Rafael Narváez 30 de marzo de 2021
@rnarvaezc
Para los pobres no hay vacunas; para el Estado sí, con
atención en clínicas privadas y seguros en dólares.
La FANB, altos funcionarios del Estado y poderes
públicos ya están vacunados y están a salvo; mientras que el sector salud y los
más vulnerables continúan en lista de espera.
La indolencia del Estado ante un
pueblo que debe enfrentar cada día una crisis económica que luce
indetenible, con unos servicios básicos colapsados, quedó en evidencia en la
aplicación de las pocas vacunas que llegaron al país. Las dosis se
utilizaron para favorecer a los privilegiados, desacatando las normas de la OMS
que indican la aplicación en primer lugar al sector salud y a los más
vulnerables. Una acción que constituye un desprecio a la humanidad.
Solamente un Estado sin alma y violador de los
derechos humanos no se conmueve ante el crecimiento exponencial del covid-19 y
la pérdida de vidas humanas que a diario ocurren en nuestro país.
¿Cuántos contagiados y fallecidos necesita el Estado
para aceptar el fracaso del sistema de salud y su estrategia para combatir el
covid-19?
No le basta con que el pueblo reciba unos sueldos
miserables en bolívares; ahora también tiene a los venezolanos sin vacunas ni
hospitales, sin las herramientas necesarias para hacerle frente a la pandemia
con un tratamiento en una clínica privada, estipulado en miles de dólares. Una
situación que coloca al ciudadano en un alto nivel de indefensión, que lo lleva
a refugiarse en tratamientos de guarapos calientes de matas y elevar plegarias
al médico de los pobres, Dr. José Gregorio Hernández.
Es urgente adquirir el mayor número de vacunas posible
para hacerle frente a esta pandemia que luce indetenible y aplanar
definitivamente la curva de contagios para evitar más muertes.
¡El Estado está obligado a garantizar el derecho a la
vida y a la salud!, como lo establece nuestra Constitución.
Rafael
Narváez
@rnarvaezc
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