Por Hugo Prieto
Perdimos dos pilares que le
permitieron a Venezuela jugar un papel en la política internacional. La
condición de país democrático y una industria petrolera con participación en el
mercado mundial. Igualmente, perdimos la brújula política. De tal modo que
nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde navega este barco escoriado.
El país sigue a la deriva,
pero el Gobierno tiene su proyecto. El Estado comunal, cuya concepción y
propósito no es otra cosa que aumentar el autoritarismo y el control político.
No se crea que la tibieza, el marasmo en el que estamos inmersos, se va a
prolongar indefinidamente. Estamos en una situación límite, bordeando el abismo
de la guerra civil. Quien habla en esta ocasión es el internacionalista Carlos
Romero*.
Venezuela navega como un
témpano de hielo, a la deriva. Diría, sin menoscabo a la verdad, que la
sensación es que no vamos a ninguna parte.
Lo primero que tenemos que
observar es cómo está la situación venezolana. Y diría que no la podemos ver a
través de un solo espejo o una sola opción. Yo creo que hay tres Venezuelas
que, en este momento, se intercambian, tienen relaciones, pero que se orientan
en horizontes distintos. Primero, la Venezuela social. La Venezuela popular. La
Venezuela de la clase media. Los que se van, los que se quedan, los que no les
alcanza el dinero. Los que cobran 300.000 bolívares en una quincena. Los que
viven la amenaza de enfermarse, pensando más en los costos de las medicinas y
los tratamientos médicos que en la propia salud. Después está la Venezuela
civil electoral. La que discute la política en el plano institucional, legal,
electoral. O en el plano del apoyo que la oposición tiene afuera o que el Gobierno
tiene afuera. Es decir, ese mundo político. Cada vez más distante de la
Venezuela social. En tercer lugar, está la Venezuela oficialista. Digamos, el
Gobierno, que sí tiene una orientación y muy clara. Y es sumamente peligrosa
para todos los venezolanos. Es la orientación del Estado comunal. Esas tres
Venezuelas se van juntando, confunden mucho y hacen más difícil determinar,
caracterizar, qué situación es la que estamos viviendo.
La confusión se advierte,
notoriamente, en la Venezuela política. Gobierno y oposición toman direcciones
opuestas. ¿Hay un punto de coincidencia? Creo que a nadie le importa. Es una
Venezuela empantanada, viscosa. ¿Cuál es su percepción?
Primero, lo que no veo. En
Venezuela no hay un juego político. ¿Por qué? Porque ni el Gobierno reconoce a
la oposición ni la oposición reconoce al Gobierno. Es decir, son paralelas. Dos
gobiernos. Cada quien piensa que es su jefe de Estado. Cada quien piensa que es
su institucionalidad. Entonces, no puede haber negociación, si no hay juego
político y reconocimiento del otro. Segundo, tiene que haber un ambiente
favorable al acercamiento. ¿Lo hay? En este momento no lo hay. Yo creo que
estamos en una situación límite, donde el tema social está por encima del tema
político. Sólo el 10 por ciento de la población, creo, lee noticias o está
pendiente, por ejemplo, de si eligieron o no a los rectores del CNE. Si se va o
no a elecciones. Mientras el Gobierno frustra cualquier posibilidad de
acercamiento. Pero tiene su programa, que es la tercera Venezuela, la Venezuela
del Estado comunal. Ahí hay una contradicción.
Si hace mención al Estado
comunal y además lo califica de peligroso, creo que tiene una idea de lo que
significa eso.
Significa un avance hacia un
modelo de autoritarismo mayor. De eso no queda la menor duda. Es decir, el
Estado comunal y la concepción del Estado comunal implica –para el Gobierno–
tener el control total de la vida social, de la vida política, de la vida
internacional. Lo estamos viendo. Cada vez son más radicales los voceros del
Gobierno, cada día están controlando más. Medidas financieras, medidas
económicas, medidas presupuestarias (caso universidades), eso es control. Y se
aplica bajo la égida de las sanciones y de la política de máxima presión (por
parte de Estados Unidos). Entonces, hay que responder de esa manera. ¿Qué está
pasando con las vacunas, por ejemplo? Si hubiera una posibilidad de que es
posible compartir la atención a este problema, habría un giro hacia la
oposición y el sector médico. ¿Lo hay? No lo hay. Mientras el Gobierno se
centra en el tema del Estado comunal y marea a la oposición con la posibilidad
incierta de un consenso, la vida social –por la pandemia, por la prolongada
crisis económica y por el éxodo– se vuelve, cada vez más, más crítica y más
dura.
