo nuevos actores para dialogar? ¿Únicamente para debilitar a los actores tradicionales?

–La forma como el régimen enfrentó la crisis que le generó el gobierno interino fue apostando al desgaste de fuerzas, dejando pasar, porque el tiempo juega a su favor. La creación de nuevos actores políticos que puedan ser interlocutores válidos dentro y fuera del país a través de estos mecanismos de supuesto diálogo, es una intención que entra dentro de esa lógica: ‘creo el interlocutor con el que pueda ganar la legitimidad perdida y nadie puede decir que la oposición no existe, lo que pasa es que aquellos no quieren sentarse conmigo’.

Pero luego ocurren cosas como lo de Delcy Rodríguez y las vacunas y la realidad se impone: un régimen que en su lógica de poder no honra los acuerdos, no tiene fijeza en la palabra, no está abierto al encuentro y no tiene voluntad de reforma. Esos procesos que se están dando, que yo no los llamaría diálogo sino acaso encuentros o exploraciones, pareciera que apuntan más bien es a reequilibrar a la autocracia. Y si para eso el régimen tiene que destruir a un sector, pasarle la mano a otro y utilizar a otro, bueno, no tiene límites.

¿Entonces que hay detrás de la negativa a permitir el uso de la vacuna de AstraZeneca realmente? ¿Es para justificar la compra de la vacuna a Cuba o en la rueda de prensa de Delcy Rodríguez hubo algo más?

–La aproximación del régimen a la dramática y crítica situación del COVID-19, que en nuestro país es sumamente dolorosa, no es una aproximación en clave humanitaria sino en clave de poder. Porque si fuese en clave humanitaria, hace tiempo tendríamos medidas que alivien y contengan el desastre, pero no. Dentro de la lógica de poder lo que vimos en la rueda de prensa, primero, fue el descaro del régimen. No hay que ser politólogo para ver eso, lo vimos todos. Pero además pareciera que dentro del régimen hubiera visiones sobre el modo cómo abordar esta situación.

Los asesores más cercanos de un sector son asesores cubanos que tiene en su haber un acervo de aprendizaje autocrático que se remonta a la Unión Soviética. Y si algo aprendieron los soviéticos y los cubanos después de 1989, es que este tipo de sistema (autocrático, socialista) es poco susceptible en su capacidad de reforma porque se pone en riesgo de una ruptura. Pasó con el Glasnost y la Perestroika. Mi hipótesis es que cualquier tipo de flexibilización, así sea por razones humanitarias, debe ser vista por los asesores cubanos, basados en el aprendizaje autocrático soviético, como un atentado para el sostenimiento del poder. Al final no les importa el costo porque la única capacidad de Estado que tiene desarrollada este régimen es la capacidad represiva. Ante la falta de capacidades para cumplir con los deberes del Estado, aumentan su capacidad coercitiva, patean la mesa, silencian a la disidencia y todo lo demás son daños colaterales. La gente que se muera. Así de crudo.

Pero entonces, si la aproximación del régimen a la mesa Covax, al Comité de Postulaciones Electorales y la Comisión de Diálogo de la AN recién instalada no es humanitaria, no busca flexibilizar, ni busca una salida acordada ¿qué más puede hacer la oposición?

–La clave es la construcción de capacidades y fuerzas. El escenario ideal donde el régimen se come el cadáver del país por partes es la atomización de la sociedad. Va y habla con Fedecámaras y los marea pero no hace concesiones reales que mejoren la calidad de vida, o abran la puerta a la democracia, o permitan un nivel de flexibilización que apunte de manera progresiva a ganar espacios para avanzar hacia la democracia. Ellos van negociando en distintas instancias que por sí solas no tienen nada qué ofrecer en esa negociación y por tanto el régimen siempre sale ganador. Por eso la atomización es ideal para ellos.

Entonces lo primero es construir capacidades que permitan aproximarse con buen timing a un proceso de exploración. Y luego, si es posible, de negociación. Pero para llegar ahí, tiene que haber capacidad de representación real de esa fuerza. Poder responder a la pregunta de a quién represento.

