Por Piero Trepiccione
Con el título del
artículo no me refiero al coronavirus que produce la covid-19 que, aunque
todavía la humanidad se está viendo afectada considerablemente, con los
procesos de vacunación masivos que se están llevando a cabo alrededor del
mundo, es posible que vaya desapareciendo su enorme impacto negativo en uno o
dos años. Me oriento a describir más bien, el reciente episodio ocurrido
con la negativa del gobierno venezolano de recibir la cantidad de vacunas
por intermedio del mecanismo Covax, de la empresa Astrazeneca.
Un episodio que estuvo
precedido por un acuerdo entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, para destrabar el
camino administrativo que posibilitara la aprobación de la gestión en el marco
humanitario. No obstante, el virus del odio, una vez más ha impedido que la
población venezolana se beneficie de una herramienta que podría acercar más
rápidamente el final de la pandemia en nuestro territorio. Y este virus,
lamentablemente, en el caso particular de Venezuela ha sido mucho más
letal que las consecuencias de la propia pandemia provocada por la
covid-19. El trasfondo, no tiene absolutamente nada que ver con las necesidades
de la gente.
Desde que comenzó la
pandemia, las grandes farmacéuticas internacionales comenzaron sus esfuerzos
por desarrollar vacunas que pudieran inmunizar a la población contra este nuevo
coronavirus. Como siempre y muy lamentablemente fueron esfuerzos individuales
movidos, más por el afán de lucro que generan las patentes correspondientes,
que por el deseo de resolver un problema grave para la humanidad. Al inicio
observamos como circulaban informaciones alabando el avance de algunas empresas
y desacreditando el trabajo de otras. Era como una carrera para demostrar
quién era el mejor y no quiénes podían trabajar unidos, para alcanzar más
rápidamente el objetivo de hallar la vacuna. Los británicos y estadounidenses
promovían informaciones acerca de los avances y bondades de sus programas de
investigación, en paralelo, se cuestionaba el esfuerzo de los rusos y los
chinos en la misma dirección.
Cuando definitivamente salieron al mercado las vacunas, comenzó inmediatamente un concurso de desinformación para exacerbar algunas fallas que estaban en los promedios científicos habituales y desacreditar la vacuna rival. En este juego macabro que combina la geopolítica y la economía desde un punto de vista, egoísta y centralista, aparecen los ataques a la vacuna de Astrazeneca. Sin que hubiese certificación científica de por medio, las plataformas digitales informativas rusas y chinas comenzaron a desacreditar el producto en un intento nada humanitario de trasfondo, sino más bien el posicionamiento de sus vacunas Sputnik V y Sinopharm.
Cabe resaltar que no ha
sido solo un juego ruso-chino, también desde el occidente se apuntalaron
campañas para restarle méritos y confianza a las vacunas de la competencia
geopolítica y económica. Pero esto para la humanidad entera es un acto
verdaderamente lamentable y que una vez más demuestra, que el virus del
poder y del odio está más presente que nunca, aún en las circunstancias
tan difíciles que atraviesa la humanidad entera sin que ningún país en
particular se escape.
La pregunta obligada es
entonces, ¿cómo vamos a hacer en las siguientes décadas, para enfrentarnos
a nuevas pandemias que se asoman en el horizonte, según las proyecciones de los
científicos? Seguiremos actuando sobre la base del egoísmo puro y simple,
o por el contrario, dejaremos de lado los intereses geopolíticos y económicos,
para integrar una gran fuerza de mentes dispuestas a ayudar a la civilización
entera. El coronavirus que provoca la covid-19 es mortal, pero el que provoca
el amor al poder y el odio es aún más mortal. Y contra este último
lamentablemente, ni siquiera hemos iniciado las investigaciones de rigor, para
controlarlo.
28-03-21
https://efectococuyo.com/opinion/y-si-el-virus-continua/
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