Por Simón García
En la primera línea del
segundo de los nueve ensayos que integran el libro El alma común de la
Américas, el maestro José Manuel Briceño Guerrero, dice: «El lenguaje
ejerce un poderoso influjo sobre el pensamiento».
Parece ratificarlo el vigor
con el que hablan contra sí mismas las distintas fracciones de nuestra
oposición y el encono con el se dispersan sus partes. Se puede intuir que el
fracaso es el big bang de esta realidad.
La caótica separación
opositora está llegando al límite en el cual el abismo nos impele a lanzarnos
hasta su fondo o dejar de mirarlo. La división es la derrota definitiva de una
oposición cuya eficacia conjunta tiende a cero.
Si nos mantenemos —hundidos
y estúpidamente complacidos— en nuestras diferencias jamás saldremos del hoyo.
Cuesta abajo en la rodada
tardaremos en comprender que, separados, tendemos a operar como soportes de la
perpetuación del régimen. Podemos ignorarlo, pero la simple reyerta sobre por
qué denominar régimen a lo que debemos designar como dictadura, mostrará una
evidencia de nuestra genética predisposición a evitar estar unidos.
Tenemos años despreciando la
unidad, habilitando argumentos para enfrentar a los que quieren votar con los
que quieren elegir; a los que dicen luchar contra la dictadura con los que
dicen luchar contra la autocracia; a los que colaboran con Maduro por acción
con los que lo ayudan a obtener victorias por omisión. En fin, demócratas puros
contra impuros, reduciendo a juicios morales una contienda que se basa en la
relación de fuerzas.
Es imposible continuar
lacerando la unidad.
La comunidad internacional
nos manda a parar este debilitamiento y pide que nos concentremos en negociar
con Maduro una transición. Nos llaman a generar la presión interna necesaria
para acordar una elección presidencial libre, justa y cuyos resultados sean
verificables. Es obvio que no podemos repetir el error estratégico de comenzar
por el final, sencillamente porque la parte que tiene la sartén por el mango no
lo aceptaría.
Hay que bajar la lucha por
la palabra condiciones de su pedestal abstracto, desmenuzar de qué se
trata y aplicar abiertamente el regreso al voto. Buscar las mayores
garantías posibles para el ejercicio de ese derecho es la circunstancia
indispensable para que haya acuerdo. Las condiciones no pueden ser enarboladas
como un pretexto para decir después que no, o como me dijera una vez Henry
Ramos en su oficina del CEN de AD: elaborarse como una lista de me
Hay dos clases de
condiciones. Las que hay que negociar entre gobierno y oposición para
participar en las elecciones de gobernadores y alcaldes, en cuyo resultado es
decisivo lo que al régimen le convenga ceder; y las que hay que negociar entre
las fracciones de la oposición, para compartir objetivos, rehacer la
credibilidad en el voto, fortalecer la conciencia democrática, reunir fuerzas y
proponer soluciones a las crisis y problemas que están acabando con la gente.
Los dos primeros consensos
internos son compartir la estrategia y lograr un mecanismo de dirección
colectiva para ejecutarla eficazmente.
El tiempo obliga a resolver
el dilema entre la política hablada como lo real maravilloso y la política como
arte para abrir rutas viables para todos.
Hay tres condiciones
inevitables: 1) Existencia de un árbitro confiable para todos, 2) Solución
democrática a las decisiones judiciales sobre cambios de directiva y despojos
de tarjetas en los partidos, 3) Observación imparcial, 4) Compromisos y
facilitación internacional del proceso.
Es una propuesta de agenda
para crear una mesa de decisiones en la que la oposición se siente junta a
concertar con la representación del gobierno. ¿Qué dicen?
Simón García es analista político. Cofundador del
MAS.
21-03-21
https://talcualdigital.com/las-condiciones-por-simon-garcia/
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