La pandemia vino como anillo
al dedo para que el Gobierno acelere la creación del Estado comunal.
La balanza se ha inclinado a favor del oficialismo, que concentra un mayor porcentaje del poder –las fuerzas armadas, la institucionalidad y el reconocimiento de más de 100 países–. Es decir, la dualidad de poder no es exactamente grado cero. Algo que deberíamos tener muy claro es que en Venezuela no hay una guerra civil, porque eso implicaría la división de las fuerzas armadas y que el poder de fuego esté en manos de dos o tres sectores. No es cierto –ni es comparable– lo que afirman algunos dirigentes de oposición cuando dicen que esto es igual a Siria. No es así. Además, en Siria se mezclan elementos regionales, religiosos, ideológicos, internacionales, que no están en la pantalla del caso venezolano.
¿Cuál es el problema
fundamental que hay en Venezuela?
Aquí hay un régimen que
fracasó en su proyecto (el socialismo del siglo XXI) y cada día está tapando
los huecos inventando otra cosa. Ahora está con el Estado comunal y puede ser
que luego venga con otra cuestión. Pero viéndolo como una escalera de caracol,
el Gobierno no va subiendo, va bajando. Pero se mantiene –entre otras cosas ya
mencionadas– porque detenta los mecanismos de represión. Estamos en un contexto
muy difícil, porque la pandemia, de alguna manera, detuvo las posibilidades de
la oposición.
¿En qué posición está
Venezuela en relación con el mundo? Nosotros teníamos un recurso –el petróleo–
con presencia en la economía mundial. Eso se perdió. Teníamos una diplomacia
petrolera. Actualmente, ¿dónde estamos?
Venezuela tuvo dos pilares
en su ejercicio político internacional después de la caída de Pérez Jiménez. El
pilar democrático y el pilar petrolero. Ambos, en este momento, están
cuestionados. La producción petrolera se vino a menos, al igual que la
capacidad industrial para procesar el petróleo. Y no es ningún secreto que ha
habido un enorme retroceso democrático en el país. Ahora bien, éste es un país
fragmentado, que tiene dos perspectivas, dos narrativas y no es fácil responder
a tu pregunta. El chavista te va a decir que «éste es un gobierno
revolucionario que está presionado por el imperialismo» y el opositor te va a
decir que «éste es un gobierno autoritario apoyado por el eje del mal –Rusia, Irán,
China, Cuba, Turquía–». Ni siquiera hay consenso en la descripción de Venezuela
en el contexto internacional. Quienes estudiamos esta materia tratamos de
entender cuál es la importancia de Venezuela. Y la importancia es básicamente
mediática, porque es un tema de interés hemisférico, tanto para Estados Unidos
como para los países latinoamericanos. Pero también es un tema de interés para
los países amigos del Gobierno. Pero ninguna de las dos visiones tiene
perspectivas de ser incorporadas a una situación de consenso. Ese punto
intermedio es analítico, es un modelo ideal, no existe en la vida práctica.
La impresión de que el país
es un témpano de hielo que navega a la deriva tiene asidero en la
realidad.
Pudiera mencionar cuatro
elementos que hacen ver a Venezuela como un país que dejó de ser importante. No
desde el punto de vista mediático, sino desde la perspectiva de sus recursos y
de sus instrumentos. Uno, Venezuela sigue siendo un país petrolero –por sus
enormes reservas de crudo–, pero ya no tiene una industria petrolera. Son dos
cosas distintas. Dos, Venezuela ya no es democrática. Tres, Venezuela ha
perdido un porcentaje importante de su población (alrededor del 20 por ciento).
Cuatro, Venezuela perdió la brújula política. ¿No hemos llegado a una guerra
civil?, menos mal. ¿No ha habido invasión extranjera?, menos mal. ¿El país no
se ha fracturado desde el punto de vista territorial?, menos mal. Todo eso es
verdad. Pero aquí no hay capacidad para saber para dónde va a navegar el barco.
