Claudio Nazoa 20 de marzo de 2021
@claudionazoa
Cuando
uno es un anciano en etapa terminal, sobre todo nosotros los hombres, agarramos
manías casi todas muy fastidiosas.
Por
ejemplo, nos levantamos muy temprano, generalmente para nada, a excepción de
hacer mucho ruido en la cocina intentando preparar un café y despertando con el
escándalo a la gente normal que se levanta en un horario decente.
Incluso,
existen viejos quienes como yo, encendemos
la radio en busca de noticias porque a eso estábamos acostumbrados.
Teníamos
un país en donde los periódicos y las revistas salían impresos (¿se acuerdan?).
¡Qué tiempos aquellos! Los viejecillos nos levantábamos e íbamos al quiosco de
la esquina y regresábamos con un pocotón de periódicos, revistas de crucigramas
y la Gaceta Hípica para estudiar las carreras de caballos.
Ahora,
en esta tristeza en la que se ha convertido el país, por culpa de los
comunistas fastidiosos y destructores que nos gobiernan y quienes han acabado
con toda vaina, a los abuelos nos toca quedarnos en casa jodiéndole la vida a
todos desde el amanecer.
Tengo
un amigo viejito, contemporáneo conmigo, llamado Newman Viloria, quien el otro
día me dijo: -Claudio, ¿por qué será que a esta edad cuando uno se para o se
sienta, aunque no te duela nada, tienes que decir: Ahhkkk…?
Me
quedé pensando la profunda reflexión de mi anciano amigo y creo que eso también
ocurre por el maravilloso placer de emitir ruidos inútiles que preocupan a
quienes los escuchan.
Otra
vaina, a esta longeva edad, es hacerse el sordo para hacer enojar a quienes te
hablan.
Además,
si tienes la mala suerte de no ser viudo y seguir casado con la misma, nunca te
regañarán, porque creen que diciéndote algo están perdiendo el tiempo ya que no
vas a escuchar.
Eso
de hacerse el sordo tiene una ventaja adicional y es que como la gente cree que
tú no escuchas, hablan confiados delante de ti y te enteras de chismes
increíbles.
Tengo
81 años y mi esposa 80. ¡Ella sí que escucha perfectamente y habla hasta por
los codos! Jura que estoy casi sordo, lo cual me permite conocer todos los
vaivenes que ocurren dentro y fuera de la familia.
Sin
embargo, lo que más me gusta, es que todos piensan que mi vida sexual murió
hace años y eso me da otra ventaja, ya que mi esposa no tiene reparo en dejarme
salir con “mis amigas”. Ella siempre dice: -¡Ay, pobrecito! Después de todo a
él ya le queda poco y aquel se le murió hace aaañossss…
¡Claro
que murió! Pero solo en mi casa. Al igual que Juan Carlos I, rey emérito de
España, tengo una amiga con derechos.
Mi
amiga tiene 50 años menos que yo, la diferencia con Juan Carlos es que yo estoy
mamando y loco.
Mi
amiga, de su difunto marido quien por cierto era muy buen amigo mío, heredó una
fortuna respetable que a veces comparte conmigo comiendo y libando licor en los
mejores restaurantes de la ciudad.
Casi
siempre nos vemos al mediodía. Almorzamos y nos vamos para un hotel a pasar el
resto de la tarde. Algunas horas después, ella me deja livianito a una cuadra
de la casa y mi mujer, mis hijos y mis nietos, me reciben con aquel cariño.
-¡Mi
amor, llegaste temprano! ¿Cómo te fue?… ¿Qué hiciste?…
Los
miro con indiferencia y les digo:
-¿Que
qué? … ¡hablen más duro que no oigo nada!
A
coro, todos me gritan:
-¿Qué
cómo pasaste la tarde?
-Ahhh…
Ok. Ya oí. ¡Pero no me griten!… La pase muy bien haciendo el amor.
Todos
se ríen.
-Ja,
ja, ja… pobrecito -dice mi esposa en voz
baja creyendo que yo no escucho.
-¡De
ilusiones también se vive! – grita con sorna, otro por allá.
Mi
esposa, con lástima, haciéndoles señas a los demás de que yo estoy loco,
replica:
-Mi
amor, ¿quieres un cafecito?
-¿Que
qué…? ¿un pedacito de qué…?
-Nada,
anda acuéstate que te ves cansado.
Total,
mis queridos lectores, que a esta respetable edad en la que me encuentro,
considero que ahora es que faltan años para seguir disfrutando de mis manías de
viejo en etapa terminal.
Claudio
Nazoa
@claudionazoa
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