Ahorita estamos en un momento similar al que vivió Chile en 1984 o la Venezuela de 1957, que es el momento cuando la autocracia se hace longeva, se agotaron los mecanismos de representación formal y estamos obligados a construir los mecanismos de representación real.

¿Cómo se construyen esos mecanismos de representación real?

–Lo primero es que cada organización sea honesta sobre su capacidad de representación social. Es decir, usted sindicato, usted partido político, usted ONG, usted asociación civil, usted gremio evalúese a sí mismo y vea cuál es su capacidad de representación real en este país. Porque aquí todo el mundo quiere tener el mismo peso a la hora de las decisiones pero eso no es así. Cuando Lesh Walesa se sentó en la Mesa Redonda a negociar en 1989 ¿Cuál era el poder real que él tenía? Bueno, que él levantaba la mano y se paraba el país y el otro poder que tenía era que la URSS se había ido de Polonia. A nosotros no nos ha pasado ninguna de esas dos cosas: no tenemos ahorita a nadie que levante la mano y pare al país y tenemos a Cuba en Miraflores.

Mientras Fedecámaras, Fedenaga, Conindustria, Consecomercio, CTV, Fedeunep, rectores universitarios, etcétera, se reúnen con Jorge Rodríguez, Juan Guaidó y la comisión delegada hacen asambleas y giras con dirigentes parroquiales, líderes sectoriales y regionales ¿Por esa vía Guaidó está en capacidad de reconstruir una representación real?

–Este momento es muy duro porque es el momento de asumir que hubo un cambio en el entorno político y que tenemos que encontrar nuevas formas o géneros de organización y lucha. Y eso no solo está asociado con los dos últimos años de lucha desde la Asamblea Nacional y la presidencia interina, sino mucho más atrás, en los últimos 20 años. Esta es una autocracia longeva que deja consecuencias en la lucha política. Ciertamente, hay una crisis de representación que debe ser subsanada con trabajo político real que pasa por la organización de los partidos políticos como protagonistas de la lucha democrática y encontrando vías para restablecer caminos de trabajo conjunto con las instituciones que quedan (Fedecámaras, Consecomercio, etcétera). No solamente porque tiene que ser así para garantizar una inauguración democrática, sino porque en Venezuela la cultura política empuja hacia allá. Los venezolanos nos sabemos organizar desde los partidos políticos.

Luis Miquilena lo resumió en una frase por allá en el año 2000 cuando le preguntaron que qué era la sociedad civil y el respondió que con qué se comía eso. Esa expresión está muy vigente hoy porque a través de la constitución de 1999 se intentó dar preeminencia a la sociedad civil, han pasado 20 años y la cabra tira pal monte. Los venezolanos tenemos una cultura política muy asociada a los partidos. Intentar desconocer esa realidad es perder terreno que hemos ido ganando desde 1945 para acá.

A propósito de la inminente convocatoria a elecciones este año y de la crisis de representación ¿deberían los partidos pasar primero por una renovación de su liderazgo interno para luego ir a conquistar espacios de gobierno?

–Yo no hablaría de renovación sino de autoafirmación. Esa es la típica ilusión cuando estamos en una crisis: ‘nada de lo que ha habido sirve y es momento de crear cosas nuevas’. Los venezolanos somos propensos a eso. Yo no lo veo así. No podemos perder lo poco que tenemos y lo mucho que hemos ganado resistiendo 20 años. Por eso digo autoafirmación. Eso se logra con trabajo político tradicional: asambleas de vecinos, mantener la institucionalidad del partido, hablar con las bases, que haya cercanía con la gente, que la organización sea un oasis de humanidad en medio del desastre. Por eso cualquier tipo de acuerdo unitario o de nueva plataforma que se quiera hacer, tiene que partir de la capacidad de representación real de las organizaciones que lo integren porque de lo contrario no van a contar con el apoyo de las bases y luego no tendrán aplicabilidad.

La representatividad y el ejemplo del Pacto de Puntofijo

A juicio de Bautista, el mejor ejemplo de representatividad en el que pueden verse reflejados los venezolanos de hoy proviene de los venezolanos de apenas ayer: el Pacto de Puntofijo, un acuerdo de gobernabilidad acogido por todos los sectores del país y que permitió a la nación desarrollarse durante al menos 25 años continuos y funcionar durante 40 años.

“El Pacto de Puntofijo, quizá la cosa más bella que nos pasó en el siglo XX, no se validó en las urnas. No fue necesario: Puntofijo fue acatado y respetado por una sociedad entera ¿Por qué? Porque los que lo firmaron tenían una capacidad de representación real, no formal. La representación formal llegaría después con las elecciones”.

¿Piensa que los partidos políticos tradicionales (G-4 plus) se agotaron como interlocutores de la oposición ciudadana?

–No. Es todo lo contrario. Los partidos es lo que hay para esa interlocución. Y lo vimos en la consulta ciudadana del año pasado. A pesar de que fue una iniciativa de la sociedad civil, quienes motorizaron esa consulta fueron los militantes de base de los partidos del G-4. Gente extraordinaria, que trabaja todos los días, que se reúnen, que no se detienen. Después de 20 años de entorno autocrático, el hecho de que nosotros todavía tengamos un ‘sistema de partidos’ donde hay militancia que ni la pandemia ni la represión los detienen, no solo es motivo de esperanza sino de orgullo. Yo estoy muy orgullosa de los partidos, honestamente, y me duele mucho cuando se les ataca desde el hígado y no ven la labor extraordinaria que hacen los militantes.

Volviendo a estos escenarios que usted no llama de diálogo sino de aproximación entre actores ¿cuáles cree que son las prioridades más visibles de los partidos de la mesita, de los sectores productivos, la sociedad civil, de actores internacionales como los noruegos que recientemente estuvieron en el país reuniéndose y haciendo enlaces?

–No todos los actores son lo mismo. Los de la mesita pareciera dudoso su compromiso democrático, pareciera que actúan en la línea de configurar una oposición que favorece y legitima al régimen más que impulsar la causa democrática. Sobre los noruegos entiendo que fue una misión exploratoria que se reunió por separado con las partes y luego se fue. Por otra parte, creo que la motivación de los partidos que participaron en la negociación de Oslo y han sostenido una posición fiel a la causa democrática, es recuperar la democracia.

¿Y cómo valora la conformación de esta nueva plataforma de la sociedad civil, el Foro Cívico, que están tratando de incidir en el proceso de selección de un nuevo CNE, incluso postulado candidatos a rectores? ¿Qué puede lograr este sector en el rompecabezas de conversaciones?

–No los conozco, no he hablado con ellos. No sabría decir qué tienen en la cabeza. De lo que he leído pareciera un discurso basado en la premisa de que los problemas en Venezuela no se han solucionado porque hay dos sectores que son radicales y no se ponen de acuerdo. Pero creo que hay suficiente evidencia para decir que esto es mucho más profundo que dos personas que no se ponen de acuerdo. Y vuelvo a la rueda de prensa de Delcy Rodríguez sobre el tema Covax. Esto es mucho más complejo y más duro. Y al final, algunas iniciativas bienintencionadas pero con una comprensión del problema alejada de la lógica de poder del régimen, más que ayudar a articular un bloque fuerte para exigir cambios a la autocracia, lo que hace es favorecer la atomización de la que comenzamos hablando.

Apure o la disolución de las condiciones predemocráticas

Una transición política puede darse en dos direcciones: hacia la democracia o hacia el autoritarismo. En lo que va de año han sido publicados dos de los principales informes globales que evalúan el estado de la democracia en el planeta: el informe del Instituto V-Dem y el informe de Freedom House.

Ambos coinciden en que Venezuela se sigue moviendo en dirección contraria a la democracia, profundizando sus rasgos autoritarios y alejándose cada vez más de los parámetros de libertad.

En opinión de Paola Bautista, la atomización social y política no solo favorece la consolidación de la autocracia sino que es un signo claro de la pérdida de lo que se denomina condiciones predemocráticas.

Las condiciones predemocráticas, explica, son el sustrato cultural, institucional y estructural de una sociedad que permite que se asiente la democracia. Por ejemplo, la separación de poderes públicos, la confianza en el valor del voto, la capacidad del Estado de proteger el territorio, la existencia de partidos políticos y sociedad civil fuertes. Señala que en los países donde se pierden esas condiciones, es muy cuesta arriba hacer florecer la democracia. Lo ocurrido en los años 90 con los países de Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín y a partir de 2010 con los países de la Primavera Árabe (con excepción de Túnez), dice, son claros ejemplos de ello.

“Cada día que el régimen chavista avanza en la autocratización, el país pierde condiciones predemocráticas en el campo económico, social, político, cultural. Por eso las autocracias longevas son tan peligrosas, porque cuando llega la democracia, la sociedad no tiene cómo recibirla y hacerla crecer porque no hay partidos políticos, porque el Estado está destruido, porque no hay capacidad de dominio territorial, porque hay fuerzas irregulares en el territorio, porque se desarrollan unas mafias y un Estado gansteril que impide el crecimiento de un Estado democrático liberal”.

¿Usted cree que los actores políticos de la oposición venezolana tienen lo que se requiere para revertir la tendencia autocrática y restituir las condiciones predemocráticas o les hacen falta otras herramientas además de la voluntad?

–Es heroico cómo hemos resistido estos 20 años y cómo seguimos resistiendo a todo lo que está pasando. Y eso se lo debemos a nuestros 40 años de democracia y a la madurez política de los partidos. Por eso el fenómeno de atomización que estamos viviendo es tan beneficioso para el régimen y tan dañino para nosotros. Y el proceso de encuentro de las fuerzas democrática debe venir precedido por un ejercicio de autorreconocimiento y honestidad de todas las fuerzas políticas, sociales y cívicas del país.

Tiene que haber un proceso de encuentro de las fuerzas para vencer la atomización, pero para eso no basta el voluntarismo, sino que tiene que haber trabajo, generosidad y altura de miras. Comprender cuál es el espacio y el rol de cada actor. Eso ha sido recurrente en estos 20 años: los partidos caen en desgracia y viene la sociedad civil; la sociedad civil tampoco lo logra y vienen otra vez los partidos, como un péndulo. Ahora es mucho más grave porque estamos en una pandemia, porque llevamos 20 años luchando, porque todos estamos cansados, la gente se muere, otros se fueron. Es difícil, pero si los que quedamos nos ponemos a alimentar la atomización, gana el régimen.

Cuando usted menciona la capacidad estatal para controlar el territorio como una de las condiciones predemocráticas necesarias para hacer florecer la democracia, pienso en lo que está ocurriendo en el estado Apure, con la presencia de grupos armados no estatales disputándose el control del territorio venezolano ¿Cómo se revierte eso?

–Esa es una de las grandes preguntas que me he estado haciendo. En 2019 y 2020 escribí varios artículos sobre el Estado gansteril y la redemocratización. Y la gran interrogante es si puede haber un proceso de democratización antes de que el Estado recupere sus capacidades administrativas y coercitivas mínimas. En la literatura sobre esta pregunta, generalmente asociada a países árabes y africanos no musulmanes, la respuesta es que no. La ONG estadounidense Fondo por la Paz (Fund for Peace) hace un estudio y un Índice Anual de Estados Fallidos (Failed States Index) y ellos alertan que la realización de elecciones en Estados fallidos puede favorecer el reequilibramiento de la autocracia y aumentar los niveles de violencia, en vez ayudar a la democracia. Fue lo que pasó en Zimbabue con las elecciones de 2008. Entonces hay que preguntarse cómo restituir las capacidades del Estado antes de avanzar a un proceso de democratización.

En Venezuela no hay garantías para ir a una elección acompañados por las instituciones existentes; las autoridades actuales no pueden encargarse de reconstruir el Estado antes de ir a una elección porque son los responsables de la destrucción; y no se puede designar a dedo una autoridad para que lidere la reconstrucción de las condiciones predemocráticas porque el riesgo de no ser reconocida por los actores constituidos es alto ¿qué hacer entonces?