Es decir, el proyecto del Estado comunal que es tan falso como el proyecto del
socialismo bolivariano. El proyecto de la oposición, a mi modo de ver, es muy
retórico, muy abstracto. No lo entiende la señora del barrio. Todo eso lleva a
una situación límite y creo que eso es lo más relevante.
En esa imagen de la escalera
de caracol, sencillamente, vamos bajando por los peldaños. ¿Hasta qué punto?
No hemos caído por el
precipicio, no hemos llegado a la guerra civil. Todavía en Venezuela, con todo
lo que ha pasado, tenemos la capacidad para evitar que lleguemos a una
situación final. Es decir, estamos en el límite de una crisis total, pero aún
no hemos llegado a ella. ¿Y eso qué implica entonces? La posibilidad de frenar
esa bola de fuego, que se alimenta de esos cuatro componentes que mencioné con
anterioridad.
Fotografía de Carlos Romero por Alfredo Lasry | RMTF.
Mañana, la Venezuela social
va a vivir peor que hoy. Creo que hemos llegado a la convicción de que no hay
fondo. Entonces, no hay incentivos para salir de esa situación límite.
Yo espero que no te alarme
lo que te voy a decir, pero algunos economistas amigos me han dicho que este
año pudiera haber crecimiento económico positivo en Venezuela. El mercado
petrolero está favoreciendo a nuevos socios de Venezuela y la producción ha
subido a 500.000 barriles. Es decir, hay algunos elementos que indican que la
difícil situación que se vivió en 2019, se ha venido superando, ligeramente, en
2021. Yo sé que eso genera ruido, porque tenemos una narrativa de que esto va
en continuo descenso. Así mismo, creo que el Gobierno ha tomado nota de que no
las tiene todas consigo. Por ejemplo, cuando Trump perdió las elecciones, ellos
pensaron que Biden era el Che Guevara, que iba a haber una reducción de las
sanciones y de la política de máxima presión. No ha sido así. Biden recibió una
herencia y la ha continuado. Por otra parte, la oposición no tiene las
condiciones que tuvo en 2019, pero las puede volver a tener. Eso depende mucho
de las condiciones y los apoyos internacionales.
¿Y esa leve mejora nos aleja
de la situación límite?
Todavía hay capacidad en
Venezuela –siempre y cuando contemos con el apoyo de la comunidad internacional
(incluidos los países amigos del Gobierno)– para buscar una salida política
electoral, que nos ahorre la posibilidad de ir a la guerra civil. Ése es mi
temor fundamental, que lleguemos a una situación de guerra civil en Venezuela.
Sinceramente, no veo esa
posibilidad.
Hace 20 años, nadie la veía
en Libia.
Tenemos una sociedad
anestesiada, cercada por las penurias de la crisis y el impacto de la
pandemia.
Pero eso es una coyuntura.
La historia nos recuerda, con episodios concretos, que esta situación de
marasmo, de tibieza, de empate catastrófico –muy comentadas, de hecho–, pueden
dar un viraje. No estoy anunciando que el viraje va a ser violento y
sanguinario. No hemos llegado a esa situación. Yo lo que quiero alertar, y
responsabilizo a los sectores políticos del país, es que tengamos en cuenta que
si seguimos así vamos a la guerra civil. Para mí ése es el elemento más
peligroso que tenemos en este momento. En países donde hubo posiciones de
fuerza distintas –Guatemala, El Salvador, Nicaragua– no pensaron que iban a una
guerra civil, pero la historia se encargó de demostrar lo contrario. Aquí no
hemos tenido posiciones de fuerza distintas. Por lo tanto, no podemos decretar
que ha sido eso. Pero sí tenemos que tener conciencia de lo catastrófico, de lo
cruel, que sería, para una sociedad que está en suspenso como la nuestra,
terminar en una guerra civil.
Lo que voy a decir es una
obviedad, pero lo obvio, a veces, es necesario. La política es movimiento. La
política es una expresión clara de la vida. Así como el petróleo sigue siendo
el motor de la economía mundial, la política es el motor de la vida
institucional y social de un país. Ciertamente, el Gobierno de Biden acusó
recibo. Pero hasta ahí. No hay un elemento nuevo sobre la mesa. ¿Qué opinión
tiene sobre la actitud del Gobierno de Estados Unidos?
