Por Simón García
Los dirigentes de un país o
quienes aspiren a serlo, no pueden mostrar un déficit de reflexión y capacidad
propositiva. La racionalidad, el interés por generar bienes comunes y la
búsqueda de logros compartidos es la guía que los ciudadanos exigen a los
políticos para que sigan transitando por la ruta pública. Los descontroles
emocionales, imperio de nociva irreflexión, dinamitan la política.
El acuerdo para el acceso al
Covax debe protegerse de la tentación de cada actor por sacar ventajas. Ante
una iniciativa para salvar vidas, un buen negociador debe empeñarse en lograr
ese objetivo por encima de los obstáculos que se interpongan. No puede
gritar que el otro patea la mesa y asestarle el golpe que la termine de
derrumbar.
En esa materia, Maduro y
Guaidó están esposados a su responsabilidad. Antes de jalar cada uno hacia su
lado, deberían advertir que ciertamente son jefes, pero de dos minorías. Una
jugada en falso aumentará la Venezuela que no se siente parte de ninguna de
ellas. Borde del abismo en el que ambos sean percibidas como igualmente nocivos
para el país.
La verdad es que los dos
lados —y un tercero que aún no tiene rostros— tienen que complementarse en
función del país. Las acusaciones entre ellos deben ser sustituidas por
propuestas mutuas para resolver las trancas. Siempre, uno podrá afirmar del
otro, lo que dijo Demóstenes de Filipo en su discurso sobre la alianza entre
Atenas y Olinto: «No hay ninguno de los que han tenido trato con él que no haya
salido engañado». Pero si aseguramos vacunar a seis millones de
venezolanos, el triunfo será de todos.
Hay que amarrarse a la mesa
y continuar buscando alternativas. Hay que avanzar sobre nuestra
propensión al desacuerdo y los estragos de un ADN loco que parece que
solo escribió en su estructura el principio de contradicción de la muy
extendida y poco entendida dialéctica. Hay que ejercer sensatez porque negociar
un entendimiento entre venezolanos es la opción que nos queda para salir del
hoyo. Así lo pide la comunidad internacional.
Ante las dificultades de las
élites políticas para concertar su acuerdo, hemos presenciado un desempeño
hasta ahora más fecundo de Fedecámaras con el plan de vacunación financiado por
las empresas que puedan hacerlo. El vacío de los partidos es llenado por la
emergencia de actores de la sociedad civil.
Afortunadamente, la cúpula
empresarial distingue entre una política cívica dirigida a lograr calidad de
vida en una sociedad mejor y la política partidista destinada a luchar por el
cambio político y la conquista del poder. La Fedecámaras de hoy está muy lejos
de confundir este compromiso de país con acciones para derrocar al gobierno.
La oposición debe comprende
que el modelo económico y la concepción de la democracia que aplicó el Pacto de
Puntofijo ya no sirve para un país que requiere otras fórmulas para pertenecer
al exigente siglo XXI.
Se necesitan nuevas
preguntas y buscar respuestas desde una transición que solo será posible si hay
entendimientos.
Al país le irá mejor cuando
asuma que dividirse es derrotarse por partes y cuando el gobierno se convenza
de que un autoritarismo pueden prolongarse por más tiempo del deseado, pero no
será perpetuo.
Simón García es analista político. Cofundador del
MAS.
28-03-21
https://talcualdigital.com/el-mal-de-la-irreflexion-por-simon-garcia/
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