–Es muy difícil. En Venezuela el Estado se autodestruyó y se configuró en un conglomerado criminal y se convirtió en lo que yo he llamado el Estado gansteril. No es una transición y un proceso de cambio político que podemos comparar con lo que pasó en el siglo XX. Esto es una autocracia del siglo XXI con la herencia de las autocracias del siglo XX pero que se ha hecho a su modo. Entonces hay que verlo con creatividad, pensar en nuevas alternativas, nuevos mecanismos. Pero este es el diagnóstico y para encontrar la solución, el diagnóstico no se puede negar. Lo que ocurre en Apure es consecuencia de la destrucción del Estado democrático liberal.

El Estado venezolano perdió el control territorial y el monopolio de la violencia. Esa metamorfosis del Estado avanzó a una configuración donde fuerzas irregulares tienen poder real. La diputada Karin Vera, por ejemplo, ha denunciado que en Táchira hay alcaldías donde despacha directamente las FARC.

Viéndolo en retrospectiva ¿en qué momento de los últimos 20 años el país ha estado realmente cerca de una transición política?

–Es una pregunta polémica. Es difícil hablar sobre futuribles, es decir, sobre las cosas que pudieron haber ocurrido y no ocurrieron. Y es mucho más difícil cuando uno de algún modo es parte de esos problemas e ilusiones. Pero lo que sí puedo decir es que en este momento estaremos más cerca de la democracia en la medida en que logremos vencer la atomización, con capacidad de trabajo político real para construir una opción de representación apalancada en los partidos políticos, que es por donde respira nuestra cultura democrática. Y seguir adelante.

Algo interesante de los procesos de cambio político es la imprevisibilidad, el no saber cuándo ni cómo van a pasar las cosas. La universidad donde estudié en Alemania quedaba en lo que fue la Alemania Oriental y allí una semana antes de que cayera el Muro de Berlín, un doctorando defendió una tesis sobre por qué el socialismo iba a durar un siglo más ¡Una semana después se cayó el Muro! Aquí en Venezuela, la noche del 22 de enero de 1958 la familia Caldera estaba haciendo maletas para irse del país porque les tocaba el exilio. Creo que la lucha política en nuestro país es una lucha profundamente existencial, donde nos jugamos la vida con sentido de transcendencia sabiendo que vale la pena y que no nos detendremos hasta alcanzar nuestro objetivo.

Paola Bautista de Alemán es doctora en Ciencia Política de la Universidad de Rostock, Alemania (2019). Nació en Maracaibo estado Zulia en 1981 y se graduó de periodista en la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas (2003) pero, vinculada desde muy joven con la vida partidista, se inclinó de inmediato por una mayor comprensión y estudio de los sistemas políticos, lo que la llevó a hacer varios diplomados en Chile y Estados Unidos hasta finalmente obtener la maestría en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar (2012).

Es presidente del Instituto FORMA, el organismo de formación del partido Primero Justicia desde 2014, de la Fundación Juan Germán Roscio e integrante de la dirección nacional PJ. Desde su regreso a Venezuela en 2019 dirige la revista digital Democratización. Es autora del libro A callar que llegó la revolución (Editorial La hoja del norte, 2014) y editora de Autocracias del Siglo XXI: caso Venezuela.

El primero es un análisis de cómo el canal del Estado, Venezolana de Televisión, se convirtió en el medio de propaganda del gobierno de Hugo Chávez. El segundo, según sus propias palabras, “es un estudio anatómico de la lógica del chavismo que es la lógica de la permanencia en el poder, bajo cualquier costo”. Paola Bautista de Alemán está casada, tiene tres hijos y es columnista de Diálogo Político, una plataforma digital de interacción y debate entre los influenciadores políticos de América Latina sobre temas regionales.

Tomado de: https://cronica.uno/aproximacion-miraflores-fuerzas-vivas-no-clave-humanitaria-clave-poder/?amp=1

  

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