El acuse de recibo que
significa la herencia –el reconocimiento de Guaidó como presidente, seguir con
la ruptura de relaciones con el gobierno de Maduro, seguir con las sanciones y
la política de máxima presión, el cerco petrolero y la ayuda a los migrantes
venezolanos– es el mismo paquete que tenía Trump, prácticamente ha sido
trasladado a la política exterior (con relación a Venezuela) de Biden. Me
preguntas ¿por qué no ha hecho más nada? Y yo me pregunto ¿es que tiene que
hacer otra cosa? ¿Acaso no recibió la herencia de un país enfrentado frontalmente
con el régimen de Venezuela? ¿Que trató de imponer, por todos los medios, una
dualidad de poder y se comprometió con los venezolanos en llevar una política
exterior alineada con Europa y los países del Grupo de Lima para presionar por
una salida política electoral? Es lo mismo que dicen actualmente.
Si no ha hecho otra cosa,
cabe preguntarse ¿se acabaron las cartas? ¿Se acabaron las opciones, las
alternativas? ¿Hasta aquí llegamos?
No. Simplemente, las cartas
que Biden tenía sobre la mesa eran: cambio de régimen, enfrentamiento bilateral
o negociación multilateral, pareciera que ha jugado la carta de la negociación
multilateral. Es decir, de buscar un consenso a nivel internacional para buscar
una salida política, democrática y electoral. Eso es lo que han dicho
claramente los voceros del gobierno de Biden. A mí me dio la impresión –en
plena elección estadounidense– que el gobierno de Maduro pensó que el mandado
estaba hecho, que Biden era débil. Que no estaba obsesionado con Venezuela. Y
que iba a haber un campo de negociación. Ésa ha sido la postura de Arreaza, de
Maduro y de Luis Eduardo Martínez (diputado de AD por Monagas). «Esto lo
arreglamos con los amigos que tenemos allá». Y la oposición, que cometió el
error de endosar la política de Trump, y no comprender que los Estados Unidos
tienen un interés nacional, que iba a ser interpretado, ganara Trump o ganara
Biden, creía que se iba a perder todo lo logrado con Guaidó por el hecho de que
Biden llegó a la Casa Blanca. Bueno, se equivocaron ambos. Biden ha seguido con
la línea menos costosa en estos momentos. ¿Cuál es la línea menos costosa?
Aceptar la herencia.
Un político sensato e
inteligente siempre va a elegir la vía menos costosa.
¿Por qué lo menos
costos? Porque está empantanado con los temas domésticos. Ha salido bien en ese
plano, pero los más de 60 días que han transcurrido en política exterior han
sido decepcionantes. A Arabia Saudita le vende armas, pero la ataca por
violación de los derechos humanos y particularmente con el tema del asesinato
del periodista (Jamal Khashoggi). Dice que no va a intervenir en guerras sin
fin (forever war) y bombardea una posición en Siria. Dice que va a mejorar las
relaciones con China y la cumbre de Anchorage (Alaska) fue un desastre. Y, por
si fuera poco, lo que le dijo a Vladimir Putin. Entonces, ¿cómo es la cosa? En
materia de política exterior, Estados Unidos está muy complicado y por tanto el
caso de Venezuela no es prioritario.
¿Por cuánto tiempo podemos
seguir navegando a la deriva?
A la deriva va navegando el
país, pero el Gobierno tiene su proyecto. Ir trancando, trancando y trancando.
Alentando cosas. Lo vimos en la elección parlamentaria. Alentó a una oposición
que sacó muy pocos votos. Entonces, la situación de inercia no es para el
Gobierno, que más bien se beneficia de la situación crítica que tenemos. Pero
esta situación de inercia va a durar un tiempo más, mientras el Gobierno
conserve los factores claves de poder.
***
*Politólogo y Doctor en Ciencias Políticas.
Profesor titular en la Universidad Central de Venezuela.
28-03-21
https://prodavinci.com/carlos-romero-venezuela-dejo-de-ser-un-pais-importante/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico